Peligros virtuales
Ya en A. R. I. (2021)
del colectivo La Maldita Compañía se abordaba un tema tan actual como
preocupante: la intromisión de las aplicaciones tecnológicas en nuestra vida
diaria, que llegaría progresivamente con oscuros propósitos y aun peores
consecuencias. Siguiendo esa misma línea, se estrenó en formato grabado El espejo, drama con tintes de thriller
de Jano Baca, con la producción de Archivos Deloisy y Butaca C, en el que se
llevaría esta problemática a un grado de mayor intensidad. El futuro se
encuentra a la vuelta de la esquina y muchos no parecen percatarse de los
enormes peligros que conlleva compartirle información privada a ciertas
organizaciones, que lejos de preocuparse por nuestro bienestar solo buscan el
lucro.
En una sociedad distópica, en la que la organización Deloisy
mantiene el liderazgo de los aplicativos virtuales, un muchacho tecnológico (Sergio
Armasgo) decide arriesgarse a utilizar un nuevo sistema de inteligencia artificial,
que le permitiría encargarle una serie de responsabilidades que el joven
preferiría no realizar, ante la reticencia de su amiga (Rebeca Pérez Vargas). Los
directores Javier Deza y Valentina Zelada apuestan por una cuidada estética, en
la que los colores y la iluminación juegan un papel importante, desde la ambientación
de las habitaciones de los jóvenes hasta el enorme ojo sobre fondo rojo, como
símbolo de la invasión en línea. La historia, fluida y sin tropiezos, sigue el
progresivo desmoronamiento psicológico del muchacho, alternando con la
creciente intromisión de la aplicación en su vida cotidiana, hasta el dramático
desenlace.
Buen trabajo de la pareja protagónica, especialmente el de Armasgo,
quien a pesar de su juventud ha logrado salir siempre airoso y convincente de
los numerosos proyectos en los que viene participando. El espejo se convierte en un impecable cortometraje, muy bien fotografiado
y dirigido, que mantiene el interés, genera suspenso y aporta una plausible
reflexión. El hecho que nos llegue actualmente publicidad objetiva en línea,
que nunca hemos solicitado pero que en el fondo requerimos o deseamos, no es
más que una alerta de las inquietantes consecuencias que podría acarrear
nuestra cada vez más acentuada dependencia hacia las aplicaciones virtuales.
Sergio Velarde
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