domingo, 4 de agosto de 2019

Crítica: CARNAVAL


¿Car…car… carnaval?

Función 3/8/19

Dirigida por Mirella Quispe Ramos y Renzo García Chiok y escrita por Migue Ángel Vallejo S. en la sala de la Alianza Francesa de Miraflores.

Uno de los últimos textos más importantes del teatro de la memoria, donde la poesía y la metáfora del texto nos envuelven en la dramaturgia.

Esta puesta es el encuentro de los vivos que sobreviven y de las ánimas que aún subsisten reclamando justicia, en lo que fue el conflicto armado interno.

Esta propuesta escénica inicia cuando el público ingresa a la sala y se ve a los dos únicos sobrevivientes que juegan cartas, escuchando la radio en AM, que manejan una energía muy baja que se va mantener hasta el final. Los falsos “timberos”, libando licor, no logran crear esa atmosfera tétrica de la pronta visita militar que esperan ni de la deuda pendiente. Por otra parte, las ánimas (familiares muertos) son personajes liminales, porque los directores los plantean como entes dentro de su propuesta “estética”: eso es lo que se decodifica, pero los actantes familiares no logran construir esa “liminalidad”, lo etéreo, lo fantasmal de las ánimas, solo se queda en el intento, no basta con tener un mismo estilo de vestuario y mancharlo para diferenciarme de los que sobreviven (Cesar y Fano).

Todos dicen textos sin vida, a veces sin poder escucharlos en la mitad de las butacas, sus intervenciones son muy cotidianas y esa característica los anula en el escenario; por momentos, Mehida Monzón logra destacarse.

Una escenografía minimalista funcional al inicio, pero muy estática y eso ralentiza mucho más el desarrollo de la obra. No hay un buen uso de los elementos escenográficos para justificar su presencia.

La foto de publicidad, tan hermosa, en donde se ve a los participantes con collares de serpentinas y caras pintadas, fue tan fugaz en escena que perdió todo sentido.

El dramaturgo de esta obra ha logrado un texto exquisito, un lenguaje poético muy bueno y cuando una obra tiene esas cualidades, el montaje ya tiene el cincuenta por ciento de éxito, pero esto no ocurre. Esta pieza, al ser llevada a escena, ha perdido toda la metáfora, todo lo poético del texto, perdiendo una gran oportunidad de crear lenguajes visuales, sonoros (no basta con los efectos de la radio, del viento), movimientos coreográficos para poder dinamizar y sacar del letargo este anticarnaval.

Al final, estos dos mundos se unen muy simplonamente y usan una técnica tan repetitiva en otros montajes de estilo de la memoria, como es el de mostrar las fotos de las víctimas de esta barbarie en el primer plano del escenario.

Dra. Fer Flores
4 de agosto de 2019

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