Entre lo racional e irracional
Diego López, como director, ha tenido con el estreno en el MALI de la pieza Números reales, una muy positiva evolución. Su anterior montaje, Madrugada de Gilberto Nué, fue un divertidísimo entretenimiento sin mayor profundidad dramática, pero que explotaba al máximo el histrionismo de su versátil elenco. Es justamente la dirección de actores, uno de los puntos más altos alcanzados en el presente montaje, escrito por Rafael Dumett, en el que somos testigos del derrumbe de una familia disfuncional a finales de la crítica década de los 80, con cierto parecido en su ambientación a otro montaje aún en cartelera. Por otro lado, la analogía de los números reales resulta perfecta para describir lo racional e irracional que puede convertirse el ser humano, y a veces, con dramáticas y fatales consecuencias.
Luego del breve prólogo, nos situamos en la correccional de menores, en donde Rubén (Renato Rueda, grata revelación) es visitado por su hermano (un correcto Emanuel Soriano), y nos enteramos de la muerte del padre de ambos a manos de Rubén, en defensa de la madre. Luego retrocedemos en el tiempo para conocer cómo fueron los hechos, en un ingenioso giro dramático, que nos permite sentir una gran compasión por aquel señor a quien en el barrio tildan de “loco”, el padre de familia con un grave trastorno mental, que necesita del litio que le echan en secreto en su sopa, mientras habla con fervor de su telescopio en construcción, delante de su esposa e hijos, en el humilde comedor de la casa.
Las escenas dramáticas entre el padre y la madre constituyen los pilares del montaje: él, pierde el sentido de la realidad de manera violenta; y ella, no puede abandonarlo a su suerte, porque aún lo ama. En ese sentido, la elección de Leonardo Torres Vilar (enérgico actor con visos de genialidad, como en Los Número Seis) y Andrea Fernández (feliz descubrimiento de El lenguaje de las sirenas) para estos personajes resulta de lo más acertada. Torres Vilar luce inmejorable como el demente padre, irreconocible, conmovedor y hasta peligroso, demostrando su feliz evolución como actor. A su lado, Fernández le da la réplica exacta con mucho nervio, haciendo olvidar su extrema juventud para este difícil rol.
Números reales contiene muchos momentos memorables, tanto dramáticos como cómicos, todos con una violencia latente, como en la relación entre los hermanos o el mismo parricidio en la cima del Morro Solar. Buen trabajo de los actores de reparto, como Paul Ramírez (a quien recordamos en La mueca) y María Fernanda Valera (una de las actrices de Madrugada), en papeles clave. Completa el elenco, un grupo de jóvenes y talentosos intérpretes, quienes cumplen cabalmente en sus discretos roles: Jely Reátegui (genial en El deseo más canalla y Laberinto de monstruos), Oscar Meza (descubrimiento en ¿Qué tortura?), Henry Sotomayor (protagonista de Cacúmenes) y Ricardo Otta (de El Libro de la Selva). Acompañados sólo por una funcional y discreta escenografía, el director le da, esta vez, verdadera relevancia al uso de las proyecciones en la pantalla del foro, superando largamente a sus anteriores montajes, como Karaoke, por ejemplo. Todo un verdadero avance en la carrera de Diego López y uno de los mejores montajes independientes en lo que va del año.
Sergio Velarde
06 de mayo de 2013
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