lunes, 4 de enero de 2016

Crítica: BAJO LA BATALLA DE MIRAFLORES

Drama familiar en tiempos de guerra   

Consiguiendo el segundo premio en el IV Concurso de Dramaturgia Peruana 2012 “Ponemos Tu obra en escena” con el título de Hombres limpios, la obra Bajo la Batalla de Miraflores, escrita y dirigida por Paola Vicente, llegó de manera oportuna aunque tardía al Centro Cultural Ricardo Palma en octubre del año pasado. Se trata de una pieza que, como su nombre ya hace anticipar, aborda un acontecimiento específico  de nuestra vida como nación. Es por ello que las comparaciones con Bolognesi en Arica (2013), escrita y dirigida por Alonso Alegría, no resultan impertinentes. No solo por haber sido él maestro de dramaturgia de Vicente (además de dedicarle unas sentidas líneas en el impecable programa de mano), sino porque ambas son registros históricos, cada una a su manera, de hechos reales sucedidos en el contexto de la Guerra del Pacífico, en específico.

Pero así como existen similitudes, también las diferencias saltan a la vista. La extenuante Bolognesi en Arica fue llevada a escena como una clase maestra, en la que desde el inicio sabíamos que un grupo de actores se disponía a representar los principales acontecimientos de aquella batalla, intercalada con intervenciones de la profesora y una alumna. Bajo la Batalla de Miraflores se inclina más bien, por un estilo realista: el escenario es el sótano de una de las viviendas del distrito en mención en pleno conflicto bélico. En aquel recóndito lugar se encuentra la familia Garay: la valiente Julia (una notable Angie Ruiz), su madre doña Clara (Lilian Nieto) y la niña del servicio Esperanza (Valquiria Huerta). La llegada de un misterioso joven (Dante del Águila) y la posterior aparición del conflictuado hermano de Julia (un preciso Sergio Cano) desencadenarán un drama familiar que incluso comprometería el destino mismo de la guerra. Es así que Julia deberá tomar una difícil decisión: ¿su patria o su familia?

El drama está bien articulado en escena, gracias al talento de la directora y del elenco en pleno; sin embargo, algunas inquietudes saltan a la vista: ¿Es el manejo de armas completamente creíble en todos los personajes? ¿Puede un chileno fingir el no-acento peruano con tanta perfección? ¿Pueden los costales en aquel sótano en plena guerra lucir tan blancos? Una vez reflexionado sobre el hecho de no estar viendo teatro documental, sino una estilización de la realidad, todo se disculpa. Pero acaso el mayor logro de Vicente sea el de haber contado una historia sobre actos heroicos sin caer jamás en la gratuita manipulación basada en un nacionalismo mal entendido, que tanto daño le hizo a Bolognesi en Arica. Aquí no fue necesario apelar al Himno Nacional para recibir los sinceros aplausos que la puesta recibió. Bajo la Batalla de Miraflores es una historia que se sostiene por sí sola, y si bien el contexto limeño puede ser incluso meramente arbitrario, sí le suma puntos a uno de los montajes más interesantes del año que pasó.

Sergio Velarde
4 de enero de 2016

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