martes, 8 de marzo de 2022

Crítica: TEATRO POR UN PACTO SOCIAL


Sociedades adversas

El ciclo de montajes Teatro por un Pacto Social quedará marcado en mi retina como una apuesta audaz por construir una dramaturgia peruana original. La iniciativa de Aranwa Teatro es arriesgada, pues en estos tiempos abordar los problemas sociales de una sociedad como la peruana, y desde el teatro, es muy difícil e incluso, puede llegar a ser polémica para una sociedad conservadora como esta. Hace unos años, la iniciativa de Teatro La Plaza a través de su programa Sala de Parto apostó por jóvenes dramaturgos que vayan en esa línea. En esta oportunidad, Aranwa desarrolló tres montajes en tres semanas diferentes y cada uno, con una estética y contenido diferentes.

En primer lugar, el sábado 5 de febrero se presentó Ño, El Presidencial/El Hemicírculo de la dramaturga María Teresa Zúñiga. El montaje hace referencia a la conocida festividad cajamarquina y su singular himno, pero con un trasfondo en el que se ironiza sobre el poder, la anarquía, la arrogancia y el cinismo de la política. Lo más resaltante fueron los vestuarios que hacen honor a la diversidad de matices cromáticas de dicha fiesta, especialmente, el Ño Carnavalón interpretado por Luis Cerna. La modulación de la voz fue un recurso que apelaron mucho los actores Reanato Medina y Daniela Rodríguez e hizo que el montaje se mostrase más original.

En segundo lugar, el sábado 12 de febrero se estrenó Un cuerpo de la dramaturga Lucero Medina. Fue un montaje realmente sobrecogedor y abrumador, desde el punto de vista del contenido. Además, la temática era de lo más controversial, pues trató sobre la memoria luego de una guerra. Me hizo recordar lo polémica que llegó a ser La cautiva de Chela De Ferrari, hace unos años atrás, en el teatro La Plaza. Pienso que Medina tuvo mucho cuidado de no hacer referencias explícitas a los años de la violencia y más bien, apeló a los conflictos de la mitología griega para pasar darlas a entender. El montaje trató sobre un cuerpo que las autoridades no permiten enterrar de manera religiosa y digna. A veces, los diálogos eran más canciones y expresiones, pero los diferentes movimientos de los actores hacían que el conjunto tenga sentido y sea atractivo visualmente. La actuación más resaltante fue la de Daniela Rodríguez; su interpretación del dolor me hizo recordar a la madre Yocasta de la historia de Edipo Rey.

Finalmente, la última entrega fue la del sábado 18 de febrero con Y la empuñadura de Eduardo Adrianzén. Si bien el dramaturgo es conocido por hacer obras impactantes, en este caso la historia no alcanzó los niveles de muchos de sus textos anteriores. El montaje abordaba la controversia de un viaje al extranjero y la disputa de un suegro y su yerno sobre diferencias políticas y económicas. Si bien la obra se presentó de manera lineal, el personaje de Renato Medina, como un padre avaro y materialista, fue lo que más destacable, principalmente por su veracidad.

En general, es de felicitar la iniciativa de Aranwa por lanzar este ciclo de obras con temática controversial, muy necesaria sobre la memoria y los impactos de la violencia en las sociedades. Lo más destacable, en mi opinión, fue el segundo montaje mencionado, Un cuerpo. Me alegra mucho que el conjunto de transmisiones no haya atravesado problemas técnicos.

Enrique Pacheco

8 de marzo de 2022

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