sábado, 15 de junio de 2019

Crítica: CINCO


Solo cinco minutos de teatralidad

Función 13/06/2019
“Si el buen teatro depende de un buen público, entonces todo público tiene el teatro que se merece…” Peter Brook

La ENSAD acoge esta obra ganadora del “Concurso Nacional de Dramaturgia Jóvenes Talentos”, escrita y dirigida por Jorge Bazalar, en su reposición.

Un espacio negro grotowskiano, con cinco sillas y como fondo una pizarra llena de grafitis hechas con tizas, recibe al público y avizoran un buen trabajo.

El escribir y dirigir a la vez una pieza teatral trae como consecuencia que el rol de director se vea limitado (más aun si recién se empieza) en la propuesta estética y el manejo de actores y eso ocurre en este montaje. Actores desbordados, especialmente Juan Gerardo Delgado, que hacen del grito y la sobreactuación una forma de “actuar”; los demás actores caen por momentos o arrastran lo que han hecho en anteriores montajes, como es el caso de Henry Sotomayor (con su personaje de “Los charcos sucios de la ciudad”). Este espacio escénico tiene graves problemas de acústica y la mala dicción por muchos momentos de los actores y su exacerbación vocal, no permiten entender la historia.

Cinco adolescentes cuentan las penurias propias de una escuela pública agresiva en todos los aspectos, pero lastimosamente no logran componer la energía adolescente (por momentos, Luis Miguel Yovera y Christian Ruiz sí lo logran), ya que no es suficiente ponerse uniforme para convertirse en escolar de secundaria. Lo que alivia el constante griterío son las escenas familiares de los estudiantes, especialmente las de Yovera, quien logra un gran trabajo al asumir el rol de padre y se le cree; lo opuesto ocurre cuando Delgado pretende asumir el mismo rol y no lo logra; como tampoco se encuentra muy definida la escena de Ruiz con sus espectros.

Cuando un actor asume un rol femenino, se convierte en un gran reto el componer al personaje, porque se tiende a caer en el facilismo y este montaje no escapa de esto: es una oda al mal travestismo de diversión propia del teatro burlesque victoriano del siglo XIX. Cuando Johan Allpas asume su rol femenino, no está definido si su personaje es un travesti o mujer. Una oda a la mariconada propia de los cómicos ambulantes o de los malos programas “cómicos” de la televisión que deben ser erradicados.

El doble final es muy interesante, ya que los actores asumen su rol actancial y al mismo tiempo se convierten en narradores, creando una propuesta interesante, en donde la teatralidad inexistente en toda la obra, solo se presenta al final.

Dra. Fer Flores
14 de junio de 2019

3 comentarios:

El Impaciente dijo...

Usted es de los pocos críticos que vale la pena leer. No se limita a describir la obra, sino quien señala de manera aguda esos precisos momentos en que un actor falla. Pero CUIDADO, no se "flanderise" amigo mío, no quiera ser "el crítico temible", porque ello sólo lo alejará de esa postura objetiva que lo caracteriza. Cuando usted menciona: "Una oda a la mariconada propia de los cómicos ambulantes o de los malos programas “cómicos” de la televisión que deben ser erradicados.", parece que se dejara llevar por las pasiones, como cuando un actor grita de manera exacerbada en el escenario. Además, dicho comentario le hace entrar en otro terreno, porque entonces yo podría decirle: "¿y por qué los cómicos ambulantes? ¿Por qué no las producciones de Michel Alexander o las películas de Tondero?, en las que tantas veces vemos abusar del cliché y la cursilería. ¿Por qué necesariamente tienen que ser los cómicos ambulantes?

En fin. No pierda el camino por favor, ya que es de los pocos que hacen que valga la pena leer este blog.

Dra Fer dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Dra Fer dijo...

CITO LOS CÓMICOS AMBULANTES PORQUE "ANTI-ESTÉTICAMENTE" SE PARECEN A ELLOS, LOS CÓDIGOS DEL MAL "SKETCH" USADOS POR LOS CÓMICOS, ES MUY PARECIDO A LOS QUE USAN EN EL MONTAJE