domingo, 16 de junio de 2019

Crítica: AÑOS LUZ


Misteriosas conexiones

Por una corta temporada, volvió a las tablas “Años Luz”, pieza escrita por Federico Abrill (quien ocupó el segundo lugar en el Concurso  Nacional de Dramaturgia Teatro Lab 2016) y dirigida por Ernesto Barraza Eléspuru, esta vez con algunos cambios en el elenco y en un escenario distinto (el acogedor Teatro de Lucía).

En un intento por desafiar lo improbable, siete personajes cruzan sus destinos de forma inesperada y coinciden en un pequeño universo, donde la distancia y las barreras idiomáticas (español, inglés y danés) no son impedimento para encontrarse. Marit (interpretada por Malu Gil Lohmann), desde Dinamarca, tira al mar una botella con un mensaje justo antes de intentar suicidarse, pero la detiene el flash de la cámara de un muchacho inglés Mark (Nicolás Villalonga), quien luego se encuentra en el aeropuerto con Rafael (Claudio Calmet) e intenta seducirlo, sin saber que está casado con Luisa (Natalia Cárdenas), que atraviesa por una enfermedad que pronto la dejará postrada; entonces recurre al terapeuta danés Karl (Francisco Cabrera), hermano de Marit. Como si fuera poco, la botella llega a manos de un humilde niño llamado Pedro (Sergio Armasgo), quien conoce al inglés Mark en una playa limeña y lo invita a su casa, donde conoce a su madre Sully (Rocío Limo/Julia Thays), quien es muda, pero increíblemente logra hablar en inglés con el fotógrafo para aconsejarlo.

La puesta en escena cobra vida con una antesala en la que se observa a algunos actores realizando ejercicios de calentamiento (elongaciones, saltos, yoga, gesticulando y aclarando la voz); poco a poco, el resto del reparto se une a esta dinámica. Sin embargo, este preámbulo no es trascendental ni determinante. Tal vez si lo entendemos como una apertura (metafórica) al encuentro inminente de estas personas. Acompañan las escenas, proyecciones en el fondo de pantalla, con títulos y referencias que complementaban las acciones. Con utilería esencial y un ritmo pausado y repetitivo que se sostiene en todo momento, el montaje reta al espectador, no solo por la cantidad de información, sino también por el estilo y el lenguaje escénico que se propone.

Aunque el origen (remoto) de estos encuentros es un misterio, “Años luz” –con audacia e ingenio- aborda la importancia de aprender a comunicarnos más allá de las diferencias y el idioma, nos muestra también la solidaridad y empatía hacia el otro. Por medio de ‘explosiones’ que atraviesan grandes distancias, la conexión entre los personajes (seres humanos, al fin y al cabo) supera en gran medida sus marcadas individualidades.

Maria Cristina Mory Cárdenas
16 de junio de 2019

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