domingo, 25 de mayo de 2014

Crítica: ESQUINA PELIGROSA

Un nuevo intento. 

Pasa algo con la Esquina peligrosa. Estrenada y re-estrenada en varias oportunidades, siempre con la actuación y dirección de Oswaldo Bravo, esta pieza del dramaturgo británico J. B. Priestley, escrita en 1932, pareciera no encontrar la manera adecuada para llegar al escenario. Su última aparición fue en el 2008 en el Club de Teatro de Lima; ya en aquella oportunidad señalábamos que el buen texto de Priestley no fue aprovechado del todo por el elenco. Pues ahora, en el Teatro Mocha Graña, Esquina peligrosa vuelve a escena celebrando los 25 años del grupo Entre Cajas, pero los resultados no son muy distintos a los obtenidos en sus anteriores temporadas.

La anécdota ya es harto conocida. Ambientada en una casa acomodada en la Lima de hace décadas, un grupo de amigos se reúne con una escritora de novelas policiacas. En medio de las conversaciones banales y las risas, aparece una cigarrera musical, que será el punto de partida para generar dudas acerca de la muerte del hermano de Roberto (Bravo), el dueño de la casa. Todos los invitados tenían un secreto guardado, generándose el conflicto. Luego, el autor realiza hábilmente un quiebre temporal retrocediendo a este punto, evitando así el drama que queda en aire. La puesta en escena, ya desde el ingreso al Teatro Mocha Graña con música de fondo de antaño, transporta al espectador a décadas atrás, a punto de ver un montaje teatral a la manera tradicional, teniendo este último término el menos feliz de los significados.

¿Cuál es la mayor dificultad que enfrenta esta Esquina peligrosa y enfrentaron en su momento, sus anteriores estrenos? Acaso sea la de tomarse demasiado en serio esta comedia dramática, para presentarla como un denso drama; y es que resulta imposible tomarse en serio la acción dramática. Se percibe que los actores (el director Bravo incluido) hacen su mejor esfuerzo, pero la falta de una dirección clara les permite demasiados desbordes histriónicos; además, las caracterizaciones físicas de los personajes hacen que resulten increíbles varias de las relaciones sentimentales que ellos afirman tener. Las sonrisas de los espectadores en momentos inadecuados, no hacen otra cosa que confirmar la comedia involuntaria que se produce por varias de las situaciones que vemos en escena. Tampoco existe una diferencia entre el estilo de dirección de Bravo, desde que este servidor viera la misma obra en el 2002 en el mismo Mocha Graña. Las luces encendidas durante todo el espectáculo, solo apagadas para las rupturas temporales y los cenitales rojos para la confesión del personaje de Olga. Esta Esquina peligrosa podría levantar vuelo, si su director Bravo se dedicara solamente a las tareas de dirección, variando su óptica con referente a la pieza; además de una elección de actores que sí cumplan con el perfil de los personajes.

Sergio Velarde
25 de mayo de 2014

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