viernes, 27 de enero de 2012

Crítica: NATURALEZA MUERTA

Vida después de la muerte

Naturaleza muerta de Claudia Sacha, una reposición luego de la puesta en escena de Carlos Acosta en el ex teatro Espacio Libre de Barranco con Rochy Yépez y Manuel Calderón de hace 4 años, nos plantea una interesante teoría sobre la vida después de la muerte. Andrés ha perdido a su esposa Gabriela en un trágico accidente automovilístico, pero todas las noches la recuerda en sueños, la pinta sobre un lienzo e intenta hablarle sin éxito. Pero en esta ocasión, Gabriela es mucho más real y lo principal, ahora puede conversar con Andrés. Más allá del suspenso que pueda generar la trama (cuyo misterio se adivina fácilmente), es la reflexión que propone la autora sobre cuánto podemos recordar a los seres queridos y nuestro temor al injusto olvido, lo más sobresaliente de este montaje dirigido ahora por Marco Melgar en el acogedor auditorio del Centro Cultural El Olivar de San Isidro.

Durante el desarrollo de la obra, no sabemos si estamos dentro de un sueño de Andrés (quien ahora sólo pinta naturalezas muertas), o si realmente estamos presenciando la historia de amor de la pareja en un universo paralelo. El esperado final (en el que se descubre el supuesto destino de Andrés) es ejecutado escénicamente con mucho nervio y energía; pero ese aspecto no es el crucial para entender el mensaje de la autora, quien nos ofrece un intrigante relato sobre el apego y el recuerdo de aquellos que no se encuentran ya con nosotros. La onírica puesta en escena satura con los colores blancos en las paredes y cajas, pero es funcional en sus elementos. Se evidencia una interesante propuesta en el diseño de luces, que puede ser enriquecida aún más.

Los actores Mario Ballón y Tati Alcántara consiguen interesarnos en el drama y son fluidos en sus interpretaciones, a pesar de estar inmersos en una situación irreal. La dirección de Melgar, proveniente de las canteras audiovisuales, es sobria y esmerada en conseguir ritmo y energía de su elenco. Naturaleza muerta nos trae de vuelta un interesante texto de Claudia Sacha y su puesta en escena es un efectivo drama, que nos propone la existencia de estos mundos paralelos, en los que el olvido y el recuerdo se convierten en factores indispensables en la vida después de la muerte.

Sergio Velarde
27 de enero de 2012

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