domingo, 6 de noviembre de 2016

Crítica: LUZ OSCURA

Frustraciones tras bambalinas  

En el 2001, un singular estreno llamado Función velorio de Aldo Miyashiro pasaría a la historia como uno de los montajes meta-teatrales más incisivos y crudos de la escena nacional, narrando la historia del director Leonardo Oviedo y su empeño en escribir y dirigir una obra de teatro en la que sus cuatro protagonistas mueran realmente en el escenario y así ganar el esquivo reconocimiento del medio. Y en el 2005, la pieza Azul resplandor de Eduardo Adrianzén, con la inspirada dirección de Carlos Tolentino, se erigió como uno de los montajes más acabados y conmovedores en aquel entonces, pues pocas piezas supieron retratar con tanta maestría el mundillo teatral limeño, repleto de intrigas, prejuicios e hipocresía, a través de la historia de una diva olvidada de la actuación llamada Blanca Estela, que decide regresar a los escenarios acompañada de un mediocre dramaturgo y un delirante director. Pues bien, Julia Thays y Gonzalo Rodríguez Risco (ganadores de Sala de Parto 2015) consiguen con su obra Luz Oscura otro feroz y muy pertinente enfoque hacia el lado más ingrato y decadente de la actuación, haciendo especial énfasis en la pérdida de la intimidad de las figuras públicas, con la vida de la ahora adulta estrella de la televisión infantil Amanda Luna, sus relaciones personales, su terrible accidente y su posterior regreso con perfil bajo a la vida pública.

Nidia Bermejo, notable tanto en roles protagónicos como en La cautiva (2014) o de apoyo como en Piaf (2015), lo entrega todo en su caracterización de Amanda Luna: engreída, altanera, frustrada, obsesionada, desarmada en su tóxica relación con su novio Fernando (impecable trabajo de Alberick García) y envidiosa a más no poder de su amigo actor Willy (un sorprendente Jesús Neyra). Estos tres personajes van tejiendo diversas historias, tan cautivantes como monstruosas: Amanda anhela compulsivamente recuperar la fama perdida, con la que estuvo acostumbrada desde muy pequeña, solo frenada por el accidente que la deja en estado comatoso; Fernando busca ser el necesario apoyo para Amanda, a pesar de las serias carencias emocionales que él mismo lleva; y Willy debe enfrentar el doloroso pasado que tuvo que padecer para lograr el aparente y superficial éxito actual. Los medios de comunicación, representados por aquellos anónimos seres armados con cámaras y flashes, son presentados con maestría en su alucinante degeneración.

La directora Thays conoce muy bien el texto que co-escribió con Rodríguez Risco, repleto de sutilezas y dobles lecturas, y es por eso que utiliza hábilmente los cuerpos de Bermejo, García, Neyra, Ernesto Ayala y Miguel Dávalos, aprovechando todo el potencial que le permite su versátil elenco, para conseguir una puesta en escena cautivante, fluida y brillante en el Teatro de Cámara del Centro Cultural El Olivar. El diseño escenográfico, tan sencillo como funcional, con un par de elementos y una tela blanca movible, suma a los valores de producción de la obra. Luz Oscura, así como lo hicieron en su momento Función velorio Azul resplandor, no solo se convierte en un antológico montaje, sino también en una verdadera lección de teatro, en una ácida crítica creada por y dirigida para gente de teatro, y en un preciso y por ratos escabroso estudio de la psicología humana. Sin duda, uno de los mejores estrenos del año.

Sergio Velarde
6 de noviembre de 2016   

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