Precedida de cierta expectativa, se estrenó en nuestro circuito teatral
comercial (según nota de prensa) una adaptación peruana de Madrid Laberinto
XXI, dirigida y estrenada en el 2008 por el español Dario Facal y considerada en
su momento como “una radiografía de la vida en las ciudades y sus
contradicciones, a través de un espectáculo que profundiza en las posibilidades
de la performatividad, para crear un collage de imágenes poéticas desde las que
abordar problemas contemporáneos”. De acuerdo con esta definición, se
desprenden varias conclusiones; entre ellas, que la obra podría tener el nombre
de cualquier capital o ciudad iniciando el título y tendría la misma relevancia.
Una posibilidad que resulta por demás discutible. Lucía Caravedo, gestora de Patria
Producciones y actriz, vio la puesta en escena en Madrid y tomando una
decisión completamente válida, logró traer obra y director a nuestra ciudad y
estrenarla en complicidad con el Centro Cultural Británico. Sin embargo, lo
idóneo hubiera sido estrenarla sin modificaciones en el título y montaje, ya
que esta llamada adaptación “a la limeña”, justamente llamada Lima Laberinto XXI, no cumple las expectativas que la
misma puesta en escena promete.
Luego de apreciar la entrevista de Facal concedida a Escuela de
Espectadores AIBAL, se desprenden algunas conclusiones. Por ejemplo, que para
el director la incoherencia es muy liberadora. Paradójicamente, esta frase sí resulta
perfectamente coherente con el “incoherente” afiche promocional de la obra,
pues en él los actores son retratados como una especie de robots o máquinas con
sendos laberintos dentro de sus cráneos. Pero este concepto del “anti-afiche” acierta
en gran medida, pues la obra es presentada a través de monólogos ejecutados por
seis intérpretes, que nos cuentan (supuestamente) sus más profundas
frustraciones y angustias, a modo de laberintos psicológicos, como el miedo a
la soledad, al desamor, el culto al cuerpo o la necesidad de reconocimiento por
parte de los propios actores. Pero todo el esfuerzo del elenco limeño de Lima
Laberinto XXI cae en saco roto, pues resulta contradictorio con el prólogo, que
consiste en un video repleto de imágenes de nuestra Lima: vemos en la
proyección la pobreza, el caos vehicular, el desorden, la discriminación, la
falta de oportunidades, las injusticias sociales y mil problemáticas más, que
durante el montaje son apenas mencionadas o sugeridas. Lo visto después del
video en el escenario (con los actores bañándose en perfume o engrapando sus
ropas al suelo o tomándose unas cervezas), todo muy bien producido con
atractivos elementos visuales, no es coherente con la premisa antes mencionada,
rematado todo con un musical en inglés que acaso pueda representar solo los sentimientos
de una minoría capitalina.
Lo más rescatable de esta puesta en escena, como ya se anotó
anteriormente, es el trabajo del elenco: Lucía Caravedo, Dante del Águila,
Gonzalo Molina, Anaí Padilla, Andrés Silva y Camila Zavala interpretan con tal
naturalidad sus monólogos, que hasta parecen testimoniales, pero no lo son.
Todas las palabras recitadas intachablemente le pertenecen al texto original.
¿Cuál es la adaptación a la realidad limeña, entonces? De acuerdo con las
propias palabras del director, únicamente el cambio de unas cuantas marcas y
palabras españolas por otras peruanas. Habría que preguntarse cuánto de nuestra
ciudad conoce Facal y si durante su estancia por estos lares, llegó verdaderamente
a empaparse de nuestra castigada urbe, para darse el lujo de afirmar que las
problemáticas de Madrid y Lima son tan parecidas. A pesar de algunos innegables
aciertos puntuales del montaje (más sensoriales que lógicos), especialmente gracias
al talento de sus seis actores protagónicos que se entregan al máximo para darle
veracidad a sus monólogos, Lima Laberinto XXI de Darío Facal es una puesta en
escena que adolece de una posible y equivocada campaña publicitaria y además, que
no cumple lo que promete, sin abarcar los problemas emblemáticos de nuestra
ciudad, tan complicada y multicultural, limitándose a mostrarnos
únicamente su lado más alienante. Facal afirma también que los espectadores no
permanecerán indiferentes luego de ver su montaje, pues podrán salir ya sea contentos
o enfadados. En ese punto, estamos completamente de acuerdo.
Sergio Velarde
29 de marzo de 2015
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