“No hay manera de no conectarse con la cotidianidad”
Una de las actuaciones más sentidas del año pasado fue la de
la joven Camila Abufom en El amor es un bien, ganadora del premio Oficio
Crítico 2016 a la mejor actriz de reparto en la categoría Drama. “Mi mamá (Barbara
Saba) estudió actuación, si bien nunca ejerció era muy buena y además, alumna de
Ricardo Blume. Ella me dio cercanía al teatro, yo estaba entre cajas, disfruté
mucho estar en el detrás de”, recuerda Camila. “Yo quise seguir a mi mamá y
tengo su temperamento”. En el colegio estuvo en el taller de teatro, que tenía
a cargo Kike Mora; sin embargo, al terminar estudió Comunicación Audiovisual.
“Pero yo quería estar delante, no detrás de la cámara. Sé que era también
divertido, pero cada vez que faltaba una actriz, yo decía: ¡Yo lo hago!”
Luego de mucho esfuerzo, especialmente dedicándose a
estudiar matemáticas, Camila logró entrar al TUC, pero solo se quedó un ciclo.
“Después entré al Conservatorio de Formación Actoral con Leo (Leonardo Torres
Vilar), en donde me enseñó la técnica Meisner”. En aquel entonces, Camila quedó
encantada con el naturalismo que esta técnica le brindaba, ya que le interesaba
incursionar en el cine y ser muy orgánica. “Yo estaba con ese rollo, todavía lo
tengo, pero ahora adoro otras técnicas y estilos, como la teatralidad”.
Primeros maestros y montajes
“Considero a Leo como mi primer maestro, su escuela fue increíble”,
refiere Camila, quien recuerda mucho todas las anécdotas que su profesor
compartía en clase, especialmente de referentes muy cercanos. “Él es pasión
pura; la técnica que aplica es la de estar ahí, de escuchar. Nunca hablamos de
acción, yo tenía otros cuestionamientos en
el momento que apareció el taller”. Posteriormente, Camila entró a los talleres
de Roberto Ángeles y después, al de Alberto Isola. “Son escuelas de una
educación más tradicional, pero que aprecio mucho”. Camila considera la
“mezcla” de estos talleres como excelente. “Alberto es el máster, es más
emocional, analiza la obra momento a momento contigo; es actor, entonces el
acercamiento que tiene hacia sus alumnos es totalmente diferente al que tiene
Roberto, que es súper práctico y teórico, va directo al grano y te da cancha:
tienes tres jurados que te van a evaluar en cada nivel que es como un reality
show (risas), te enfrenta con el teatro y la crítica todo el tiempo”.
Camila considera a la puesta en escena de Quedará entre
nosotros (2011), dirigida por Torres Vilar, como su primera obra profesional. “Yo
todavía era alumna en el Conservatorio y todos los demás actores de la puesta
eran ex alumnos; una de las actrices abandonó el proyecto y me invitaron a
participar. Fue para mí, la primera exposición con el público, que además
pagaba su entrada”. Camila no tiene la receta para ser una buena actriz. “No te
podría hablar de la técnica, no tengo una sola, creo que es más pasión,
paciencia e inteligencia para tomar buenas decisiones”. Por otro lado,
considera que un buen director de teatro debe darle libertad creativa al actor
o actriz, así como también tomar buenas decisiones. “Y jamás decirle al actor
qué es lo que tiene que hacer; el director plantea el ejercicio matemático para
que el actor lo resuelva, lo destruya y cree con él. Cuando te pone en aprietos
es genial”. Agrega además, que no considera ni mejor ni peor que el director
haya sido o sea actor. “Alberto, por ejemplo, se mete a la escena, mientras que
Roberto es mucho más distante, se involucra desde fuera. No creo que uno sea
mejor que el otro”.
La pertinencia de Chéjov
¿Cómo llegó Camila a participar dentro del elenco de El amor
es un bien, adaptación del Tío Vania de Antón Chéjov dirigida por el argentino
Francisco Lumerman? “Conocí a Valeria (Escandón, actriz y productora de la
obra) en una serie web y me preguntó si tenía chamba en el verano. Yo le conté
que quería irme a Buenos Aires a un taller con Fran, a quien había visto en
otro realizado en La Plaza. Y fue loquísimo, porque ella me dijo que iban a
traerlo a Lima a dirigir esta obra y que creía que yo tenía el perfil de uno de
sus personajes”. Camila, emocionada y nerviosa, asistió al casting y leyó una
parte del texto con Javier Valdes frente a Lumerman. “¡Qué paja fue! Solo me
escuchó leer y ver qué tanto la podía interpretar. Llamaron también a otra
actriz a quien admiro y considero una de las mejores actrices del Perú, y me
dije que ella lo iba a interpretar finalmente”. Para sorpresa de Camila, esta
recibió la llamada de su confirmación como actriz en la puesta de Lumerman, cuando
estaba actuando en Villa Libertad (2015) en el Victoria Bar. “No me estaba
sintiendo segura con mi personaje en esa obra, era uno de esos procesos en los
que piensas que eres la peor actriz del mundo y JUSTO me llamaron para decirme
que iba ser parte del elenco de El amor es un bien. Fran vio en mí las características
del personaje de Sonia, que sentía que ya las tenía conmigo, y eso a mí me pareció lindo, porque eso me hablaba de la manera tan humana que tiene él de trabajar”.
Sobre la pertinencia de un autor como Chéjov, Camila
responde que podría tomarse como un cliché, pero el dramaturgo ruso toca los
temas más grandes, como el amor y el miedo a la muerte, así como Shakespeare.
“No hay manera de no conectarse con la cotidianidad. En la vida parece a veces
que no está pasando nada, pero en realidad por debajo están pasando millones de
cosas: eso es Chejov, un experto en conducta humana, un fotógrafo de
situaciones cotidianas capturadas durante un terremoto (risas) ¡Eso me encanta!”
En El amor es un bien, Camila debía interpretar algunas canciones, una
actividad artística que la fascina desde siempre. “La música es demasiado para
mí, cuando canto me siento más poderosa que cuando actúo. Cantar es para mí como
una piedrita en el zapato, pues quiero hacer un proyecto musical este año”. Sin
embargo, las necesidades del personaje de Sonia requerían que esta cantara mal.
“Fran siempre me reclamaba que no debía cantar bien (risas)”.
Para este 2017, Camila estará ocupada ensayando cine y teatro.
“Grabaré una película a fin de año, por ahora estamos ensayando algunas escenas
con Rodrigo Moreno (director) a modo de improvisación, para que el guión en sí
sea más orgánico y cercano a los actores”. Y sobre las tablas, ensaya una pieza
de teatro documental con Sebastian Rubio, uno de los directores de Desde afuera
(2014). “Seremos dos mujeres, una judía y yo, que soy descendiente de
palestinos, explorando en el espacio a ver qué sucede. No sabemos qué va a pasar
y eso es a veces aterrador. Hasta ahora está siendo una de las cosas más
difíciles que hago sobre el escenario. Es teatro documental, así que voy a ser
Camila Abufom esta vez”, concluye.
Sergio Velarde
14 de marzo de 2017
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