domingo, 15 de julio de 2012

Crítica: JARDÍN DE COLORES

Discreto estreno de dramaturga peruana  

Siempre es grato apreciar una obra de autor nacional, especialmente si es del sexo femenino: la actriz María del Carmen Sirvas (a quien vimos en Madrugada) escribe y actúa en Jardín de colores, puesta en escena estrenada en el Teatro Auditorio Miraflores, bajo la dirección de Francisco Echeandía (de quien vimos su particular visión de Electra el año pasado). El tema elegido por Sirvas es la difícil relación entre una madre castrante y una hija sumisa, presa de una frustración que adivinamos no traerá consecuencias agradables. La llegada de un joven inquilino a la casa brindará una luz de esperanza a la hija para escapar de este asfixiante mundo y encontrar la libertad.

La primera escena nos deja ver claramente el conflicto inicial: la madre no deja levantarse de la mesa a la hija que no ha terminado de comer y tampoco le permite cambiarse de ropa ante la inminente llegada del inquilino. Cuando éste llega, la hija se refugia debajo de la mesa para terminar de comer, llena de vergüenza. A partir de ese momento y debido a algunos vacíos en la dramaturgia, sólo quedan algunas inspiradas secuencias como el primer encuentro entre los jóvenes, el enfrentamiento final entre madre e hija y las escenas surrealistas en ese jardín de colores, que le sirve de refugio a la hija cuando duerme. Muchas interrogantes quedan en el aire y algunas motivaciones de los personajes no son exploradas debidamente: las razones de la sumisión de la hija, la atracción que siente la madre hacia el inquilino, el olvido del boleto de la hija, entre otras.

Por otro lado, las actuaciones del elenco son eficientes: Cynthia Urrunaga compone una madre asfixiante y creíble, en el límite de la sobreactuación. Ernesto Ballardo también cumple como el “Salvador” de la joven. María del Carmen Sirvas está impecable como la muchacha llena de culpa y miedo y logra una buena química con Ballardo. La dirección de Francisco Echeandía es pulcra, austera y funcional; y tal como lo hizo en Electra, prefiere enfatizar la caracterización de los personajes, quienes finalmente hacen de este Jardín de colores, un discreto montaje de que se deja ver.

Sergio Velarde
15 de julio de 2012

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