sábado, 26 de mayo de 2018

Crítica: QONQAY


Impro y memoria en escena

Una nueva propuesta desde la impro llega con Qonqay, un espectáculo que en cada fecha representa una versión única e irrepetible sobre la historia de un pueblo desaparecido, víctima de la violencia ejercida por las fuerzas armadas y el terrorismo, dentro del marco del conflicto armado interno en el Perú. Qonqay, que significa “olvido” en quechua, viene gracias a Maria Guadaña Producciones, bajo la dirección de Piera del Campo, quien también es parte del elenco de improvisadores de este espectáculo a lado de Job Mansilla, acompañados de los músicos Rafael Allemant y Jonathan Soto. Acompaña el elenco Hilda Tovar, quien se encarga de recibir a los asistentes a la función como cuentacuentos de mitos andinos.

El lugar elegido para este espectáculo, La Casa de la Creatividad, fue un espacio que ayudó a redondear todo el concepto propuesto en Qonqay: los diferentes espacios con los que cuenta el lugar permite que el espectador, desde que ingresa a la casa, sienta que está empezando un viaje conceptual y sensorial. El escenario contiene elementos neutros y está imbuido por luces tenues y de colores que van siendo introducidas para recalcar momentos específicos de toda la improvisación. A un lado se encuentran dos músicos quienes durante toda la obra estuvieron atentos a las improvisaciones de los actores y acompañaron muy bien el desarrollo de las acciones, realzándolas y permitiendo que las escenas se aprecien completamente. Antes de que empiece la obra propiamente dicha, los actores (Piera del Campo y Job Mansilla) se pasan por el público entregando aguardiente y coca para chactar. Esto genera una cercanía del público al espectáculo y al contexto que este contará, necesaria para toda impro.

Una vez que empieza la obra queda claro, que si bien está improvisado, hay una estructura que guía el flujo del espectáculo y funciona. La idea es meter al espectador en este pueblo y esto se logra gracias a un perfecto trabajo de la manera de hablar (sin caer en el exotismo), a una serie de personajes y situaciones que resultan entrañables y a un tratamiento adecuado de humor ligero. En este punto cabe destacar a Piera del Campo, quien encarnó a cada uno de sus personajes de manera distintiva y que supo manejar el tránsito de la ligereza a la tragedia. En cuanto a Job Mansilla, por momentos estuvo muy apresurado, interrumpía las líneas de su compañera en ciertos momentos y algunos de sus personajes resultaban homogéneos. Además de eso, uno de los problemas de la puesta en escena fue que al principio, antes de que las desgracias lleguen al pueblo de Qonjay a través de los ataques de Sendero Luminoso y las Fuerzas Armadas, la historia vaciló un poco y se perdió un poco el hilo. Esto, no obstante, es algo que quizá tuvo que ver con los caminos que se tomaron en esta particular función.

El final de la obra fue lo mejor logrado. La historia no termina con un resultado decisivo, sino con un giro inesperado que invita a imaginarnos qué es lo que va a pasar con los protagonistas de la historia representada; sobre todo, es un último cuadro de la obra que termina significando ser un caso de los tantos que realmente ocurrieron en el contexto del conflicto armado interno. Esta es una propuesta que nos permite tener un espacio de compartir y reflexión acerca de todos los agentes que estuvieron involucrados en este lapso de la historia del Perú, con un tratamiento desde la impro y desde la sensorialidad trabajada en la exposición y la cuentacuentos del inicio. Un espectáculo completo y que, sin duda, trascenderá en cada uno de los espectadores.

Stefany Olivos
26 de mayo de 2018

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