domingo, 14 de junio de 2015

Crítica: ANA, EL MAGO Y EL APRENDIZ

Las ilusiones convirtiéndose en realidad   

La Vale Asociación Cultural está (adrede o no, da lo mismo) especializándose en llevar a escena textos del notable dramaturgo Arístides Vargas, tomándole la posta muy a su estilo, a Panparamayo Teatro. Luego de la curiosa La República Análoga y la soberbia La edad de la ciruela, llegó al Teatro El Olivar de San Isidro Ana, el mago y el aprendiz, bajo la dirección de Michael Joan. Y si bien, tanto en el título como en los vestuarios de las fotos promocionales, podría sospecharse de una puesta en escena dirigida para el público infantil, la obra se mueve en el borde de un mundo real maravilloso, lleno de ficción y fantasía, pero con temas muy adultos y muy reales (además de muy propios del universo de Arístides) como la soledad, el olvido y la esperanza.

La anécdota es muy sencilla: el mago Sotolongo y su aprendiz Luis llegan a una estación abandonada; ellos han recorrido muchos lugares estafando a personas a cambio de supuestos actos de magia y prestidigitación, y en aquel lugar encuentran a Ana, una triste señora que busca infructuosamente a su esposo, desaparecido hace tiempo sin explicación alguna. El tratamiento estético que le brinda el director a la obra es austero en escena (las maletas con sus contenidos del mago y del aprendiz conforman la escenografía), pero es la dirección de actores la que permite que los ingeniosos diálogos se luzcan, con las misteriosas y simbólicas palabras de Arístides que dicen tanto en tan pocas líneas. El notable final, con la esquiva ilusión haciéndose realidad, redondea la buena labor de Joan y su competente elenco.

Tratándose de una obra en la que las acciones de los personajes no son en realidad, lo trascendente, la palabra de Arístides debía ser interpretada correctamente por los actores, para que el espectador pueda captar todo su lirismo. En ese sentido, y como ya se hace costumbre, debe destacarse el excelente trabajo de Pietro Sibille en el rol protagónico: su mago Sotolongo es enérgico y carismático, envolviéndonos en su farsa por completo. Por su parte, Kareen Spano aporta gran dignidad al sufrido rol de Ana; y Claudia del Águila, en esforzada actuación, le da la réplica justa a Sibille como el joven aprendiz Luis. El director Michael Joan consigue con Ana, el mago y el aprendiz un sólido montaje que le hace justicia al notable Arístides, sin duda, uno de los mejores dramaturgos de Latinoamérica.

Sergio Velarde
14 de junio de 2015

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