lunes, 14 de febrero de 2011

Crítica: CHAT

Aquellas previsibles verdades virtuales

Escrita en el 2007 por el venezolano Gustavo Ott y dirigida en nuestro país por Carlos La Rosa, la pieza dramática CHAT se reestrenó por una brevísima temporada, luego de presentarse el año pasado en el marco de la I Convocatoria de Ayudas a la Producción y Exhibición en Artes Escénicas en la Casa de España. La Rosa es responsable también de Pony (2009), una amable comedia del mismo autor; y Ott es uno de los dramaturgos latinoamericanos contemporáneos más representativos en la actualidad. En CHAT el autor nos muestra los peligros que acarrea el uso indebido (e ingenuo) del Internet como medio de comunicación, con nefastos resultados para los personajes de la historia. Y a pesar de las probadas virtudes del director, la puesta en escena no logra superar sus anteriores trabajos, entre ellos la notable Lock out (2010).

El chat (o su equivalente “charla” en español) es aquella comunicación inmediata realizada a través de internet entre dos o más personas y que tiene como principal desventaja la de ocultar con mayor intensidad las verdaderas intenciones que se ocultan en los mensajes. Y el autor nos presenta un puñado de casos del dominio público: la mujer que busca desesperadamente emigrar a Estados Unidos, el pervertido sexual que busca saciar sus bajos instintos, el adolescente vengativo que urde y ejecuta un asesinato múltiple en su colegio, la desprevenida familia que paga a madres abandonadas por el hijo deseado, la jovencita ansiosa por satisfacer sus necesidades hormonales, y el tonto útil reclutado por subversivos religiosos. Ninguna de estas historias tiene un final feliz, los protagonistas están destinados a ser las víctimas “informáticas” por la enorme cantidad de verdades virtuales a la que son expuestos, pero eso es algo que desgraciadamente el público intuye desde el inicio y que no genera el suspenso necesario hasta el previsible desenlace.

Y es que CHAT no depara sorpresas como argumento, sólo ofrece un correcto ejercicio actoral, sin profundizar en algunos temas de interés, como por ejemplo la gran cantidad de información personal al alcance de todos a través de las redes sociales como el Facebook. Las actuaciones de Omar Alosilla, Cecilia Collantes, Carla Martel y Fito Valles son esforzadas para darle veracidad a la puesta en escena, pero pueden ser aún más precisas para definir vocal y corporalmente a los diferentes personajes que interpreta cada uno. El buen director Carlos La Rosa, en su afán por darle dinamismo al montaje, deja de lado los teclados a mitad del chat entre los personajes para que estos interactúen “virtualmente” frente a frente; pero esta propuesta no resulta del todo coherente, especialmente cuando los actores toman contacto físico o se “mandan” archivos a través de trozos de papel. CHAT no es una buena obra de Gustavo Ott, sí es una obra importante, con algunos bellos textos llenos de poesía, pero que no tiene la contundencia necesaria para ser una verdadera alerta sobre los terribles peligros que ofrece nuestro nuevo mundo virtual.

Sergio Velarde
11 de febrero de 2011

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