Chéjov revisitado otra vez
Siguiendo la estela de la curiosa y bienvenida revalorización
del imprescindible Antón Chéjov, que se iniciara con el estreno de Vanya y Sonia y Masha y Spike de Christopher Durang, la novel productora Hermanas
Lamancha presenta en la Alianza Francesa la pieza El amor es un bien, a partir
de una obra capital como lo es Tío Vania y dirigida por el argentino Francisco
Lumerman. Y si bien en la primera obra mencionada se cruzaban diestramente en
clave de comedia varios personajes e historias del dramaturgo ruso, Lumerman
traslada la acción a una apartada zona rural de Argentina, reduciendo a cinco
los personajes principales. Pues los sorprendentes resultados saltan a la
vista: El amor es un bien constituye uno de los montajes independientes más
sentidos y logrados en lo que va del año.
La trama en sí no ha sufrido demasiadas alteraciones con
respecto al material original, llegando a escena de una manera completamente
creíble: la joven Sonia (una sorprendente Camila Abufom, a quien vimos en La educación de los cerdos) y su tío Iván (imperturbable y contenido Alfonso Dibós)
se dedican a la música, mientras administran sin suerte un hostal. El único
huésped, el doctor Pablo (un sólido Sebastián Monteghirfo), se muestra
preocupado por las causas ecologistas, mientras ignora el secreto amor que
Sonia siente hacia él. La tranquilidad del trío es alterada con la llegada del
padre de Sonia (el experimentado Javier Valdez) y su nueva mujer Elena (delicada
presencia de Valeria Escandón). El primero anuncia que los días del hospedaje
están contados debido a su escasa utilidad; y la segunda se convierte en el
objeto de deseo del joven doctor.
El acertado diseño escenográfico (con múltiples puertas que parecen
conducir todas al mismo lugar) y luminotécnico, así como la inspirada música en
vivo dentro de la obra, permiten el lucimiento de la dirección de actores, que
consigue los mejores momentos durante los silencios y las miradas entre los
personajes, que expresan mucho más que los sencillos diálogos. Es por ello que
podría afirmarse (discretamente) que la entretenida, reflexiva y conmovedora
puesta en escena de El amor es un bien constituye un inmejorable debut para su
productora y especialmente, para el director Lumerman en nuestro país (en 2010
se estrenó en El Galpón la versión peruana de una de sus obras, Te encontraré
ayer). Chéjov nunca pasará de moda y el presente montaje no hace otra cosa que
constatarlo y además, guardándole el debido respeto. De visión obligatoria.
Sergio Velarde
20 de abril de 2016
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