martes, 17 de abril de 2018

Crítica: JUAN SIN MIEDO


El hombre que conoció el miedo

“Juan Sin Miedo” es una puesta en escena inspirada en el personaje del mismo nombre en los cuentos clásicos de los hermanos Grimm; la obra es producto de una adaptación de la dramaturga y poeta peruana Gimena Vartu para la Asociación Cultural Camisa de Fuerza y está dirigida por Willy Gutiérrez. Los actores principales son Ernesto Ayala, Katya Castro, José Antonio Curotto, Luis García y Karen Martínez.

La obra empieza con la audiencia llenando casi en su totalidad los asientos del Auditorio Dai Hall del Centro Cultural Peruano Japonés y compuesta principalmente por familias enteras; un mimo inicia el espectáculo invitando a los niños, mediante juegos de palabra, a pedirles a sus padres apagar sus celulares previa la presentación. Es interesante el esfuerzo de la asociación para montar la escenografía para un ambiente que no es del todo un teatro a tiempo completo, pues se trata de un espacio usado como auditorio en la cual no se cuenta, por ejemplo, con un telón. A pesar de ello, los elementos y objetos incorporados en el escenario recrean a la perfección un ambiente bucólico-medieval, propio de las historias de los hermanos Grimm.

Luis García interpreta al personaje principal de Juan Sin Miedo, un chico cuya personalidad resaltante es la de no atemorizarse ante ninguna circunstancia y por lo tanto, le es imposible sentir el miedo. La obra es una serie de circunstancias en las que el personaje atraviesa una serie de situaciones, a veces irónicas y otras veces críticas, en las que nunca se inmuta ni siquiera ante el peligro de la muerte. Las actuaciones son creíbles y al fiel estilo de Camisa de Fuerza, se fuerza mucho el humor y la interacción con los niños. Los juegos de luces son modestos. Los niños intervienen mediante sus gritos en todo momento, en especial, en escenas en las que sienten que a Juan le puede suceder algo malo. Los actores interpretan varios personajes sin dejar en el espectador la sensación de desasosiego por el cambio evidente y los vestuarios han sido bien trabajados desde el punto de vista del color y la calidad.

La temática de la acción dramática nunca llega a incomodar, pues siempre Juan tiene que enfrentarse a situaciones nuevas, pero el giro que toma la historia al final es realmente inesperado para la audiencia: consigue tener miedo, miedo al amor. Es realmente un desenlace que emociona al público. Estos finales inesperados y poco “predecibles” son una marca de las obras de la asociación cuya obra a inicios de año, “Pinocho en el Circo” tuvo un final parecido: la compasión como valor universal.

Enrique Pacheco
17 de abril de 2018

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