sábado, 24 de agosto de 2019

Crítica: EL ZORRITO AUDAZ Y EL AVE VORAZ


La Magia: Parte Dos

La Asociación Coladecometa invitó al público del Teatro Ricardo Blume, por segunda vez luego de medio año, a presenciar la segunda parte de El Zorrito Audaz y el Ave Voraz. En esta oportunidad, bajo la dramaturgia de Celeste Viale y con la dirección de Claudia Rua Bustamante.

Lo primero que se debe mencionar es el gran esfuerzo que ha puesto la producción en general, para hacer de esta segunda versión un producto fresco, ágil, preciso para el público infantil y con un lenguaje muy sencillo de empatizar y lo más importante: cautivante, en todos los sesenta minutos del montaje. La primera entrega el año pasado fue interesante, pero en esta oportunidad lo fue mucho más.

El teatro infantil es más que una serie de situaciones lúdicas o chillonas sin sentido, con un lenguaje o voz que imita al de los niños. En ese sentido, El Zorrito Audaz y el Ave Voraz superó con creces las expectativas, y nos invitó a reflexionar no solo sobre la protección del medio ambiente, sino sobre la importancia de hacer un producto infantil con una serie de elementos visuales y escénicos coherentes en todo momento y al mismo tiempo, atractivos para su principal público: los niños.

La escenografía fue genial y los vestuarios y máscaras, originales y de excelente material. A un lado del escenario, una pared de papel que dejaba ver las siluetas de los actores funcionó bastante bien en muchos momentos, sobre todo cuando se quiso representar el combate del Ave Voraz con los protagonistas de la historia: la Taruca (Alexandra Barandiarán), la Tortuga (Lorena Rodríguez), Blas (Daniela Rodríguez) y el Caracol (Renato Medina Vasallo).

Sin embargo, el elemento más cautivante fue definitivamente el sonido y los arreglos musicales, debido a su originalidad y lo preciso en los momentos de más acción de los personajes. Además, fue un elemento muy importante, porque se supo modular de tal manera que el sonido de las canciones no densificaba el ambiente ni causaba incomodidad al público, pero, al mismo tiempo, se escuchaba con claridad.

La narrativa del montaje fue clara: la Tortuga y el Caracol tienen que ir a la Selva Oscura para entregar una medicina importante y se topan con la Taruca y Blas, que desean participar en un concurso de baile. Estas dos historias se cruzan debido a que la antagonista, el Ave Voraz, roba muchas de sus pertenencias. Lo más interesante fue que los actores no cuentan verbalmente esta historia, sino que lo hacen con sus acciones de una manera clara y entendible. Esto a simple vista puede parecer sencillo, pero para un actor es un reto y en este caso, lo alcanzaron.

Los intérpretes actuaron y cantaron con energía suficiente para un espacio como el Teatro Ricardo Blume. Rodríguez destacó muy bien con el personaje de la Tortuga, pues puso una dosis de ironía inocente al personaje, que más risas generó en el público. El Mono Choro (Jhair Meléndez) tuvo poca participación, pero las posturas del actor imitando al animal fueron muy precisas y realistas. Por otro lado, Medina Vasallo destacó por su despliegue en el escenario, pues fue el actor que más energía puso a su personaje (con ciertos momentos de humor) y resaltó con su arriesgado baile sobre telas, hacia el final de la obra. Barandiarán resaltó más que nada por la impostación de su voz, que resultó muy útil para un personaje como el que hizo, la Taruca.

El mensaje del montaje fue conmovedor, ya que dejó una clara lección acerca de la importancia de la indulgencia hacia los demás. El final es abierto, pues como Viale mencionó luego de los aplausos, aún está por estrenarse la tercera parte de esta historia. El Zorrito Audaz y el Ave Voraz estuvo en temporada entre mayo y agosto de este año.

Enrique Pacheco
24 de agosto de 2019

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