lunes, 23 de febrero de 2015

Crítica: EL ALMA BUENA DE SZECHUÁN

Excelente montaje brechtiano en toda regla.

El notable dramaturgo alemán Bertolt Brecht escribió algunas de sus piezas más destacadas durante su exilio entre 1937 y 1944. Durante ese duro lapso que le tocó vivir, nacieron sus capitales obras La vida de Galileo y Madre Coraje y sus hijos, que trazaban duras críticas hacia la represión por parte del Estado y la sociedad, y la codicia que desencadenan las inútiles guerras, respectivamente. A este periodo pertenece El alma buena de Szechuán, drama épico que nos plantea la interrogante si es posible ayudar al prójimo en medio de un mundo capitalista, a través de la historia de la prostituta Shenté, que recibe una suma de dinero de parte de tres dioses que ella aloja en su casa, para que inicie un negocio y a la vez, continúe con sus buenas obras. Estrenada en el Centro Cultural de la PUCP, la novel directora Urpi Gibbons convierte la historia de Shenté en uno de los más logrados montajes brechtianos vistos recientemente, en complicidad con los alumnos del último ciclo de la Especialidad de Teatro de la Facultad de Artes Escénicas de dicha casa de estudios.

Con la cuidada producción del TUC y respetando fielmente las convenciones brechtianas del distanciamiento, Gibbons dirige con brío a su joven elenco, que escenifica con ritmo sostenido el drama. La nutrida cantidad de personajes de la pieza le permite crear secuencias de antología como el matrimonio de Shenté o el juicio a la que será sometida en el último acto, en medio de precisas coreografías ejecutadas sin tacha. El conflicto de Shenté, que debe debatirse entre continuar con su labor humanitaria o convertirse en un inescrupuloso ser humano para sobrevivir en el mundo capitalista, le sirve a la directora para desdoblar literalmente su personaje y crear así físicamente el alter ego masculino de Shenté en la obra, de nombre Shuita, ambos limpiamente interpretados por las jóvenes Paula Zuzunaga y Verónica Andrea Ríos.

El presente montaje representa otro auspicioso debut en dirección por parte de Urpi Gibbons (así como lo es también el de Diego Lombardi en Phoenix: volver a empezar), capaz de orquestar una producción teatral de largo aliento y de proporciones épicas. Los inspirados actores arman y desarman la escenografía para cada cuadro y nos reciben calentando antes de empezar la función. Hay un ingenioso llamado a la reflexión para que no suenen los celulares durante la función. Todos ellos construyendo sus personajes con mucha precisión. En todo caso, a destacar en el elenco a Graziapaz Enciso como el aguatero Wang y a Dusan Fung como el aviador sin trabajo Yangsun. El alma buena de Zsechuán es un imperdible y vigoroso homenaje al teatro brechtiano en toda regla. De visión obligatoria.

Sergio Velarde
23 de febrero de 2015

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