La vigencia de Casona
Alejandro Casona es quizá uno de los dramaturgos españoles más
subestimados, a pesar de contar con un puñado de entrañables obras, bellamente
escritas y repletas de fina poesía, que mezclan con fortuna la fantasía y las
falsas apariencias con las realidades más crudas. Así, en La casa de los siete balcones (1957), el paradero de un tesoro escondido solo es conocido por la
desequilibrada tía Genoveva, quien espera por años la carta de su amado,
mientras la residencia es visitada por ocasionales fantasmas; en Los árboles mueren de pie (1949), el señor Balboa debe mantener a ciegas a su esposa a toda
costa acerca de la oscura y verdadera personalidad de su nieto; y en La tercera
palabra (1953), las tías del “salvaje” Pablo deben educarlo y además,
protegerlo de sus propios familiares debido a la importante herencia que
recibió el joven. La primera obra de Casona, La sirena varada (1934), se
presentó en el Teatro Mocha Graña de Barranco gracias a Meca Producciones,
haciéndole justicia en gran medida al imprescindible autor español.
La acción se concentra en una casa junto al mar, en donde
habita un grupo de variopintos personajes, rozando algunos con lo absurdo: un
fantasma llamado don Joaquín (Rodrigo Rodríguez), que aspira a ser jardinero y
termina además, enterándose que alguna vez fue Napoleón; el pintor Daniel (Martin
Berrios), que pasa sus días inexplicablemente con los ojos vendados; el
excéntrico soñador Ricardo (Marco Antonio Huachaca, además director de la
puesta), dueño del inmueble y el que los convocó a todos, así como a su
sirviente Pedrote (Wilbert Flores). Hasta el lugar llega una misteriosa mujer (Glenda
Flores) que afirma ser una sirena salida del mar en busca de su amado, de la
cual queda prendado Ricardo. Este hecho pone en alerta a don Florín (Luis
Enrique Gastelú), el único personaje “centrado” de la obra, mientras que la
aparición del payaso Samy (Moisés Dávila) y del dueño de un circo Pipo (Maximiliano
Benites) no hace otra cosa que empeorar la situación.
Huachaca, que ya había protagonizado La casa de los siete
balcones y también, curiosamente, El lenguaje de las sirenas de Mariana De
Althaus, cumple con corrección al actuar y dirigir su propia obra, pero acaso
la adaptación elegida para la misma reduzca demasiado la duración de la trama,
impidiendo el total desarrollo de los personajes y el buen desempeño actoral, pues esta luce algo apurada. Por otro lado, algunos aspectos respecto al maquillaje y
caracterización podrían revisarse. Sin embargo, el personaje de Huachaca es el
que se acerca más al verdadero espíritu fantástico que plantea Casona. La sirena
varada podrá ser la obra más reconocida del autor, pero quizás sus piezas
posteriores, antes mencionadas, alcanzaron mayores brillos dramatúrgicos. En todo
caso, el presente montaje de Meca Producciones resulta encomiable al llevar a
escena a un dramaturgo tan creativo y vigente como lo es Casona.
Sergio Velarde
2 de setiembre de 2016
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