La mascarada
Tus amigos nunca te harían daño de Santiago Roncagliolo, en
esta ocasión dirigida por Beto Miranda, se presentó en el Centro Cultural
CAFAE- SE con una propuesta ágil que expone la relación de un grupo de amigos
en medio de una reunión de despedida.
La situación dramática la encabeza un miembro de este grupo,
quien se enrumba hacia una vida dogmática basada en la figura de Dios, debido a
que ha entendido la fe como una forma excepcional de amor. Este pensamiento
contrasta con el modus vivendi de su mejor amigo, quien planifica una serie de
experiencias libertinas (drogas, alcohol y sexo), para asegurarse que el futuro
sacerdote toma una buena decisión.
Así, en esta noche destinada al exceso, se desatan en cada
participante deseos cruentos, sagaces y egoístas, que ponen en riesgo el deseo
de su amigo y pueden generar la ruptura total de este círculo.
Bajo este contexto, la dirección se concentra en generar una
atmósfera de cotidianeidad donde los actores no confundan la broma con la
farsa, ni la caricatura. Asimismo, la distribución espacial minimalista y las
transiciones entre escenas generan sobre el escenario un movimiento fluido que
permite transitar por la fiesta cómodamente, expectantes de la próxima
revelación.
Las actuaciones permiten identificar rápidamente el perfil
de cada personaje, sin entenderlos como cliché sino como aquellas
personalidades que uno encuentra en su propio grupo afectivo. Además, desarrollan
sutilmente su máscara, escondida detrás del vestuario y el carácter, para
finalmente lograr ese embuste que aparece intempestivamente y que es eje
fundamental del texto.
Cabe resaltar la performance de Joel Soria como Otto, que es
un personaje esencial ya que distribuye los hilos de toda la trama y permite al
espectador respirar con su espontaneidad y lucidez. El mérito del actor reside
en la dificultad para componer un personaje cómico con total naturalidad.
En definitiva, Tus amigos nunca te harían daño es un
espectáculo dinámico que desarrolla con verdad sus circunstancias y retrata la
sensación de que somos máscaras, capaces de liberar nuestra esencia en tanto
nos obligue la necesidad, así sean los nuestros los que estén en frente.
Bryan Urrunaga
2 de agosto de 2018
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