miércoles, 9 de octubre de 2019

Crítica: MARIBEL DICE LOS PIESES


El teatro como agente liberador

La dramaturgia de Alfredo Bushby nunca pasa desapercibida. No solo ha sido constante en nuestra cartelera durante las últimas décadas, sino que siempre nos ha presentado un conjunto de enigmáticas historias con temáticas muy diversas, tratadas en el papel con complejidad y a profundidad, aunque acaso sus respectivos montajes no siempre le hayan hecho justicia. Desde su primer texto, La dama del laberinto (1993), con fantasmas, desahucios, celos y crímenes en medio de una investigación dentro de una casona de época; pasando por Historia de un gol peruano (2004), con suicidios, confesiones increíbles y el despertar sexual de un niño de once años, mientras ocurre la clasificación para el Mundial de México 70; hasta las más recientes, como Conrado y Lucrecia (2014), con un indescifrable enigma que un grupo de amigos deberá revelar; Vergüenzas: Cajamarca, 1953 (2017), con los terribles acontecimientos que le ocurren a una solitaria mujer y su encuentro con un extranjero en plena campiña; y Balada de la concha y la pastora (2019), con un grupo de teatro itinerante enfrentando a su público a través de la escenificación de la fábula que le da título al montaje.

Pero la dirección de Diego La Hoz no se queda atrás. Imposible enumerar la totalidad de sus montajes, pero acaso solo baste con nombrar una de sus últimas puestas: Bagua, ni grande ni chica (2019), con texto póstumo de Sara Joffré, el que transforma en una verdadera celebración del teatro en sí mismo, en función a su necesaria finalidad, que no es otra que la de preservar los hechos históricos en la memoria del espectador. Pues bien, La Hoz ya había trabajado previamente un texto de Bushby llamado Maribel dice los pieses (2018), pero en un montaje gestionado por estudiantes de la Escuela de Artes Escénicas de la Universidad Científica del Sur, como parte de sus proyectos finales para graduarse. La temporada formal se llevó a cabo en el Club de Teatro de Lima el mes pasado, en donde la dupla Bushby-La Hoz consiguió un atípico e indescriptible montaje, en donde las apariencias jugaron un papel preponderante, dentro de una historia que va desnudando toda su complejidad conforme avanzan los minutos, salpicada con irreverentes tintes metateatrales.

Se encienden las luces y logramos ver a tres personajes que deambulan dentro de una habitación con amplios plásticos como paredes, junto a tres sillas, un teléfono antiguo y un gran espejo al que se dirigen eventualmente, sin poder huir; es decir, el trío se encuentra confinado a puerta cerrada. Pero las apariencias “sartrerianas” no terminan ahí, ya que vamos descubriendo de a pocos el porqué de su encierro y especialmente, qué es lo que deben hacer para poder salir: nada menos que la creación y escenificación teatral de una historia que convenza a su captor será la que se convierta en el pase a su libertad. Aurelio (Karlos López Rentería), Charlie (Paco Caparó) y Begonia (una enorme Eliana Fry García-Pacheco) parecieran no tener nada en común; sin embargo, la intermitente mención de Maribel en la historia dentro de la ficción, que al inicio parece disparatada, va revelando puntos en común en sus vidas, pero también las enormes brechas existentes entre ellos en medio de un trasfondo social, económico y político muy reconocible.

Y es que la pieza de Bushby esconde demasiadas aristas de las que se puede anticipar en un inicio. La envoltura de plástico que propone La Hoz, sacudida y removida literalmente por el equipo de producción en plena función sin previo aviso, nos enturbia primero la visión y luego nos acerca como espectadores a la verdad. Más allá de la premisa inicial, que nos habla de las libertades a las que tenemos derecho y al poder opresor que nos obliga a comportarnos de determinada manera, la presencia (o ausencia) de “Maribel” se convierte en una sugerente metáfora de la lucha de clases sociales. Los tres personajes, una vez reveladas sus verdaderas personalidades, utilizan todas sus herramientas (morales o no) para salirse con la suya y conseguir sus objetivos. Pero acaso el punto más alto de esta imperdible alianza escénica entre autor-director (Bushby y La Hoz, en estado de gracia) sea el de demostrar que con el Teatro podemos alcanzar la Libertad y así salir de nuestros “encierros”. Maribel dice los pieses es un insólito y arrebatador enigma teatral que merece (resol)verse.

Sergio Velarde
9 de octubre de 2019

1 comentario:

Janice Aliena dijo...

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