miércoles, 22 de junio de 2022

Crítica: NUESTRO PROPIO MUNDO


Imaginar un mundo nuevo

Nothing really matters, anyone can see,

Nothing really matters,

Nothing really matters to me

Any way the wind blows…

-Queen-

Lima es una ciudad gris, caótica: hostil. Es fácil darse cuenta de eso. Solo bastaría encender la TV a las 10 p. m. y ver cualquier canal nacional. Aun así, el limeño sale decidido a trabajar, tempranito, todas las mañanas. ¡Aguanta tu coche! No es que no sepa que vive en una ciudad peligrosa; sinceramente, yo creo que está acostumbrado a eso o tal vez se pone la máscara del superhéroe de su familia para transformar su vida y la de sus seres queridos, creyendo que más allá hay un mundo mejor. Sin embargo, no ha entendido algo: no existe un mundo mejor. Ese es uno de los temas que aborda la obra Nuestro propio mundo, dirigido por Henry Sotomayor García y escrito por Claudia Sacha, que se presentó en el la Asociación Cultural Campo Abierto. La obra fue interpretada por Jimena Rosas y Enrique Scheelje, además producida por Ocho Colectivo en colaboración con Proyecto88.

La dramaturgia está basada en el texto teatral de Sacha, que lleva el mismo nombre de la obra. Sobre esto, fue acertado el escogimiento de dicho drama para confrontar temas como la libertad y la protección. Además, representa las perspectivas que puede tener una persona ante una determinada problemática y cómo pueden variar estos paradigmas cuando el miedo se incrementa. En ese sentido, se puede resaltar los cambios de los personajes en cada momento de la obra. Por un lado, al inicio, se puede apreciar a una Sofía que posee una visión nihilista del lugar donde se encuentra, por lo que cree que no tiene sentido vivir en ese lugar subterráneo. Asimismo, se observa a un Javier que trata de escapar de la realidad e imagina ese lugar como si fuese el espacio donde habitaban antes. Por otro lado, al final de la obra, por acción del miedo a morir, Sofía imagina ese lugar como un espacio que se puede habitar; y Javier se presenta mucho más objetivo ante la situación anunciando que van a morir. 

El lenguaje de Nuestro propio mundo es naturalista, lo que es acertado, ya que colabora en la identificación con el espectador. Así, el mundo externo de Sofía y Javier se convierte en el mundo violento del espectador; y los personajes se vuelven la lucha o resignación del público, respectivamente. Además, su estilo permite apreciar qué tan hostil, adverso y perjudicial es el mundo. No importa si intentas lidiar contra eso o crear un lugar imaginario para evitar el sufrimiento. La fuerza del ser humano es tan diminuta que realmente nada importa, tal como diría Freddie Mercury en Bohemian Rhapsody.

La escenografía representaba un lugar subterráneo con un agujero tapado por maderas, por el cual podía traspasar la luz. Sin embargo, el carácter endeble de los materiales con el que estaba hecho y el poco control de la energía de los actores terminaron por romper la atmósfera que habían construido. Pues en un tramo de la historia, parecía que Sofía y Javier iban a escapar hacia el mundo externo, pero solo era que la escenografía se había quebrado. Por otro lado, los videos del mar y de la pareja complementan dicha escenografía, pues brinda una idea al espectador de cómo eran sus vidas antes.

En conclusión, Nuestro propio mundo, como toda obra, es un drama qué aún se puede mejorar para crear un mundo distópico más verosímil. Sin embargo, la puesta y los trabajos de los creadores se complementaron para crear esa ilusión al espectador, que funcionó en la mayoría de las escenas. Además, los temas abordados fueron acertados, porque representan esas verdades ocultas de la humanidad, tales como la creación de un espacio o una burbuja para la protección ante el sufrimiento y la angustia de vivir en un mundo nocivo.

Elio Rodríguez

22 de junio de 2022 

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