jueves, 2 de agosto de 2018

Crítica: TUS AMIGOS NUNCA TE HARÍAN DAÑO


La mascarada

Tus amigos nunca te harían daño de Santiago Roncagliolo, en esta ocasión dirigida por Beto Miranda, se presentó en el Centro Cultural CAFAE- SE con una propuesta ágil que expone la relación de un grupo de amigos en medio de una reunión de despedida.

La situación dramática la encabeza un miembro de este grupo, quien se enrumba hacia una vida dogmática basada en la figura de Dios, debido a que ha entendido la fe como una forma excepcional de amor. Este pensamiento contrasta con el modus vivendi de su mejor amigo, quien planifica una serie de experiencias libertinas (drogas, alcohol y sexo), para asegurarse que el futuro sacerdote toma una buena decisión.

Así, en esta noche destinada al exceso, se desatan en cada participante deseos cruentos, sagaces y egoístas, que ponen en riesgo el deseo de su amigo y pueden generar la ruptura total de este círculo.

Bajo este contexto, la dirección se concentra en generar una atmósfera de cotidianeidad donde los actores no confundan la broma con la farsa, ni la caricatura. Asimismo, la distribución espacial minimalista y las transiciones entre escenas generan sobre el escenario un movimiento fluido que permite transitar por la fiesta cómodamente, expectantes de la próxima revelación.

Las actuaciones permiten identificar rápidamente el perfil de cada personaje, sin entenderlos como cliché sino como aquellas personalidades que uno encuentra en su propio grupo afectivo. Además, desarrollan sutilmente su máscara, escondida detrás del vestuario y el carácter, para finalmente lograr ese embuste que aparece intempestivamente y que es eje fundamental del texto.

Cabe resaltar la performance de Joel Soria como Otto, que es un personaje esencial ya que distribuye los hilos de toda la trama y permite al espectador respirar con su espontaneidad y lucidez. El mérito del actor reside en la dificultad para componer un personaje cómico con total naturalidad.

En definitiva, Tus amigos nunca te harían daño es un espectáculo dinámico que desarrolla con verdad sus circunstancias y retrata la sensación de que somos máscaras, capaces de liberar nuestra esencia en tanto nos obligue la necesidad, así sean los nuestros los que estén en frente.

Bryan Urrunaga
2 de agosto de 2018

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