Cuatro desconocidas, cuatro mujeres, cuatro madres
La obra Cuatro mujeres, escrita y dirigida por Cristhian
Palomino con la dirección adjunta de Ricardo Morante, se presenta en el Teatro
Auditorio Miraflores hasta el 27 de mayo. La obra cuenta tres historias, que se
van intercalando entre escena y escena.
La musicalización en vivo fue un elemento que conectaba a las tres historias atmosféricamente.
Además, el hecho de que fuera acústica le daba a la puesta en escena una
sensación de intimidad. También funcionaba como un elemento que hacía empezar y
terminar un capítulo en la vida de los personajes, lo cual le otorgaba continuidad
al conjunto.
Las historias, que cuentan las vicisitudes de cuatro madres, tenían un cierto
grado de inocencia desde la dramaturgia. Los problemas se resolvían de manera
muy rápida y casual. Por ejemplo, en la historia "Sobre Lluvia", en la que una
muchacha de pocos recursos, que se acaba de enterar de que está embarazada, se
encuentra en un parque de un barrio “exclusivo” con una mujer adinerada que es
infértil y ella le propone criar a su hijo. En primer lugar, no se explica nunca
cómo la joven llegó a un lugar como ese. Y tampoco es lo suficientemente
verosímil el hecho de que una persona decida adoptar el hijo de una extraña. Es
decir, tanto el lugar como el eje de la historia son gratuitos. Esto provoca
que la historia por momentos sea menos interesante de ver, puesto que le quita
peso al conflicto.
Si bien la banca da el efecto de que la vida transcurre y de que estas escenas
son (o intentan ser) retazos de vida que pueden pasar desapercibidos, no se justifica
su contexto en la primera historia. En la segunda y tercera llega a
justificarse un poco mejor (en la segunda es el lugar predilecto de la
prostituta y en la tercera es el punto de encuentro de dos viejos conocidos); no obstante, a veces su presencia no ayuda al conjunto, pues vuelve predecible
el paso de una historia a otra. El problema, quizá, es intentar decir a través
de la banca demasiadas cosas a la vez.
En cuanto a la construcción de personajes existió una desigualdad. En la
primera historia hubo un contraste claro entre el personaje de Marla (Tatiana
Espinoza) y de Lluvia (Rocío Montesinos). Mientras que Marla no era la típica
mujer de clase alta, Lluvia sí se ceñía a los clichés de las personas de clase
baja. Además, la historia le daba a Marla más posibilidades de desarrollo de
vulnerabilidad que a Lluvia. En la segunda historia, "La Mujer de la Banca", sí
hubo una equidad en la construcción de personajes: tanto el joven (Cristhian
Palomino) como la mujer (Amparo Brambilla), sobre todo al principio, tenían
complejidad. Sin embargo, con el transcurrir de la obra hay un giro bastante
fuerte que o llega muy tarde o no se desarrolla lo suficiente como para generar
un impacto en el espectador. La primera parte estuvo tan bien construida, que
la segunda, luego del giro, no aportó a la evolución dramática. En la tercera
historia, "Segunda Oportunidad", hubo demasiados elementos que se quisieron
tocar, como la inclusión de la tecnología en la vida de las personas mayores,
las segundas oportunidades en el amor, y que no estuvieron bien ensamblados.
Había elementos en la dramaturgia, como lo que se descubre sobre la muerte del
esposo de Morayma (Cecilia Tosso), que no aportaban a la historia y que
llegaban a distraer.
Hacia el final de la obra vemos una intención de hilar las tres historias a
partir de cómo el aspecto de madres de los cuatro personajes principales
redondea su condición y contexto. Nos da a entender que, sin importar si se
conocen o no, lo que las une, la maternidad, es más fuerte que todo.
En la vida a veces vamos muy rápido. Por eso, quizá sea necesario detenernos de
vez en cuando, alzar la mirada, observar, por qué no, a esa persona que está
sentada en una banca cualquiera de la calle y preguntarnos qué es lo que nos
une a ella, en qué nos parecemos, cuál es la música que
entrelazaría nuestros caminos.
Stefany Olivos
12 de mayo de 2018
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