El 2013 se caracterizó por el inesperado homenaje a
Eduardo Adrianzén, uno de nuestros dramaturgos más reconocidos, con el
reestreno de varias de sus obras: El Día de la Luna, en Teatro Racional; El nido de las palomas y Espinas, en el Mocha Graña; Cristo Light, en el Club de Teatro de Lima; y
Azul resplandor, en el Teatro Renaissance de Sao Paulo, en Brasil. Su estreno
absoluto fue La eternidad en sus ojos, en homenaje a los 60 años de vida
artística de Sonia Seminario, obra ganadora de los premios de público y
crítica de El Oficio Crítico. “Fue una casualidad total que se estrenaran
tantas obras mías”, confiesa Eduardo. “Pero para mí, lo más feliz fue el
estreno de Azul resplandor en Brasil, un montaje muy caro y en un teatro de
primera categoría, y el estreno de la obra para Sonia, esas dos”.
Consultado sobre cómo observa su evolución como
dramaturgo, habiendo visto tantas obras escritas a lo largo de los años,
Eduardo comenta que “definitivamente ha cambiado mi manera de escribir, mi
forma de abordar un tema; es algo lógico que los temas que me preocupan hayan
cambiado, pero sí creo que los años pasan y me cuesta cada vez más abordar un
texto”. Por ejemplo, afirma que Cristo Light la hizo con total “conchudez” y
que le alegró que Espinas se sostenga tan bien en el tiempo, pero que si tuviera la chance, reharía El Día de la Luna y El nido de las palomas. “Los
años me han hecho reflexivo y cuidadoso. Ahora tengo una actitud diferente, me
tengo más cuidado, antes entraba al texto con mucha mayor facilidad”.
La eternidad en sus ojos
“Al escribir esa obra, puse todo lo que hacía mi
promoción en los ochentas”, afirma Eduardo. “Tenías que vivir el día a día, en
medio de apagones, coches-bomba y una gran recesión; tenías que trabajar y
finalmente acostumbrarte, pues preferías no darte cuenta de lo que estaba
pasando”. Eduardo no puede negar que fue un “niño privilegiado y un pequeño
burgués limeño”, y que los que no pudieron aguantar, se fueron. “Desde mi perspectiva,
buscaba ser lo más feliz posible. Aguanté, me saqué la mugre, todo por llegar a
ser feliz”.
Eduardo ya conocía a Sonia Seminario, que trabajaba en
televisión con la telenovela Mujeres que trabajan en 1975. “Le daban el papel
de mala, pero ella siempre caía simpática y graciosa”, recuerda. “La vi en el
teatro de la Alianza Francesa, junto con su hija Ximena Arroyo, en El zoológico
de cristal; me encantó su trabajo, y luego nos hicimos amigos al grabar la
serie Los de arriba y los de abajo”. Sobre Ximena, Eduardo tiene palabras
elogiosas. “Ella es una actriz estupenda; todo el montaje fue una gran
satisfacción para mí, se pudo hacer algo que salió muy bonito”.
Sobre la dramaturgia
Eduardo no solo destaca en obras de ficción, sino
también cuando aborda temas históricos, con personajes anclados en la realidad.
Así llegaron a escena Demonios en la piel (2008), sobre el cineasta Pier Paolo
Passolini; Heraud: el corazón volador
(2009), co-escrita con Claudia Sacha, sobre el poeta Javier Heraud; y Sangre como flores (2011), sobre el poeta y dramaturgo Federico García Lorca.
“Investigo y leo un montón”, reconoce. “El trabajo de García Lorca fue el que
más me costó, considero que fue muy osado de mi parte el tratar de escribir
como Lorca”. Sobre Demonios en la piel, sostiene que es la historia de estos
tres figurantes y de la búsqueda de la
belleza en medio de lo más sórdido. “Para la obra de Heraud, me contacté con su
hermana Cecilia y le envié el texto para que me dé el visto bueno, por respeto
a su familia”.
Sobre el tan mentado "despegue" de la dramaturgia el
año pasado, según nuestro Decano de la prensa escrita, Eduardo afirma que “solo
está demostrando que existen editores o diagramadores a los que les pesa el trasero para buscar
fotos de obras de autores peruanos, para ilustrar una nota cuyo contenido sí
era interesante; desde hace diez años que se hace bastante dramaturgia peruana,
con el trabajo que se hizo desde el Teatro Nacional, a cargo de Ruth Escudero”.
Por otra parte, Eduardo considera que la televisión sí ha retrocedido 20 años,
por los problemas de censura que tuvo que enfrentar. “En los noventas, teníamos
una mayor libertad creativa”.
Entre sus múltiples proyectos para este año, Eduardo
estará participando en la producción de Japón, obra teatral escrita por Víctor
Falcón y dirigida por Carlos Tolentino, que se presentará en el Instituto
Cultural Peruano Norteamericano (ICPNA) de Miraflores. También estrenará su
obra ganadora del Festival Sala de Parto, llamada Cómo crecen los árboles, en
el MALI con la dirección de Gustavo López Infantas. Y por último, una obra cuyo
tema es el modelo “moderno” de la educación universitaria, con el grupo de
teatro Ultramar, bajo la dirección de Ximena Arroyo.
Sergio Velarde
Sergio Velarde
11 de febrero de 2014
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