domingo, 30 de septiembre de 2018

Crítica: LA PROMESA


Tres historias de San Petersburgo

La ciudad de Leningrado (hoy San Petersburgo) durante la construcción del cerco que aisló a esta ciudad entre 1941 y 1944 es el escenario de La Promesa. En medio del bombardeo nazi y las hambrunas, Lika (Andrea Alvarado) y Marat (Diego Salinas) son dos jóvenes que sobreviven juntos a esta coyuntura. Ellos van a  establecer una relación sentimental que es afectada con la llegada de Leonidik (Ítalo Maldonado), quien aparece completamente herido, dando lugar a un triángulo amoroso que va a condicionar el resto de la historia. Los tres jóvenes son unidos principalmente por una promesa: la de luchar por un mejor mañana. Sin embargo, catorce años después cuestionarán si en verdad han cumplido esta promesa de juventud.

La puesta en escena, dirigida por Roberto Ángeles, constituye de una manera fiel la esencia del texto original de Alexei Arbuzov, tomando complejidad alrededor del contexto de la Segunda Guerra Mundial. La construcción de los personajes tomó redondez con la caracterización, basándose en elementos de época que incrementaron tanto la verosimilitud como la complejidad de los tres personajes en escena. Incluso en las escenas donde los personajes ya eran mayores, estuvo logrado el hecho de ver los catorce años que cada uno había pasado por su lado. Sin embargo, en cuanto al manejo de texto, hubo desigualdad entre los tres actores, destacando el trabajo de Andrea Alvarado por el nivel de especificidad que logró en este aspecto. 

La plástica de la obra se construyó gracias a elementos simples que fueron justos y necesarios para situarnos donde debíamos: jarrones de metal, lámparas con mecheros, maletines de cuero, ropa propia del clima ruso, insignias militares, entre otros. Todos estos objetos fueron parte de una selección detallada que, como ya se mencionó, aportaba a la caracterización de los personajes y a necesidades básicas para el desarrollo de la obra. La iluminación casi no varió debido a que no era un recurso constante de efecto dentro del drama, de modo que su presencia era básicamente dar la luz de los espacios evocados, mas no indicar algún tipo de código o convención.

La obra duró un tiempo considerablemente largo, un reto que entre los tres actores logró sostenerse en un ritmo parejo de representación.  Otro objetivo que este montaje alcanzó fue el hecho de mostrar el drama de los personajes a través de un contexto como la Segunda Guerra Mundial y, a la vez, mostrar que la situación de los personajes hoy en día sigue ocurriendo: personas que no pueden cumplir sus aspiraciones por obstáculos coyunturales. Más allá de mostrarnos personajes que vivieron en una época determinada, pone en vitrina un drama humano que no pierde vigencia: la frustración y, por consecuencia, la resignación. Finalmente, la obra es una invitación a la reflexión acerca de temas como la amistad, el amor, la valentía, los sacrificios y los sueños  dentro del contexto que estamos pasando.

Stefany Olivos
30 de septiembre de 2018

Entrevistas: ALFONSO SANTISTEVAN, ALBERTO ISOLA y CAROLAY RODRÍGUEZ


PRE-ESTRENO DE LA OBRA “EL CABALLO DEL LIBERTADOR”

A propósito del pre-estreno de la obra El Caballo del Libertador, segunda entrega de la Trilogía, acontecida en el Centro Cultural de la PUCP, Oficio Crítico conversó con el reconocido dramaturgo y director de la puesta Alfonso Santistevan y con sus protagonistas, el renombrado actor Alberto Isola y la joven actriz Carolay Rodríguez.

En principio, ¿cómo ha sido el proceso de creación de esta Trilogía?

A.S.: “Es un poco una locura, porque en realidad esto se le ocurrió hace algunos años a Alberto y me la propuso, y nos hemos demorado un poquito porque al principio pensábamos hacerlo en una casa y ahí hacer las tres obras (Vladimir, El Caballo del Libertador y Pequeños Héroes), porque las tres obras suceden en interiores. Además, llegamos al espacio como metáfora del Perú, las tres obras tratan sobre el Perú; pero al final llegamos acá, al Centro Cultural de la Católica, que decidió producir el proyecto junto con la Facultad de Artes Escénicas y entonces, hicimos esta casa que es ahora el escenario y en esta casa suceden las tres obras, lo único que cambian son los muebles, pero la casa es la misma, es la misma escenografía.”

“Ha sido un poco una locura, digo, porque es hacer tres obras simultáneamente; entonces, hay una que dirige Alberto, otra que dirijo yo, otra en la que actúa Alberto, hay otra que dirigimos los dos, pero que yo también actúo. Es un poquito complicado, son tres elencos distintos pero los directores son los mismos; ha sido bastante estresante, pero también ha sido para mí y creo que para Alberto también muy enriquecedor, porque creo que estamos trabajando con los actores que realmente queremos que hagan estas obras, que son actores absolutamente de primer orden y, además, creo que también es muy interesante montar esto con una visión de lo que pasa hoy. Son obras escritas hace muchos años, así pues pensar cómo va a ser la recepción hoy, eso a mí me interesa particularmente como autor y creo que Alberto en el caso de Vladimir, por ejemplo, le ha dado a la puesta en escena algo distinto a lo que tenía la original, ha hecho algunas trasposiciones que ayudan a ver la obra más desde el punto de vista del hijo que de la madre, cosa que no era en el original.”

“En este caso, El Caballo del Libertador, sí es la puesta en escena tal cual, pero claro, con el concurso de Alberto y de Carolay, que aportan enormemente a la obra en profundidad, en intensidad ¿no? Y para mí, es viajar al origen de hacer esta obra, porque es la primera que escribí, por lo que ha sido muy removedor y estamos en proceso con Pequeños Héroes, estamos ahí empezando”.

Respecto a la puesta original y a la que se presenta actualmente, ¿cuál sería el punto de comparación en su opinión?

A.S.: “La diferencia sustancial está en que, en la primera puesta, yo lo único que tenía era un relato, que se lo di a los actores, en base a eso improvisaron y creamos la obra; en realidad, yo la creé con ellos a partir de un relato mío, pero con las improvisaciones de ellos, por eso es que en el programa están los nombres de Maritza Gutti y José Enrique Mavila, que fueron los que hicieron los papeles, porque tú te das cuenta que la obra es bien episódica; un poco como que cada escena fue una improvisación, que corresponde a una sesión de improvisación. Entonces, guarda esa impronta de lo improvisado y eso es rico ¿no? Es un poco raro, porque hacer este texto sin los actores que la crearon, y convertida ya en un texto fijo es un poco extraño a ratos, pero Carolay y Alberto tuvieron la paciencia enorme de soportarme que yo reprodujera muchas cosas del montaje original, en términos de espacio, de movimiento, de vestuario y de cosas así, pero claro, a la vez, ellos evidentemente han aportado muchísimo en profundidad, en la interpretación misma de los personajes, en humor, en un montón de cosas que le han dado a la obra.”

Por su parte, Carolay Rodríguez comparte la experiencia de abordar este personaje lleno de matices y cambios. “Ha sido complicado, trabajador y enriquecedor, porque he tenido que pasar de diferentes emociones y han habido escenas cortas en las que estaba riéndome y en la otra tenía que entrar llorando; así que abordar eso ha sido como complicado, pero he tratado de coger técnicas que justo estoy trabajando en mi tesis para abordarlo en esta obra. Es emocionante, además, estar en escena con Alberto Isola, que lo escuchas y ya aprendes muchísimo; de Alfonso Santistevan, que te dirige muy bien y te da mucha tranquilad; me he sentido segura, no me he sentido como nerviosa, ni nada, sino que he sentido mucha seguridad al abordar esta obra”.

Acerca del idioma, pues Carolay desarrolla algunos parlamentos en quechua, nos comenta que tuvo que parenderlo para la puesta. “Además, Alfonso me pasó el texto, cómo se escribía, yo dije ya, pero, ¿¡cómo se pronuncia!? Entonces, pregunté a maestras (Ana Correa), le dije si tenía un contacto, ella me lo pasó, me mandó un audio con la pronunciación, he estado practicando y practicando. Luego le dije a mi abuela también, quien es de Ayacucho, me dijo cómo repetirlo, lo he repetido hasta interiorizarlo y de verdad, poder decirlo sin ninguna complejidad”. Respecto al mensaje de la obra, Carolay resume que “a mí lo que me llena mucho es esta necesidad del vínculo para sobrevivir, siento que siempre hay esta necesidad de unirse al otro y acompañarse para poder luchar y seguir adelante, uno nunca está solo, sino que necesita de alguien más, por eso debemos ser empáticos; eso por un lado, y por otro, es la memoria de lo que pasó: yo he aprendido muchísimo a partir de esta obra, de los reportajes que veía, del miedo que había en la gente de solo salir a comprar el pan. Ha sido en verdad enriquecedor tener que pasar por este personaje y vivirlo.”

Asimismo, Alberto Isola nos cuenta cómo ha llevado el proceso de participar en este proyecto. “Esto es un viejo sueño, yo vi los tres montajes originales de los que no recuerdo mucho, salvo la sensación muy fuerte y a los maravillosos actores. Estos son textos, además, que se han hecho mucho en talleres, en escuelas, yo mismo los he hecho un par de veces y yo sentía que eran textos que tenían que ser vistos; entonces en algún momento le dije a Alfonso: ‘Oye, son tres, las tres tienen cosas en común’; él me decía: ‘Pero yo no la escribí así’; ‘Pero, bueno, yo sí veo cosas en común’; entonces esa fue la idea originalmente. Felizmente, no se dio así, porque al principio yo iba a dirigir las tres, pero yo tenía un problema con la obra El Caballo del Libertador, porque me parece como muy personal, así que lo que estamos haciendo es una reformulación de su montaje. Me gusta, porque me parecen textos que no solamente hablan de una época de la cual es importante hablar, sino porque tienen una dimensión poética y teatral muy grande, entonces, me parecía que tenían que ser vistas donde tenían serlo, que es en el teatro, para el público en general”.

Acerca de las simbologías en la representación, Isola comenta que “es bien curioso, porque Alfonso es muy práctico: yo, el primer día, le dije: ‘Pero este hombre qué tiene, ¿está ciego?’ y me dijo: ‘No, ha cerrado los ojos, porque no quiere mirar y se acabó’; entonces, ¿es Bolívar, no es Bolívar? Es Bolívar, ¿por qué? No importa, ¿está soñando? No sé, entonces lo que quiero decir con esto, es que todo lo trabajamos muy concretamente, porque creo que una de las cosas más difíciles de hacer símbolos en el teatro, es que no se quede en una cosa media etérea; por eso, trabajamos mucho la verdad del personaje y asumimos como una circunstancia dada que este hombre cerraba los ojos y se acabó”.

En cuanto a una comparación en el tiempo de la obra, agrega que “la gran diferencia es que esta obra termina cuando va a empezar lo peor en la historia, nadie sospechaba que lo que vino después iba a ser lo que fue, o sea peor todavía. Ahora estamos viendo para atrás; por eso, creo que la mirada ahora es una hacia lo que fue y lo que ha pasado en todo ese tiempo. Inclusive, cuando hicimos Vladimir, hemos cambiado y ahora esa obra comienza de otra manera que cuando originalmente se hizo, porque pensábamos que era importante que la obra se viera desde el punto de vista del chico y no de los padres; acá no, porque esta es una obra mucho más metafórica; yo creo que la obra hace lo que el teatro hace: uno que te toca a un nivel mucho más inconsciente, más poético y te hace preguntarte qué pasó, si seguimos con los ojos cerrados, si los vamos a abrir o no y por qué es tan difícil abrir los ojos. Y por qué todavía hay tanta violencia y animadversión cuando se habla de estos temas y de esa época. Recuerdo esos años, porque fueron realmente duros y creo que ahora uno se da cuenta, claro, y cuando te das cuenta lo que pasaba en otros sitios, sientes que tu vida, por dura que fuera, no ha sido tanta como la de los demás, Yo recuerdo el teatro hace años como un espacio de solidaridad, de compañía y donde además íbamos a ensayar y a veces había un coche bomba, a veces se iba la luz, pero hacíamos teatro, y era una manera de resistir, así que el refugio estaba ahí también, no solamente era uno en el otro a nivel personal, era también un refugio en el teatro, que incluye a los espectadores, como un espacio de resistencia”.

Para finalizar, el destacado actor recomienda ver la obra por “dos razones muy sencillas: la primera es porque creo que está entre los más grandes textos de nuestra historia teatral y los textos hay que verlos en el escenario y creo que durante muchos años, yo lo he hecho también, estas obras se han hecho mucho (en talleres) y está muy bien, pero, creo que es importante que sean vistas por un público mayoritario, porque son parte de nuestra historia teatral. Por otro lado, porque evidentemente es un espacio de reflexión importante, metafórico, y por eso creo que muy particular, sobre algo de lo cual todavía no hemos salido, entonces, todo este tema de la memoria me parece muy, muy interesante. El otro día alguien me dijo: ‘Oye, nosotros en el noventa y cuatro éramos como los venezolanos ahora?, pues sí, o sea teníamos que migrar, yo mismo tuve que migrar dos veces, porque no podías trabajar en este país; así que es bueno empezar a ver todo eso y darte cuenta de realmente dónde vamos, sobre todo, para contrarrestar todos los discursos reaccionarios, xenófobos, de todo tipo ¿no?, o aquellos que sobre todo, tratan de borrar la capacidad de recordar y de pensar”.

Maria Cristina Mory Cárdenas
30 de setiembre de 2018

sábado, 29 de septiembre de 2018

Crítica: EL CABALLO DEL LIBERTADOR


Una reafirmación de la memoria

El Caballo del Libertador (1986), obra escrita y dirigida por Alfonso Santistevan, se presenta en el Centro Cultural de la PUCP, como parte de la Trilogía-Años de Amor y Furia (del mismo autor). Esta pieza teatral busca trasladar al espectador a los momentos de zozobra, violencia e incertidumbre que sufrió nuestro país. Para ello, el encuentro de dos personajes será el marco ideal de un profundo relato.

Una construcción basada en las improvisaciones de Maritza Gutti y José Enrique Mavila, así como en las propias descripciones del autor. Con el paso del tiempo, la propuesta se ha convertido en lo que vemos ahora, la historia de un profesor (Alberto Isola) y una prostituta (Carolay Rodríguez), quienes al quedar atrapados en una vieja casona limeña, intentarán lidiar con una guerra que no comprenden; entonces, en medio del conflicto, aparece un cadáver (que alude al Libertador Simón Bolívar) recordándonos las pugnas en busca de libertad, además de las vidas que se han sacrificado en nombre de la guerra.

El Caballo del Libertador es una puesta potente, que se ha convertido en atemporal (por lo trajinado de su montaje).  Desde el trabajo de dirección hasta la estética y, sin duda, las contundentes interpretaciones de Isola y Rodríguez, quienes con vasta sensibilidad y verdad logran calar en el espectador, mostrando una buena química en escena. Los simbolismos y metáforas de la narrativa son plasmados en el escenario de forma natural, a través de escenas casi episódicas que nos transportan a una época sombría, en la que dos personajes tan distintos como humanos buscan refugio en el otro, cuando parece que todo ha terminado.

Una reafirmación a la memoria, al pasado que nos convirtió en esta Nación, que aún no termina de establecerse, pues supone un deber de todos, el reafirmar nuestra identidad como sociedad. Un montaje que debe ser visto y valorado, sobre todo por las nuevas generaciones, que bien pueden encontrar en este relato un punto referencial para fortalecer sus inquietudes acerca de nuestra historia.

Maria Cristina Mory Cárdenas
29 de septiembre de 2018

martes, 25 de septiembre de 2018

Crítica: CAÍDAS DEL CIELO


Lazos entrelazados

En esta ocasión, la legendaria sala de la Asociación de Artistas Aficionados fue testigo de la puesta Caídas del Cielo, escrita y dirigida por María Fernanda Gonzáles, con las actuaciones de Alana La Madrid, Martha Gecé y Rosabel Rojas.

La trama narra el encuentro entre tres mujeres (una publicista, una religiosa y una jovencita que ha perdido a alguien muy cercano). Todas con un pasado en común: su padre, quien al morir, despierta la inquietud de una de ellas por conocer a sus medias hermanas, propiciando una reunión que revelará no solo el vínculo sanguíneo que comparten, sino también las carencias, frustraciones y la desmedida idealización por la figura paterna. Dándoles la oportunidad, de construir lazos de apoyo y complicidad.

Respecto al montaje, se recreó correctamente el ambiente, utilizando elementos acorde a la propuesta. De otro lado, se trataba de una narrativa sin mayores sobresaltos y juego escénico, lo cual permitía al espectador centrarse en la acción de los personajes; sin embargo, considero que hubiera sido un plus arriesgar y otorgarle mayor dinamismo a esta pieza de un solo acto. Si bien las interpretaciones exteriorizaban características particulares de la personalidad de cada personaje, en ciertos momentos se forzaba la energía. Asimismo, el epílogo de la obra quedó un tanto abierto, puesto que la agilidad con la que se desarrollaron las acciones no permitió que las intenciones de los personajes, a pesar de haber descubierto una conexión entre sí, quedaran del todo claras hacia el final.

Caídas del Cielo abordó temas en boga como la ausencia paterna, los lazos familiares y su repercusión en la construcción de la identidad del ser humano, la reconfiguración de las relaciones filiales, etc. En ese sentido, se logró comunicar, extender un mensaje al público, que finalmente se sintió identificado con estos personajes, tan distintos unos de otros, pero que, a través de sus desencuentros y penas, descubren los fuertes lazos que las conectan, los que seguramente se empezarán a componer y fortalecer.

Maria Cristina Mory Cárdenas
25 de setiembre de 2018

Crítica: FABULANTES


Fabulantes Andantes

El experimentado actor, dramaturgo y productor audiovisual Herbert Corimanya nos presentó su última creación dedicada al público infantil: Fabulantes. Corimanya encabeza la productora de contenidos Butaca, Arte y Comunicación, con la cual ha realizado varios proyectos escénicos. Fabulantes trató de una historia centrada en un mundo donde un grupo de animalitos viajan a través de varios lugares dejando enseñanzas éticas a sus espectadores. Fue una producción de gran realización técnica con diseñadores de vestuario, ilustración, fotografía y composición musical a cargo de la joven experta en el Theremin, Veronik. Las actuaciones estuvieron a cargo de Eduardo Ramos, Joel Soria, Priscila Arévalo, Martín Velásquez y Luis Cárdenas Natteri.

El equipo de Butaca inició la función con puntualidad. El público se mostró animado a entrar y estuvo compuesto principalmente por familias con niños pequeños. Fabulantes, como se mencionó líneas arriba, fue una serie de historias donde los actores interpretan variados personajes en la misma obra. No se trató de una historia lineal, que hizo reflexionar sobre qué es el teatro y si este necesariamente debe presentarse en un formato de historia testimonial.

En Fabulantes, pareciera que las diferentes historias fueran presentadas con una rapidez capaz de confundir a un espectador mayor, pero en aquella oportunidad, los niños, su público objetivo, no lo estuvo. Todo lo contrario, ellos estuvieron totalmente entretenidos y emocionados por el espectáculo, lleno de música, historias, mímicas y situaciones cómicas. La constante participación del público los motivaba y les mantenía concentrados. El relato no se detuvo y pareciera que las historias no tuvieran que ver una con la otra.

Finalmente, habría que reconocer el gran trabajo de Gladis Castillo en la elaboración de los coloridos vestuarios y de gran calidad, así como la musicalización a cargo de Veronik, que logra emocionar al público. Fabulantes estuvo en una corta temporada los meses de agosto y setiembre, los fines de semana en el Centro Cultural Ricardo Palma.

Enrique Pacheco
25 de septiembre de 2018

viernes, 21 de septiembre de 2018

Crítica: VELADA MISERABLE


Una velada sensorial

La Asociación Cultural Panparamayo fue la gestora de Velada Miserable, una propuesta teatral que estuvo compuesta por cinco breves obras unipersonales, creadas especialmente para fines de este montaje. Las historias tuvieron un eje temático en común: la miseria humana tocada desde una perspectiva escénica conceptual.  Esta obra contó con las actuaciones de Ares Escudero, Sandro La Torre, Sheillah Gutiérrez, Mario Ballón y Michella Chale. La pieza estuvo a cargo de Escudero con la obra Quebradura; luego se presentó Polen, creación de Mario Ballón; posteriormente, Una sola gota de Sheillah Guitérrez; Cúmulo, de Michella Chale fue la penúltima pieza; y cerró Pelagato, obra de Sandro La Torre.

Cinco historias de quince minutos ubicadas en distintos espacios del Club de Teatro de Lima permitieron la movilidad del público entre escena y escena,  dando lugar a lo que parecía ser un inusual tour nocturno por las instalaciones del teatro. Hubo un manejo óptimo de la movilidad del público, y rapidez en los cambios entre obras, lo que permitía que el espectáculo continuara su curso.  Cada unipersonal estaba compuesto por recursos escénicos estimulantes sensorialmente hablando, pues no eran construcciones convencionales: la palabra fue de los recursos menos usados. La corporalidad en las cinco historias tuvo protagonismo debido a la especificidad de movimiento y acción en escena; del mismo modo, los objetos utilizados por los actores tenían un objetivo específico en escena, por lo que sumaban y complejizaban el hecho escénico.

El aspecto más logrado de este montaje fue el hecho de haber utilizado recursos actorales sensorialmente estimulantes. Había una estética determinada en cada una de las obras: la mezcla de colores, incluso el uso de elementos tenían en sus texturas un aporte visual distinto al espectador.  En cada uno de los trabajos presentados en la velada, se notó una estructura dramática establecida, de modo que se notó la evolución de cada una de las obras de inicio a fin. Sin embargo, en el primer montaje, a cargo de Escudero, hubo a mi parecer un agujero negro entre el uso de huevos en escena. Fue la pieza que no terminó de concluirse sensorialmente hablando. La que percibí más lograda fue la última, a cargo de La Torre, debido a que desde el inicio se percibía qué universo temático iba a tocar gracias a las bolsas de mercado colgadas en todo el espacio, al igual que gracias al mecanismo de movimiento tan bien diseñado, interesante desde el primer momento.

Un espectáculo como Velada miserable fue una propuesta con mucha apertura para el espectador: permitió encontrarle un sentido “lógico”, un sentido sensorial, un sentido estético, etcétera. Desde todas las perspectivas he podido notar cómo la noción de “miserable” puede canalizarse de maneras distintas en escena, sin llegar a ser un espectáculo panfletario del tema. Ha sido un buen trabajo en el que no ha habido restricciones en cuanto a herramientas actorales, y que parece haber cumplido el objetivo que Panparamayo le dio a este espectáculo: reflexionar sobre lo miserable sin llegar a lo literal.

Stefany Olivos
21 de septiembre de 2018

Crítica: SOLO REPETICIÓN


¡Que no nos cueste cambiar!

Un ruido estridente es la indicación para que los personajes (Actriz 1 y Actriz 2) se encuentren en escena. Entonces, una serie de acciones y diálogos empiezan a desarrollarse, precedidas de una elocuente coreografía, ejecutada de manera distinta por cada una, surgiendo la poesía de forma natural y sin complicaciones. Solo Repetición, escrita por la investigadora y dramaturga argentina Araceli Arreche, es la propuesta que el director Javier Quiroz lleva a cabo en la Asociación de Artistas Aficionados.

El texto alude a la memoria de las poetas suicidas María Emilia Cornejo, Alejandra Pizarnik, Alfonsina Storni y Florbela Spanca; convirtiendo a la poesía en una piedra angular, reflejada a través de simbolismos cuidadosamente trabajados en la puesta por el director y ejecutados con destreza, precisión y aplomo por las actrices Jhuliana Acuña y Maylee Díaz. 

De otro lado, complicado trabajo hacer que el espectador conecte con una narrativa de esta naturaleza; sin embargo, apostar por un escenario sin mayores pretensiones que un acompañamiento musical añejo y pícaro, una iluminación llamativa y especialmente, una valiosa calidad interpretativa, sin duda, aportaron mucho más, logrando capturar la atención y curiosidad de los asistentes. Solo Repetición supone una construcción que va envolviéndose poco a poco, en un juego de acciones repetidas que agobian a los personajes y al romperse este frenesí, salen a relucir ciertos paralelismos, que han marcado el rol de la mujer en la sociedad a través de los tiempos. Llegando a encasillarla, atraparla y sumergirla en lo que “debería” hacer, no hacer, sentir o no sentir.  

Este montaje es un grito valiente de reflexión, que vestido de poesía nos invita a vernos interiormente, a hombres y mujeres, reconociéndonos como seres humanos, con una gran necesidad de reencontrarnos sin prejuicios ni arquetipos. Tal vez, con esta nueva mirada cueste menos lograr ese cambio que nos urge, a ti, a mí, a todos. 

Maria Cristina Mory Cárdenas
21 de setiembre de 2018

jueves, 20 de septiembre de 2018

Crítica: VIDAS ALTERNAS


Una impro que sana

Cuando vi en facebook el evento de Vidas Alternas, inmediatamente llamó mi atención: noté que era una propuesta distinta (a la improvisación teatral convencional), pues la frase “improvisación terapéutica” añadía un plus que en mi opinión, la hacía muy atractiva. Y no me equivoqué. La construcción de este viaje hacia nuestro interior, visto desde la emoción del otro (el de los improvisadores), es una vivencia realmente intensa.

Bajo la dirección de Alejandra Bouroncle, la improvisación terapéutica estuvo presentándose en el Antiguo Cinematógrafo de Barranco, con muy buena aceptación. Para comenzar, la interacción con el público se da desde el momento de ingresar al acogedor ambiente, el mismo que está acondicionado con fotografías de momentos especiales de los improvisadores; además de artículos vintage* como el Slam o simples juguetes, diplomas, cartas etc. Creando así una atmósfera cargada de nostalgia y recuerdos, que va acompañada por la música del artista invitado para esa función.

Cabe mencionar que al ser cada función diferente, el planteamiento y temática, así como los músicos y  especialistas invitados, variaban. Así pude experimentarlo porque asistí dos veces. Entonces, los improvisadores empiezan a crear las historias a partir de sus propias experiencias, tomando también los testimonios de  los asistentes, recopilados al momento de la interacción inicial, haciendo de la improvisación un remedio que combinaba las sensaciones, la música, el movimiento y el juego en escena.

Con un reparto conformado por Giacomo Benavides, Isabel Falcón, Luis Alonso Leiva, Margiori Machi, Marne Cortijo, Milagros Machi, Verónica Sosa y Wil León, quienes con gran generosidad, ingenio, entrega y honestidad, hicieron un trabajo en el cual el espectador fue protagonista. Vidas Alternas fue una experiencia personal y conmovedora, que le permitía al público reconocerse en cada intervención de los improvisadores; conectarse con sus emociones más profundas, con sus recuerdos más felices y dolorosos, reencontrando a un grupo de seres humanos que sin conocerse, al final comprenden que comparten más de lo que creen.

La apertura de mente y corazón jugó un papel clave durante la función; logrando de manera natural una complicidad y confianza, que se vio reflejada en la retroalimentación del colectivo hacia el final de la experiencia. Me quedo con la frase final de la directora: “No estamos solos”. Y no lo estamos, por más que así parezca o así lo queramos. Gracias al equipo de Vidas Alternas por recordarnos que en tiempos de prisa, estrés, tecnología e inmediatez, siempre podremos conectarnos mejor a través de una convivencia real y cercana, volviendo a nuestro interior cada vez que necesitemos sanar.      

*Vintage, no es un término reconocido por la Real Academia Española (RAE). Se trata de una palabra inglesa que puede traducirse como “vendimia”, aunque se utiliza en nuestro idioma para designar a los objetos antiguos de diseño artístico y buena calidad (Fuente: https://definicion.de/vintage/). 

Maria Cristina Mory Cárdenas
20 de setiembre de 2018

lunes, 17 de septiembre de 2018

Crítica: MÁS QUE FÚTBOL


Más que una pasión

La Escuela Nacional Superior de Arte Dramático presenta la obra Más que Fútbol, escrita y dirigida por Franco Iza; la misma se basa en la historia de los personajes del libro “El fútbol a sol y sombra y otros escritos” del autor Eduardo Galeano.

El llamado “deporte rey” genera distintas emociones, tanto dentro como fuera de la cancha. Y es precisamente este argumento el eje principal de la puesta. Enfocando la perspectiva de cada uno de los protagonistas (el capitán, el director técnico, el arquero, el hincha y el resto de jugadores), se desarrollan las acciones a través de una suerte de monólogos. Además, los actores interactúan con el público en ciertos momentos; en este punto, cabe señalar que si bien utilizar la interacción como herramienta para dinamizar la escena es válido, hacerlo de forma más progresiva y no de golpe, hubiera sido más acertado, ya que el público estaba familiarizándose poco a poco con la escena.

De otro lado, encabezando el elenco, la presencia de Paco Varela –interpretando al director técnico y al árbitro- fue contundente, mientras que los jóvenes actores (Jorge Bazalar, Luis Miguel Yovera, Christopher Gaona y Jean Jairo Collazos) estuvieron compactos y sólidos en sus ejecuciones, con la energía justa que demandaba la naturaleza de la narrativa.

Uno de los momentos más divertidos fue en el que intervinieron los hinchas, recordándole al público que también lo son, cada vez que un partido se produce. Otro detalle bastante acertado fue el hecho de hacer partícipe al espectador cuando se recrea el tiempo de los penales, pues ya avanzada la propuesta, el público está más conectado. Pasando al cierre de la obra, este tampoco quedó muy claro, porque se dio de manera intempestiva.

Más que Fútbol es una pieza teatral cargada de emoción y sentimiento, que permite conocer y entender un poco mejor a los protagonistas de este juego, convirtiendo al público en el confidente de los miedos, la presión, la angustia y la algarabía que encierran esos 90 minutos (y el tiempo suplementario) para estos personajes, que trascienden a la realidad, una no muy lejana, considerando la reciente clasificación de la selección peruana al Mundial de Fútbol. Queda clara la intención de mostrar este popular deporte en su versión más íntima, que sin duda va más allá de una pasión.

Maria Cristina Mory Cárdenas
17 de septiembre de 2018

sábado, 15 de septiembre de 2018

Crítica: ANARQUÍA EN LA OFICINA


La anarquía de lo absurdo

Escrita y dirigida por Rafael del Silencio, Anarquía en la oficina es una puesta en escena que tiene lugar en el Teatro Racional. El gerente general de una importante empresa encuentra un papel sucio en su escritorio, lo que desencadena una crisis y una serie de situaciones absurdas que desestabiliza a todos los empleados de la empresa, sin importar el cargo dentro de la organización. Este montaje cuenta con la participación de Aldo Leveroni, Carlos Fernández, Marco Saldaña, Carlos Reynafarje, María Elena Acuña y Rubén Bardales.

La puesta en escena se desarrolla en las irreverentes instalaciones de “Esta empresa importante S.A.C”, una oficina sucia y descuidada. El hecho de que el lugar esté lleno de basura y el gerente se desespere por encontrar basura en su escritorio es lo que desencadena el resto de hechos en la obra. Es claro que, tanto desde la dirección como desde la dramaturgia, hubo una intención de criticar a toda voz temas como la explotación y el desarrollo organizacional de las empresas hoy en día, donde la jerarquización de las corporaciones hace que las jornadas de trabajo sean cada vez menos amables con el ser humano. Sin embargo, en un montaje es necesario equilibrar todos los recursos escénicos para poder lograr uno potente e interesante de ver. La obra se basó en estrategias muy evidentes de denuncia: maquillaje clownesco, situaciones engorrosas entre los personajes, estilo de actuación grandilocuente y exagerado, incluso con un texto que estaba elaborado sin dar lugar a la metáfora en escena. La mezcla de todos estos elementos hizo que la puesta en escena resulte grotesca, con información redundante y manejada sin cuidado. Era agotador ver cómo se desarrollaba la obra donde todos los personajes “actuaban la crítica social” o “actuaban lo absurdo”, en lugar de tener el objetivo de manejar lo absurdo o el humor negro como un resultado del trabajo en escena, mas no como una característica que se deba actuar –o sobreactuar, para tal caso-.

Las puestas en escena que quieran indagar en estéticas como el absurdo, o abordar la sátira, deben tener en cuenta toda una serie de herramientas artísticas que ahora no entraré a enumerar, pero hay una cuestión básica: no se puede tratar una obra “absurda” absurdamente. Es decir, no se puede pretender actuar lo absurdo como característica de un personaje, o pensar lo absurdo como una cualidad que se debe notar en escena como un adorno. Lo absurdo o lo satírico de una obra debe ser el resultado de un diálogo entre la interpretación, la dramaturgia, la dirección y la estética que un montaje se proponga tener. Si se separa cada uno de estos ítems y se trabaja por separado para que sea absurdo sin ninguna justificación escénica, entonces estamos hablando de un trabajo a medias tintas. Es necesario repensar cómo puede llegar un mensaje de manera más potente: evidenciando la información de manera incluso panfletaria, o dejando lugar a que el público pueda atar cabos a partir de la puesta en escena.

Stefany Olivos
15 de septiembre de 2018

jueves, 13 de septiembre de 2018

Crítica: SOLO COSAS GENIALES


El genial viaje de Norma Martínez

El teatro Ricardo Blume da lugar a Solo cosas geniales, escrita por Duncan Macmilla, siendo este el primer unipersonal de la actriz Norma Martinez.  Una niña de siete años se propone escribir una lista de cosas geniales para contrarrestar su difícil situación familiar: una madre que acaba de intentar suicidarse y un padre que debe explicar a su pequeña hija lo que está sucediendo. Temas como el suicidio y las consecuencias que desencadena un hecho como este son tocados con un aire lúdico, donde la historia, llena de humor, va adquiriendo una atmósfera acogedora.

La recepción del público está a cargo de la misma actriz, quien va buscando aliados entre los asistentes a la función para momentos específicos de la obra. Esta bienvenida aporta a la sensación de estar siendo recibido en una fiesta de antaño. La gran sonrisa de Norma, al lado de los objetos que va entregando a los ayudantes del día, provoca gran expectativa sobre lo que viene. Varios de los asistentes a la función tienen en sus manos objetos viejos, cartas, libretas con el aire hipster tan de moda actualmente.

La función empieza: un gran viaje de la actriz que, con eficiencia, va jugando y calibrando su interpretación desde personajes como el de una niña de siete años hasta la mujer adulta que nos cuenta la historia de cómo la lista de cosas geniales se fue formando. Es interesante el trabajo de personajes que realizó Norma, debido a que interpretó a uno mismo en distintos rangos de edades. Esto funcionó debido al nivel de especificidad que la actriz logró en escena a través de las acciones físicas. El uso del escenario circular fue impecable, incluso ubicaba adecuadamente a la  gente del público que invitaba a “actuar” de algunos personajes importantes dentro de la historia como el padre, un novio, etcétera.  Un recurso que funcionó para el manejo del espectáculo por parte de Norma es el hecho de adquirir una posición de animadora en relación al público. Cuando el personaje hablaba desde su adultez, daba la impresión de tocar al público con su voz, debido a lo potente y a la especificidad del trabajo de texto evidente para la representación. La especificidad del trabajo de toda la puesta en escena permitió apreciar el montaje tanto desde el lado técnico como desde el lado temático.

La habilidad para manejar momentos de distinto talante a lo largo de la obra permitió ver capas distintas que forman parte del imaginario “suicidio”. Hay mucha reserva y tabú con este tema, y se suele enfocar desde la perspectiva del suicida; sin embargo, esta obra se nos presenta desde la periferia, desde el lado de los familiares que tienen que lidiar con personas depresivas. Los efectos colaterales en familiares víctimas de suicidio suelen tener incluso menos atención que las propias víctimas. Los índices de suicidio aumentan cada año debido al ritmo de vida agitado que tenemos actualmente. ¿En dónde empieza y en dónde termina la cadena de un suicidio? Es una de las preguntas que me deja este montaje, una invitación a pensar en aquellas pequeñas cosas geniales que no se suele ver día a día y, si le prestamos atención, pueden convertir días monótonos en días de solo cosas geniales.

Stefany Olivos
13 de septiembre de 2018

Crítica: JARDÍN DE PULPOS


La memoria de los sueños

Jardín de Pulpos, obra del reconocido dramaturgo argentino Arístides Vargas, se presenta en el Teatro Auditorio de Miraflores. En esta ocasión, dirigida por Michael Joan, como parte del trabajo que viene realizando la Fábrica de Creación, eje pedagógico de la Asociación cultural “La Vale”. 

Mediante una narrativa lírica, el autor combina el drama y la comedia, dándole vida a la historia de José, un hombre sin memoria, quien al encontrarse con Antonia, intentará recobrar sus recuerdos y su propia identidad. Sin duda, un texto que requería una fuerza interpretativa potente y clara, que fue aportada por los actores Rodrigo Rodríguez (interpretando a José) y Pamela Paredes (en el papel de Antonia), pues sus intervenciones sostuvieron los momentos más notables de la puesta.

Con un montaje minimalista, apoyado por el juego de luces y una gigantografía aludiendo a personajes diversos de la historia latinoamericana, Jardín de Pulpos refleja la pérdida, el exilio y el olvido, que se conjugan con los sueños de un hombre profundamente tocado por ciertos acontecimiento que han marcado su vida. A su vez, completan el elenco Diana Rosas, Kevin Velarde, Mónica Cava, Liz Godoy y Sebastián Lazo, quienes estuvieron correctos en sus ejecuciones.

Una obra que resalta la memoria y el recuerdo, especialmente en tiempos de represión y conflicto. Invitando a la reflexión, a través de metáforas y diálogos sin sentido aparente, que esconden dolorosas verdades y un pasado que se ha quedado en la memoria de los sueños.  

Maria Cristina Mory Cárdenas
13 de septiembre de 2018

jueves, 6 de septiembre de 2018

Crítica: JUAN SIN MIEDO


Juan, una aventura épica

“Esta es la versión fidedigna de la historia de Juan sin Miedo, y el que no lo quiera creer que pague más por su entrada.” Con esta divertida alocución, el actor Luis García Olaya presentó un espectáculo para toda la familia: la historia del personaje Juan sin Miedo, el chico que lo que más anhelaba era descubrir qué era el miedo. Las actuaciones estuvieron a cargo, además del citado García, de Andrea Alvarado, Daniel Menacho Lizárraga, Sebastián Ramos y Cecilia Rechkemmer. En aquella oportunidad, se presentó una versión original del dramaturgo y director teatral Alonso Alegría, basada en los escritos de los hermanos Grimm. Alegría dirige, desde el 2011, el proyecto Vivero de Dramaturgia, un espacio de creación, análisis y producción de historias teatrales.

Las puertas del escenario del centro cultural Casa Amaru se abrieron con puntualidad. El público estuvo compuesto principalmente por familias con niños, pero estos no eran tan pequeños, pues tenían entre 8 a 11 años. Es importante mencionar que el escenario elaborado por el equipo era para muy pocas personas y la iluminación, con un par de luces de escenario que enfocaba a los actores y una ventana en el techo, por la que pasaba la luz natural. El público estuvo compuesto por un total de 20 personas.

 La obra abarcó una serie de anécdotas que le suceden a Juan, interpretado de manera muy creíble por Menacho Lizárraga. En sus ansias por alcanzar a tener algún día el miedo, este sortea una serie de obstáculos. Los actores interpretaron diferentes personajes a lo largo de la historia, con excepción, claro está, de Juan; además, fue interesante el vestuario, pues partió de una misma extensión de tela de color verde pardo. Llamó la atención que el director haya decidido que los actores esperen sentados en sillas en las cuatro esquinas del escenario antes de entrar en escena. A pesar de esta situación, el espectador no perdió interés en la acción dramática, sobre todo los niños, que se mostraron emocionados por cada una de las expresiones ingenuas y situaciones cómicas que le sucedieron a Juan.

No hubo ni una sola interrupción por parte del público durante las escenas. Un elemento interesante visto durante el montaje fue que los actores en todo momento sostenían en sus manos una especie de libros que parecían ser sus diálogos. Este elemento fue extraño, pues se trataba de actores de una cierta experiencia y por lo tanto, tener sus diálogos a la mano no debería ser una prioridad. Lo más probable es que Alegría haya querido incluir este elemento para darle a su puesta una impresión subjetiva, de que el montaje se trataba de una versión más fiel a la literatura de los hermanos Grimm.

Juan sin miedo estuvo en temporada los fines de semana del mes de agosto en el centro cultural Casa Amaru. Esta se define como “un espacio diseñado para el intercambio de sensaciones y conocimiento a través de los libros, el arte, el cine, la danza, el teatro y la cultura peruana”, ubicado en Jr. Sucre 317 Barranco.

Enrique Pacheco
6 de setiembre de 2018

Entrevista: EMANUEL SORIANO


Actor en “TEBAS LAND”

Oficio Crítico conversó con el actor Emanuel Soriano, quien es parte del elenco de la recién estrenada obra Tebas Land, bajo la dirección de Gisela Cárdenas, la cual se presenta en el Teatro de la Universidad del Pacífico.

Dos personajes que por momentos se mimetizan, ¿cómo ha sido para ti construirlos tan naturalmente?
E.S.: “Bueno, a Federico (uno de sus personajes), volver a mi esencia, a mis inicios, a la emoción de que te llamen a un proyecto nuevo, algún director que admiras. Observar a mis compañeros más jóvenes que recién terminan los talleres de actuación o la carrera de Artes Escénicas y empiezan a participar de proyectos más grandes, observar esa alegría auténtica, el ímpetu por hacer las cosas bien, por demostrar lo que saben, a veces, al punto de ser abrumadores. Y por otro lado, construir a Martín (el otro) fue gracias a las conversaciones que tuve con unos chicos del Centro Juvenil de Diagnóstico y Rehabilitación de Lima (Maranguita), escuchar sus experiencias, fuera y dentro del penal, la esperanza de salir pronto, el darse cuenta de sus errores y las ganas de remediarlos, que dentro hayan descubierto lo que significa el trabajo en equipo y de lo que son capaces; sin embargo, por otro lado, sus miradas, ahí está todo, el vacío de Martín, el pasado, la consecuencia de hoy estar ahí, el dolor, la cólera, el odio”.

La obra desvela temas duros, de los que se habla con aberración y rechazo, ¿cómo lo ves tú luego de encarnar a este personaje?
E.S.: “Los veo como ser humano. Y más aún, que las pasa y vive un chico como Martín, que ha vivido en un lugar hostil, donde no existe el amor y en un lugar así, no hay nada que pueda florecer. Las necesidades básicas que tiene cada ser, desde hambre hasta apetito sexual, las consigues como te las puedas arreglar, porque sientes que la vida te lo arrebata todo, uno arrebata lo que nunca tuvo, con impulsos bajos, egoístas y hasta masoquistas. No es hasta que llegue alguien y brinde su atención, su real escucha y muestra de algún tipo de afecto, donde ese ser humano puede empezar un cambio.”

Maria Cristina Mory Cárdenas
6 de setiembre de 2018

Crítica: FRÁNQUENSTEIN



Desafiando los límites

¿Qué sucede cuando el hombre decide ir más allá, poniendo a prueba sus conocimientos y habilidades? ¿Acaso será honrado por estas hazañas? O peor aún, ¿se convertirá su creación más ambiciosa, en su verdugo más feroz? Estas son algunas de las interrogantes que pone de manifiesto la obra Fránquenstein. Jugando con Fuego, basada en la literatura de Bárbara Field y dirigida por el también actor Fernando Luque.

La trama gira en torno a Víctor Frankenstein y su impensada creación, una criatura que al verse acorralada por su creador, su “padre”, le pedirá explicaciones acerca de sus orígenes; desatándose entre ambos una pugna que entrelaza pasado y presente, siendo la muerte, al parecer, la única salida.

Un montaje bien cuidado, así como los detalles al presentar la escenografía, el vestuario y las caracterizaciones de los personajes. En cuanto al elenco, conformado por Alaín Salinas, Oscar Yépez, Alonzo Aguilar, Quini Gómez y Santiago Suárez, se mostró compacto y afiatado como grupo. Por su parte, Yépez (en el papel de Víctor F.) luce sólido, sosteniendo su interpretación a lo largo de la ejecución; en el caso de Alaín Salinas (como la Criatura), habría sido interesante llevar al personaje un poco más allá, jugando con el tono de voz o extremando la caracterización; sin embargo, ello no deslució su fuerza interpretativa.

Sin duda, una propuesta que llevará al espectador a sumergirse en los dilemas existenciales de un hombre que tentó a la naturaleza y traspasó todos sus límites en nombre de la ciencia y su poder, arriesgándose a perder en el camino, a su gran amor y la propia vida.

Maria Cristina Mory Cárdenas
6 de setiembre de 2018

lunes, 3 de septiembre de 2018

Crítica: TEBAS LAND


Las imágenes del texto

Por un lado, un dramaturgo que busca contar una historia desde lo más profundo de la verdad; por el otro, un joven parricida que parece tener los argumentos necesarios para crearla. Tebas Land es el nombre de esta obra (galardonada con el Award Off West End de Londres en diciembre del año pasado), escrita por el dramaturgo uruguayo Sergio Blanco y dirigida en esta ocasión, por Gisela Cárdenas. Se presenta en el Teatro de la Universidad del Pacífico.

Basándose en la conocida tragedia griega Edipo Rey (que cuenta como Edipo, Rey de Tebas, mata a su padre y luego desposa a su madre, sin saber quiénes eran realmente), Blanco crea su historia con matices y giros, que requieren menuda precisión en escena. Un texto que pretende contar cómo se escribe una obra, aludiendo claramente al metateatro; sin embargo, su objetivo más urgente es replicar, a través de las imágenes del texto, el encuentro de dos personas que, sin una razón aparente, necesitan encontrarse el uno en el otro, tal vez, para reconocerse a sí mismos.

El montaje se apoya en la tecnología para crear una propuesta visual atractiva y acorde con la actualidad; sin duda, se logra crear una atmósfera ambigua entre lo digital y la realidad. Por otra parte, al inicio de la ejecución se sintió cierta desconexión que se fue desvaneciendo conforme avanzaba la puesta. Respecto al elenco, el actor José Manuel Lázaro (interpretando a S.) destacó por su naturalidad y calidez; aunque en los momentos iniciales su personaje parecía desconectado, la transformación que surge hacia el final es notable; por su parte, Emanuel Soriano (como Martín y el actor) demostró su carácter y habilidad como intérprete, pues logró mutar con solidez y naturalidad de un personaje a otro en un corto lapso (propio de la dinámica de la narrativa).

Tebas Land pone al frente temas relevantes e intensos, tales como la relación padre-hijo, la violencia, los prejuicios, el abandono, entre otros; mimetizándolos perfectamente con la dramaturgia y la creación escénica. Una obra poderosa, que seguramente se consolidará en el transcurso de la temporada, pues cuenta con los argumentos suficientes para que el público elija verla y pueda construir su propia lectura de la misma.

Maria Cristina Mory Cárdenas
3 de setiembre de 2018

Entrevista: JOSÉ MANUEL LÁZARO


Actor en “TEBAS LAND”

Oficio Crítico conversó con el actor José Manuel Lázaro, quien es parte del elenco de la recién estrenada obra Tebas Land, bajo la dirección de Gisela Cárdenas, la cual se presenta en el Teatro de la Universidad del Pacífico.

Este personaje es un dramaturgo, un intelectual. ¿Cómo ha sido para ti darle vida?
J.M.: “Ha sido súper interesante, porque se ha traído un trabajo de investigación, que es lo que me gusta hacer cuando creo personajes y hacer esta obra que tiene varios niveles  metalingüísticos, entonces ha sido raro, es decir, no digo ni difícil, porque es como traer a Sergio Blanco y mezclarlo conmigo. Ha sido un personaje medio híbrido, medio real, medio ficcional, entonces ha sido artísticamente bien interesante en ese sentido.”

Personalmente, percibí que tu personaje iba cambiando en el proceso.
J.M.: “Sí, bueno también hay un trabajo de traer un poco el ser humano, artista, crítico, intelectual; así que yo creo que comienza como una persona muy preocupada en su propia realidad artística y también que oculta muchas cosas de sus sentimientos, de su propia sexualidad, una serie de cosas y aparentemente, es un intelectual, totalmente contemporáneo, totalmente liberal. Pero vemos que hay cierta hipocresía en esto, él esconde varios prejuicios que nunca quiere admitir porque él es un intelectual, universitario, de alto nivel. Entonces, ni admite esa contradicción, ni en él mismo, hasta que aparece este ser (el personaje de Emanuel Soriano) que es uno inesperado en la vida, o sea, todos los artistas con los que convive, él ya debe haberlos enfrentado como para encapsularse en sus propios prejuicios personales y viene una persona que no tiene nada de estas estructuras culturales que le hace ver toda una perspectiva de la vida. Así que al final, el personaje cambia, se humaniza de alguna manera como artista, como ser humano y creo que se conecta con sus propios sentimientos y su propia sexualidad de otra manera.”

La dramaturgia de Sergio Blanco muestra distintos paralelismos y juegos en el tiempo. ¿Ha sido difícil pasar de una escena a otra?
J.M.: “Sí, ha sido más que difícil, ha sido trabajoso, tienes que estudiar la escena muy bien, para que esté mezclada, pero al mismo tiempo sea clara para el público, porque no es una escena normal de una para otra, hay unos cambios de contrastes, así que había que tener bastante cuidado en eso y creo que todavía hay cosas que queremos cuidar más, porque es bien compleja y tiene varios niveles.”

En conclusión, ¿cuál es el mensaje que deja Tebas Land, en tu opinión?
J.M.: “Yo creo que habla de varias cosas; primero, el sentido ambiguo o no superfluo que puede tener la justicia, por ejemplo, en este caso, un chico parricida que va a tener cadena perpetua y que tú vas viendo que no es una justicia tan efectiva, porque de alguna manera el autor dice que se justifica este crimen; entonces, la ambigüedad de la justicia por un lado y la cuestión del parricidio por el otro, ¿no? Esta cosa ya más psicoanalítica, mitológica, de que todos vivimos en una sociedad patriarcal y de alguna manera, como dice la obra, hay un parricidio, una relación siempre difícil con el padre de alguna manera.”

Maria Cristina Mory Cárdenas
3 de setiembre de 2018

domingo, 2 de septiembre de 2018

Colaboración regional: EL FENÓMENO "PARAPSICOSIS"


De la Asociación Cultural Teatrando

Siete mil personas en una ciudad de más de un millón de habitantes puede ser, aparentemente, una cifra muy pequeña; pero, si de asistencia de público al teatro se habla, en definitiva, no lo es.

Todos los que hacen teatro saben lo difícil que es llevar público a una función, aun más difícil si de una temporada se trata. La ausencia del “respetable” parece ser un drama que se comparte en todos los niveles del oficio y que atenta directamente contra la supervivencia de los actores, productores, directores y luminotécnicos que forman parte de esta magia catárquica llamada teatro.

Por lo general, el público está compuesto por rostros conocidos, segmentos ya ganados que disfrutan de este arte. Se nos es difícil llegar a nuevas personas, segmentos y estratos. Llevamos mucho tiempo llorando desde el interior de nuestros teatros por la ausencia de gente en las butacas; sin embargo, seguimos empleando los mismos métodos para atraerlos.

El fenómeno “Parapsicosis”

Siete mil, en suma, son las personas que han asistido a ver “Parapsicosis” en sus tres temporadas, una aventura teatral que comenzó en el 2015 y que no se detiene gracias al gran esfuerzo de los colegas de la Asociación Cultural Teatrando.

“Parapsicosis” utiliza el teatro de formato breve (lo que popularmente se conoce como microteatro) para contar historias de suspenso y horror, con un soporte de producción envidiable y manejo sorprendente de efectos que mantiene al público enganchado (y atemorizado) en todo momento. Debido al formato, la obra tiende a realizarse en alguna casona antigua, esas de habitaciones enormes, techos elevados e iluminación escasa; es ahí donde se desarrollan las escenas, cuatro por lo general, y por las que han pasado muchos actores, debutantes y de larga trayectoria. Este año (2018) la obra se trasladó a la FIA, la Feria Internacional de Arequipa, que se organiza cada año por el aniversario de la ciudad. Este movimiento refleja la inquietud por llegar a nuevos segmentos y cautivar nuevos públicos.

Llegar al 0,7% de la población, en una ciudad como Arequipa, con una obra de teatro es algo impresionante. Para empezar, es un esfuerzo logístico bastante grande y muy bien pensado. La trama es cautivadora, el terror y el suspenso, en una fecha igual de atractiva, octubre, mes de brujas y miedo. El formato corto permite un dinamismo en la obra, el público visita distintas locaciones, se mantiene activo en todo momento. El manejo de temporadas cautiva al público, que espera y come ansias por las siguientes entregas.

Los chicos de Teatrando han sabido llegar a nuevas personas, público de estreno, que, después de enterarse que había teatro en la ciudad, esperan la siguiente temporada, vuelven a ver otras obras y visitan otros grupos ampliando el mercado para ellos y para todos. Es un esfuerzo bien planeado, que implica  gestión de recursos económicos y humanos, como un despliegue de publicidad, entre redes sociales y papelería física, han sabido, por sobre todo han sabido volver a “Parapsicosis” un fenómeno, gracias a un esfuerzo en conjunto de la asociación y una excelente producción.

Este año, en octubre, esperamos la siguiente temporada que seguramente será una grata experiencia y un fenómeno al igual que las anteriores entregas.

Alas y buen viento.

Mauricio Rodríguez-Camargo
Arequipa, 2 de setiembre de 2018