miércoles, 12 de febrero de 2014

Crítica: EL MALENTENDIDO

La incomunicación del ser humano

Notable filósofo y dramaturgo francés, Albert Camus escudriñó como pocos la condición humana. En sus imprescindibles obras, abordó con maestría lo absurdo en la conciencia del ser humano y su falta de comunicación, luchando también contra todas las ideologías, ya que éstas alejan al hombre de su propia condición. Es por ello que la mayor virtud del montaje de su autoría, El malentendido (1944), estrenado dentro del XIII Festival de Teatro Saliendo de la caja, sea el de haber respetado y valorizado su postura ideológica, a través de una triste historia, con ribetes de tragedia griega, en el que un hombre se propone reencontrarse con su patria y su familia olvidada, con un desgarrador desenlace que pone en evidencia la irracionalidad de las personas en situaciones límite.

Camus nos traslada a una humilde posada, regentada por Martha (una inspirada Pamela Gonzales, también jefe del proyecto) y su madre (sobresaliente Rebeca Ráez), en donde los huéspedes encuentran un trágico final, pues madre e hija los asesinan para quedarse con su dinero. Hasta dicho lugar llega Jan (un correcto Gabriel González) junto a su esposa María (Vanessa Geldres); él quiere hospedarse sin revelar su verdadera identidad, la de ser el hijo pródigo que vuelve a casa veinte años después; y ella, por su parte, no está de acuerdo con esta decisión y le recomienda anunciarse como el que realmente es. La fatalidad empieza cuando Jan decide hospedarse y su familia no lo reconoce; pero también se inicia este drama muy bien llevado, con mano firme, en el que este malentendido desencadenará una lograda atmósfera de tensión y suspenso.

El director Rodrigo Chávez acierta con despojar del escenario cualquier elemento innecesario, centrándose en la historia y en conseguir actuaciones verosímiles dentro del drama. A pesar de un inicio un tanto forzado, la actuación de Pamela Gonzales convence y sale airosa de la escena en la que enfrenta a María, tras descubrir la identidad de su hermano. Rebeca Ráez y Gabriel González le aportan una cuota de ternura a su relación en escena, justificando así la decisión final de la madre. Sin embargo, el trabajo de Juan Manuel Ochoa, como el silencioso criado que lo observa y sabe todo, no logra cuajar, inclusive llegando a estropear el final del drama con su intervención. La desesperación y el hondo vacío que deja la ausencia de Jan en las tres mujeres, es retratado con mucho esmero. El malentendido es un montaje muy digno, una tragedia moderna en toda regla, dirigido con precisión, que nos trae de vuelta a Albert Camus y el universo de la incomunicación y del absurdo.

Sergio Velarde
12 de febrero de 2014

1 comentario:

Gustavo von Bischoffshausen dijo...

El Malentendido es una obra que esta en la historia en el teatro de Lima. En 1957, un año antes de su disolución, la Escuela Nacional de Arte Escénico la puso en escena en el Teatro ENAE (Pasaje García Calderón). También fue parte del repertorio del TUSM en 1960.