miércoles, 24 de noviembre de 2010

Crítica: APETITO EN EL BOSQUE ENCANTADO


Bosquejo de obra ecológica   

¿Acaso todas las obras infantiles en la actualidad deben crear conciencia ecológica en los pequeños, necesariamente? ¿Sería un pecado no hacerlo? Si bien es cierto resulta altruista dedicarse a dicha empresa, también lo es que el arte debe ser una efectiva herramienta para llevar esos mensajes a escena de una manera creativa y nunca impuesta al auditorio infantil. O bien se puede prescindir del tema y centrarse en la historia, que si bien no sea muy original, probablemente se hubiera logrado un montaje más sincero, compacto y ágil.

En la Alianza Francesa de Miraflores se viene presentando la obra infantil (o de teatro familiar, según nota de prensa) “Apetito en el Bosque Encantado” escrita por Lily Boza Biscarr y dirigida por el actor Pold Gastello, con la producción de Arde Troya. Un joven llamado Apetito debe enfrentar sus miedos al escapar de unos ogros, encontrar comida para calmar su sonoro estómago y rescatar a una linda hada presa de un malvado mago. Las actuaciones, el vestuario y la escenografía cumplen su función, pero la coartada ecológica, tan “necesaria” en estas épocas, luce sumamente impostada, ya que no tiene mayor relevancia dentro de la historia. Se pueden encontrar mil formas de crear conciencia ambiental en los niños, sin tener los mismos personajes que indicarles textualmente lo que deben hacer.

Además muchas interrogantes aparecen con el transcurrir del montaje, detalles que son muy significativos para los pequeños: ¿Cómo es posible que el espejo de la Ogra Meque (Trilce Cavero) se pueda romper dos veces? ¿Por qué uno de los árboles (Nico Ames) tiene el rostro maquillado de gris como el Ogro Trefe? ¿Por qué el otro árbol (Carmela Tamayo) le da una manzana de esponja a Apetito (Joel Ezeta), mientras que el Mago Sabín (Enrique Victoria) le ofrece al hada Colibrí (Yidda Eslava) una manzana de verdad? ¿Por qué sólo el hada Cándida (Sofía Bogani) tiene alas y el resto carecen de ellas? Detalles fácilmente solucionables que podrían corregirse para futuras temporadas.

A estas alturas, no resulta absurdo exigir a los productores de teatro infantil invertir en ofrecer novedades a su público: por tratarse de un espectáculo musical, bien se pudo presentar pistas grabadas con voz en vivo. No es necesario que los actores sean cantantes (aunque Cavero lo sea, y muy buena), pero bien podrían “interpretar” con entonación las alegres canciones compuestas por las hermanas Cayo. “Apetito en el Bosque Encantado” cumple con entretener al público infantil, pero no podrá elevarse del promedio (la reposición de “La pera de oro” de César de María quedará probablemente como lo mejor del año), hasta encontrar una manera más original y creativa de desarrollarse en escena.

Sergio Velarde 

24 de noviembre de 2010

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