miércoles, 13 de noviembre de 2019

Colaboración regional: 1986 SUBTERRÁNEO Y LUMINOSO


Punk y tablas

Una de las últimas leyendas urbanas de nuestra música es que el punk nació en el Perú y claro, por ello se infló el pecho de muchos entusiastas con brillos nacionalistas; pues saborear una victoria, de las que no estamos acostumbrados a tener, nos roba una sonrisa. Sea cierto o no, “Los Saicos”, llamados los padres el punk peruano (o pre punk), nos invitaron a que “echemos abajo la estación del tren… demoler… demoler… demoler”, una invitación hecha en la década de los 60, pero que se hace cada día más vigente, pues se necesita “demoler” y reconstruir instituciones contaminadas desde la médula por la corrupción.

Y en los 80 no era diferente; esta década de terror donde mucha gente no sabía a quién temer más. si a los grupos armados terroristas o al terrorismo de Estado, donde los ciudadanos éramos las principales víctimas del fuego cruzado, creando una sensación de orfandad y marginalidad. En este contexto, el punk cobra fuerza en nuestro país de migrantes y desplazados.

De este contexto se inspira  la obra “1986 subterráneo y luminoso”, creada por Teatro del Vacío, dirigida e interpretada por Cristian Astigueta, quien en su constante búsqueda de la memoria olvidada por muchos nos muestra un pedazo de realidad envuelta en ficción de personajes que nunca existieron, pero a la vez resuenan en nuestra historia, no solo peruana sino latinoamericana, pues el “Jefe (policía) está en nada” aún sigue pasando y este mismo “Jefe”, cada cierto tiempo y según la conveniencia de quienes tienen el poder, no cuida ni protege, sino al contrario, reprime, golpea y tortura como lo podemos ver en algunas escenas de esta puesta.

Es así que la obra se llena de imágenes potentes, como las de un migrante añorando y a la vez negando su tierra, un pogo en escena que nos invita a ir contra todo, palabras de amor no correspondidas; pues ella ama a un tal Gonzalo, tortura a un inocente que solo estuvo en ese lugar que era su refugio, y que otros, a través del terror, quisieron habitarlo, pero no pudieron.

La música se vuelve también un acompañante continuo en la obra, tanto en su estruendo como en su silencio; los apagones continuos entre cada escena nos hacen recordar momentos de infancia donde el apagón nos hacía preguntar “¿Y ahora dónde habrá caído la torre?”, pero a la vez abría la puerta para inventar nuevos juegos con la patota del barrio. Si bien pueden jugar con nuestros recuerdos estos apagones escénicos, muchas veces no están justificados haciendo querer al espectador que se revelen algunos secretos de la escena y que el actor en la desnudez de su verdad nos enseñe qué hace en esos tránsitos ocultos en oscuridad.

Otro de los motivadores importantes para la creación en el “Teatro del Vacío” es la intervención en espacios no convencionales. Esta apuesta nace desde la investigación y búsqueda de lenguajes combinados, donde se puede intervenir un concierto punk con fragmentos de una obra o la obra completa e invitar al público a participar en un pogo en su espacio natural.

El sacar el teatro del teatro (como espacio físico) se vuelve una necesidad, más aun en una ciudad como el Cusco, donde casi no hay teatros y los que existen, como el Teatro Municipal, más parece un auditorio con políticas pobres para el desarrollo cultural y donde instituciones privadas mantienen espacios que abren a los artistas con buena disposición pero escasa implementación y claro, también están espacios independientes que contra viento y marea mantienen un lugar con puestas escénicas durante todo el año, como La Esencia y Casa Darte. Si bien en todos estos espacios se hace “obra”, esto se convierte en un reto constante para el artista, quien en el mejor de los casos con ojos abiertos puede volver estas dificultades en potencial para la creación y no solamente dejarse llevar por el “así nomás”.

El hacer teatro nace por la necesidad urgente de decir o compartir algo que a veces nos oprime el pecho o es un nudo en la garganta que quiere salir a toda costa, pero esto se ve acompañado de mucho trabajo, sacrificio y disciplina, dándonos así muchas flores en el oficio, aunque como diría Cristian Astigueta, el director  del  “Teatro del Vacío”, esto nos lleve a veces a “hacer teatro a punk y agua”.

Miguel Gutti Brugman
Cusco, 11 de noviembre del 2019

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