Cuando hay que reír pues se ríe
Debo decir que yo no soy una persona de comedias. Si me dan
a elegir entre un drama y una comedia, siempre elegiré la primera, sin dudar.
No es que no me guste reír (¿a quién no podría gustarle?), sino que prefiero
vivir, a través del teatro, emociones más “oscuras”, circunstancias que te muevan y que te hagan
dudar de tus creencias mientras ves cómo los personajes se hunden sin saber si
podrán salir a flote nuevamente; y todo eso sumado a que no soy de reír
fácilmente.
Dicho lo anterior, estaba seguro de que la comedia “Juego de
infieles”, versión libre de la obra “No hay ladrón que por bien no venga” del
autor italiano Darío Fo, y dirigida por Jonathan Oliveros, no sería la excepción
para mi poco apego a la risa. Sin embargo, cuando una sala, casi totalmente
llena, no para de reír por la hora y media que dura la obra, no puedo hacer
nada más que preguntarme si es que debiera buscar reír más.
Y es que “Juego de infieles” es una comedia divertida en la
que los malentendidos son la base de toda la historia: dos torpes ladrones
entran a robar a un departamento lujoso creyendo que el matrimonio que lo
habita ha viajado. Sin embargo, se llevarán una enorme sorpresa cuando se enteren
de que no hubo viaje, y los ladrones se acabarán enterando de mucho más que lo
que ellos quisieran, terminando siendo cómplices, a la fuerza, de las mentiras
en las que dicha pareja adinerada ha decidido vivir.
Así, al mejor estilo de una farsa, las intenciones del
montaje de denunciar la hipocresía de la sociedad se da por medio de situaciones
y acciones poco reales pero efectivas a su propósito, y haciendo, mayormente,
que la risa se dé de manera impulsiva e irreflexiva.
A mi criterio, lo más elogiable del
montaje es el trabajo actoral. Más allá de algunas ocasiones en que los actores
se tapaban la voz unos a otros, creo que todo el elenco ha hecho un buen
trabajo sacando adelante sus personajes, no habiendo ninguno que desentone. Sin
embargo, merecen una mención aparte las actuaciones de Tito Vega, Cecilia Tosso
y Katherina Sánchez (estas últimas, premiadas por sus actuaciones en la comedia
“Desnudos en la pensión” el año pasado por el público y por el comité de El Oficio Crítico,
respectivamente) quienes logran superar los clichés y dan consistencia a unos
personajes caricaturescos, siendo los tres los que arrancan el mayor número de
carcajadas al público.
He oído, desde siempre y de diferentes personas, la
afirmación de que es más difícil montar una comedia que un drama, siendo
siempre el argumento que, diciéndolo de forma sencilla, es más fácil encontrar
recursos para conmover hasta las lágrimas al público, pero no para hacerlos
reír. Pues bien, el director de la obra, sí encontró la forma y la explotó
bastante bien… y es que a veces es bueno tan sólo reír. La sala, en su
totalidad, así lo firmó.
Daniel Fernández
7 de noviembre de 2016
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