Un tranvía en la línea 1 del metro
Compré mi "pasaje" para ver Un tranvía llamado Deseo y me aventuré a gozar de un viaje maravilloso por este clásico del teatro norteamericano. El cartel de actrices y actores de reconocido talento eran la mayor garantía.
La primera sorpresa fue el ingreso de Ebelin Ortiz cantando un vals criollo que cuenta una tragedia de amor por las diferencias sociales, escrito por Felipe Pinglo, dos décadas antes que Tennessee William escribiera su famoso "Tranvía". Ese intento de "peruanizar" la obra, que parecía ubicarla en Barrios Altos y no en Nueva Orleans, queda allí, flotando como una referencia inconclusa. Luego, Blanche no viene de Misisipi sino de Arequipa, con lo cual queda clara la lejanía, pero no esa marca de aristocracia y racismo de los terratenientes del Sur de Estados Unidos en la primera mitad del siglo pasado, que el autor conoce bien y que resalta al escoger el origen y ubicación de sus personajes.
Ante un escenario colorido pero algo confuso se desarrolla la historia, que no alcanza la intensidad que se espera por debilidad en la dirección. La obra se sostiene por la magnífica actuación de Katerina D'onofrio, en el papel de Blanche DuBois, la aristócrata sureña en ruinas, bien secundada por Marcello Rivera, en el papel del rudo Stanley, esposo de Stella; esta última bien interpretada por Luciana Blomberg, pero que resulta demasiado relegada luego de demostrarnos su sumisión al marido. Evidentemente, su papel es secundario frente a la pareja protagónica, pero queda tan empequeñecida que casi desaparece.
Por otro lado, el segundo plano constituído por las vecinas y amigos queda desequilibrado por la presencia dominante de Ortíz, siendo que el texto le da más presencia a la otra vecina, la casi imperceptible Yamile Caparó, cuyo talento se desperdicia. Entre los amigos, debía destacar Mitch (Junior Silva) por la relación que entabla con Blanche, pero se pierde en dimensión y silencios inexplicables en su texto y solo se nota su presencia cuando rompe con Blanche y sale decepcionado.
Buscando solución a estos vacíos, nos perdemos el acompañamiento musical, discreto pero acertado, salvo por el vals del inicio.
La verdad, quién no quisiera dirigir alguna vez una obra tan importante para la historia del teatro como Un tranvía llamado Deseo, con tan buenas actrices y actores y en un excelente teatro, como el de la U de Lima. Pero esta vez, la obra le quedó algo grande a Neyra como director y, no es que sea mala, pero no llena las expectativas con las que asistí.
David Cárdenas (Pepedavid)
7 de abril de 2025
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