Frustraciones tras bambalinas
En el 2001, un singular estreno llamado Función velorio de
Aldo Miyashiro pasaría a la historia como uno de los montajes meta-teatrales más
incisivos y crudos de la escena nacional, narrando la historia del director Leonardo Oviedo y su empeño en escribir y dirigir una obra de teatro en
la que sus cuatro protagonistas mueran realmente en el escenario y así ganar el
esquivo reconocimiento del medio. Y en el 2005, la pieza Azul resplandor de
Eduardo Adrianzén, con la inspirada dirección de Carlos Tolentino, se erigió
como uno de los montajes más acabados y conmovedores en aquel entonces, pues pocas
piezas supieron retratar con tanta maestría el mundillo teatral limeño, repleto
de intrigas, prejuicios e hipocresía, a través de la historia de una diva
olvidada de la actuación llamada Blanca Estela, que decide regresar a los escenarios
acompañada de un mediocre dramaturgo y un delirante director. Pues bien, Julia
Thays y Gonzalo Rodríguez Risco (ganadores de Sala de Parto 2015) consiguen con
su obra Luz Oscura otro feroz y muy pertinente enfoque hacia el lado más
ingrato y decadente de la actuación, haciendo especial énfasis en la pérdida de
la intimidad de las figuras públicas, con la vida de la ahora adulta estrella
de la televisión infantil Amanda Luna, sus relaciones personales, su terrible accidente
y su posterior regreso con perfil bajo a la vida pública.
Nidia Bermejo, notable tanto en roles protagónicos como en
La cautiva (2014) o de apoyo como en Piaf (2015), lo entrega todo en su
caracterización de Amanda Luna: engreída, altanera, frustrada, obsesionada, desarmada
en su tóxica relación con su novio Fernando (impecable trabajo de Alberick
García) y envidiosa a más no poder de su amigo actor Willy (un sorprendente
Jesús Neyra). Estos tres personajes van tejiendo diversas historias, tan
cautivantes como monstruosas: Amanda anhela compulsivamente recuperar la fama
perdida, con la que estuvo acostumbrada desde muy pequeña, solo frenada por el
accidente que la deja en estado comatoso; Fernando busca ser el necesario apoyo
para Amanda, a pesar de las serias carencias emocionales que él mismo lleva; y
Willy debe enfrentar el doloroso pasado que tuvo que padecer para lograr el
aparente y superficial éxito actual. Los medios de comunicación, representados
por aquellos anónimos seres armados con cámaras y flashes, son presentados
con maestría en su alucinante degeneración.
La directora Thays conoce muy bien el texto que co-escribió
con Rodríguez Risco, repleto de sutilezas y dobles lecturas, y es por eso que utiliza hábilmente los cuerpos de
Bermejo, García, Neyra, Ernesto Ayala y Miguel Dávalos, aprovechando todo el
potencial que le permite su versátil elenco, para conseguir una puesta en
escena cautivante, fluida y brillante en el Teatro de Cámara del Centro
Cultural El Olivar. El diseño escenográfico, tan sencillo como funcional, con un
par de elementos y una tela blanca movible, suma a los valores de producción de
la obra. Luz Oscura, así como lo hicieron en su momento Función velorio y Azul resplandor, no solo se convierte en un antológico montaje, sino también en
una verdadera lección de teatro, en una ácida crítica creada por y dirigida
para gente de teatro, y en un preciso y por ratos escabroso estudio de la
psicología humana. Sin duda, uno de los mejores estrenos del año.
Sergio Velarde
6 de noviembre de 2016
No hay comentarios:
Publicar un comentario