miércoles, 6 de agosto de 2014

Crítica: AL OTRO LADO DE LA CERCA

Sólido drama familiar. 

Acaso la publicidad de la obra no esté del todo clara. Tal como se lee en el impecable programa de mano, el principal propósito de Alicia Olivares, productora y gestora de la temporada de la premiada pieza Al otro lado de la cerca (Fences, 1983), escrita por August Wilson y estrenada en el MALI, es el de “romper con la desigualdad de oportunidades que existe en las artes escénicas para los actores afroperuanos.” Que la obra en cuestión toque el tema del racismo y la discriminación de manera tangencial, puede crear confusión en el espectador: el protagonista Troy Maxson es un complejo y contradictorio personaje, que vive frustrado por haber sido (supuestamente) discriminado como jugador de béisbol por ser negro, a pesar de que su esposa Rose le recalca en escena, que fue su edad en ese entonces (40 años), el factor que no le permitió cumplir sus sueños. Es la frustración de Troy la que lo convierte en un padre autoritario e inflexible, frente a su hijo Cory, quien desea ser un jugador de fútbol americano profesional.

Dejando de lado esa equivocada impresión de estar frente a una obra cuyo contenido denuncia el racismo más salvaje contra los negros (como por ejemplo, y salvando las distancias y propuestas, ocurrió en Hairspray), nos encontramos frente a un sólido drama familiar. Al otro lado de la cerca,  ganadora del premio Pulitzer y de múltiples premios Tony, forma parte del Ciclo Centenario, integrado por diez obras de Wilson que relatan la vida de los afroamericanos en el siglo XX. Elegida por Olivares para materializar su propósito, la obra cuenta con el apoyo de importantes auspiciadores como el Teatro La Plaza y el Centro Cultural de la Universidad del Pacífico. Dirigida por encargo y con mano firme por Jorge Villanueva, la historia está ambientada en la década de los cincuenta y narra la historia de Troy, este desilusionado hombre negro, que se encuentra enfrascado en construir una cerca alrededor de su casa. Por cierto, la cerca en cuestión tiene múltiples significados: desde su deseo de mantener alejada a la muerte, que alguna vez casi lo alcanza; hasta el de resistirse a perder ese inútil resentimiento que tanto daño le hace, a pesar de informarle su mujer que los tiempos han cambiado.

Con casi 3 horas de duración, la obra avanza de manera fluida, contando con una bella y tradicional escenografía diseñada por Marcello Rivera. Troy, un trabajador ejemplar, ex – criminal, esposo enamorado pero infiel, es un gran personaje, interpretado originalmente en las tablas de Broadway por actores como James Earl Jones o Denzel Washington. El encargo no le queda grande a Martin Abrisqueta, consiguiendo una excelente interpretación, bien secundado por Tatiana Espinoza como la abnegada y digna Rose. Acompaña el experimentado Américo Zúñiga, un sólido Gabriel Ledesma y la simpática niña Osiris Vega. Menciones especiales para los destacados trabajos de Luis Sandoval como Gabriel, el hermano enfermo de Troy; y de Gilberto Nué como Cory.  Al otro lado de la cerca no tendrá como trasfondo principal la lucha contra el racismo, pero sí es un valiente espectáculo teatral, promovido e interpretado por artistas de color (y de verdad, no como en el musical antes mencionado), que lo convierte en una de las mejores puestas teatrales independientes del año.

Sergio Velarde
6 de agosto de 2014 

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