sábado, 17 de octubre de 2015

Crítica: HUMO EN LA NEBLINA


Nuestra terca y miope ciudad   

La presencia de Sebastián Salazar Bondy sigue vigente. A 50 años de la partida de nuestro entrañable escritor y periodista, su legado constituye uno de los pilares de nuestra literatura contemporánea, a pesar que su producción dramática (entre pantomimas, dramas, comedias, juguetes y demás) aparezcan en escena muy de vez en cuando. Desde hace dos años, por ejemplo, el colectivo Espacio Libre viene desarrollando una sólida adaptación de su imprescindible ensayo “Lima la horrible” denominada Los funerales de doña Arcadia. Por su parte, Cuatrotablas también presentó este año una propia adaptación de la última obra de Sebastián, El rabdomante. Y en 2007, el mismísimo Sebastián Salazar Bondy apareció sobre el escenario, interpretado por Jordy Valderrama y siendo uno de los escasos aciertos del musical La tentación del amor. Pues bien, este año Eduardo Adrianzén no se quedó atrás y le dedicó una pieza a Sebastián. Y si bien no logra los brillos alcanzados por el que sería acaso su mejor “biopic” teatral (Demonios en la piel con el protagonismo del director italiano Pier Paolo Pasolini se lleva las palmas), su texto deja entrever algunas interesantes reflexiones sobre nuestra ciudad capital, sostenidas por la presencia de Sebastián.

Humo en la neblina sigue los pasos de los últimos días de Sebastián, un fumador empedernido en nuestra húmeda ciudad, mientras ocupaba sus pensamientos en la mencionada historia del mago capaz de encontrar agua con su varita mágica. Pero esa línea argumental no parece ser el eje principal de la trama: lo es la historia de un escritor advenedizo llamado Roberto, que recurre al consagrado Sebastián para que le oriente en su incipiente carrera literaria. Es así que entra en escena Flor de María, una secretaria inexperta y prejuiciosa, que se pondrá a sus órdenes y se dejará seducir, a pesar de que Roberto no tiene la menor intención de comprometerse, pues solo piensa aprovecharse de ella. La metáfora que propone el autor se percibe con cierta claridad  a pesar de lo densa y dilatada que resulta finalmente la puesta en escena (Flor de María representa a la Lima discriminadora y manipulable; mientras que Roberto, al poder arbitrario y convenido), teniendo solo como referencia a la figura de Sebastián. La dirección de la experimentada Ruth Escudero parece privilegiar mucho las imágenes y la plasticidad del espectáculo por sobre el contenido mismo del texto; por ejemplo, con personajes dialogando en tono realista en un momento, para luego romper con una secuencia corporal o para colocarse máscaras para representar los gallinazos de nuestra ciudad.

Adrianzén aprovecha también esta ocasión para agregar oportunos guiños a la labor del escritor en la actualidad, que dichos por Sebastián parecen premoniciones. A destacar en el elenco la actuación de una recuperada María Angélica Vega (una de las musas de la directora) que consigue un entrañable personaje, muy “limeño” en todo el sentido de la palabra. Por otro lado, Juan Carlos Pastor interpreta de manera bastante sobria a un Sebastián cuarentón, dándole la réplica al convenido Roberto (Francisco Cabrera) y siendo atormentado por la presencia del gallinazo (José Avilés), que anuncia la temprana partida del escritor. Vodevil Producciones acierta con este merecido homenaje a nuestro Sebastián, uno de nuestros escritores más urgentes, en el ICPNA de Miraflores. Humo en la neblina es un interesante espectáculo que explora, a su particular manera, cuán tercos y miopes podemos llegar a ser los habitantes de esta, nuestra sufrida comarca virreinal.

Sergio Velarde
18 de octubre de 2015
#HumoEnLaNeblina

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