¿Cómo mantenerse a flote?
Resulta curioso, para usar la palabra menos efectista, que un director tan experimentado y con algunos excelentes montajes a cuestas (como La manzana prohibida, Lecciones de fe o De repente un beso, por citar los más recientes) sea el responsable de un espectáculo tan insípido y fallido como el de la presente reseña. Nadar como perro, pieza escrita por el joven dramaturgo suizo Reto Finger y estrenada en el Teatro Mocha Graña, no cumple los requisitos necesarios para convertirse en un producto medianamente entretenido, ya que presenta demasiados yerros y carencias en las motivaciones de los personajes y en su misma línea argumental. Como su título ya lo anticipa, el montaje se sostiene a flote a duras penas gracias a los ocasionales chispazos del elenco, como impulsándose con manos, brazos y pies imitando de manera instintiva los movimientos de un perro, que es además la manera menos estilizada y efectiva de llegar a la otra orilla.
El principal defecto del montaje sea acaso, la elección de la obra misma: Nadar como perro intenta (sin éxito) ser uno más de aquellos textos que buscan retratar con estética carnal y poesía novedosa, las tribulaciones en las relaciones de pareja, la imposibilidad de amar al otro y la profunda inseguridad de nuestros sentimientos. Todos estos aspectos ya fueron tratados con mayor vuelo y excelencia en los ya citados montajes del director. La historia de Nadar como perro abarca dos años de relación entre una pareja disfuncional: Charlotte termina con Roberto, pero él se refugia en el sótano, mientras ella continúa conociendo hombres. Una trama que avanza a pasos agigantados, pero con cuadros muy cortos, constantes cambios de escena, y lo peor, un pobre desarrollo de los personajes que no llegan a interesarnos por sus conflictos.
Otro problema importante radica en la elección de sus protagonistas. Carlos Acosta es un buen actor, pero acaso el dirigir y actuar a la vez no haya sido la opción más conveniente, a juzgar por los resultados. La periodista y productora Maribel Toledo-Ocampo afirma en el programa de mano (por cierto, pésimamente redactado y digitado) ser actriz, pero no figura en el papel un solo taller o curso de actuación que haya seguido; su interpretación es forzada y carente de veracidad. Sorprende encontrar en el elenco a un buen grupo de actores: Mijail Garvich Claux, Norka Ramírez y Luis Alberto Urrutia (en ese orden), pero que poco pueden hacer con un material tan pobre. Nadar como perro no pasa de ser un nuevo y fallido intento por retratar la vida en pareja de toda una generación. Y así como su autor, que según el programa realiza trabajos por encargo, sólo nos queda creer que este nuevo montaje de Carlos Acosta, sea un producto realizado por encargo, sin la fuerza y el nervio de sus personalísimos montajes anteriores.
Sergio Velarde
25 de enero de 2012
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