Virtudes y defectos de la “impro” como espectáculo
Se considera a la Comedia del Arte en la Italia del siglo XVI como la génesis de la improvisación teatral, para luego ser utilizada por directores y teóricos de teatro como parte fundamental del entrenamiento actoral. En nuestro país, la improvisación llegó, tal como lo menciona el maestro Reynaldo D’Amore, con la creación del Club de Teatro de Lima, que hasta el día de hoy maneja este estilo como parte del desarrollo integral de sus alumnos. Aunque para muchos la improvisación sólo puede (y debe) ser utilizada para salvar algún olvido de letra en escena, lo cierto es que es una técnica importantísima (para el actor) para estar siempre alerta y atento en el escenario y no “mecanizarse”, pues no hay misterio para él en el desarrollo de la historia planteada.
El director Walter Chullo, responsable de entretenidos espectáculos de improvisación como El Baúl Mágico y Sírvase un payaso, propone ahora, en el Teatro Julieta de Miraflores, un formato familiar al estilo sitcom, comedia de situaciones, para poner a prueba las capacidades como improvisadores de su elenco. La familia Rendija es clan disfuncional a más no poder: Alejo (Rolando Reaño), el padre bueno para nada; doña Dolores (Piero Morote), la díscola abuela del clan; Dan (Christian Sepede), el hijo “malandro”; Angelita (Mariana Cortijo), la perspicaz hija menor; la Chacha (Fiorella Arauco), la eterna empleada sin goce de haber; y el Gringo (Henry Peláez), jovencito alienado siempre de visita por casa. Todos ellos deben pasar por historias distintas en cada función, de acuerdo a los pedidos del público, quien propone las situaciones iniciales y algunos parlamentos que los improvisadores deben decir en determinados momentos. La historia debe seguir y es necesario un buen entrenamiento para que la acción no decaiga en ningún momento.
El auge de los espectáculos limeños de improvisación es innegable y tienen un público cautivo desde hace bastante tiempo, que de alguna manera legitima este formato como una categoría independiente de entretenimiento teatral. Y con todos los defectos y virtudes que conlleva convertir a la improvisación como espectáculo per se. En el caso de La familia Rendija, curiosamente, la puesta en escena alcanza sus puntos más altos durante el entremés, entre las dos secuencias dentro de la casa. En este cambio de ambiente, que puede ser literalmente cualquier lugar, los intérpretes son guiados por Chullo, quien por micrófono les cambia el estilo de actuación cada 30 segundos, con lo que la secuencia no da tregua al espectador, lo que sí sucede a menudo cuando la familia Rendija permanece dentro de su hogar. Buen trabajo del elenco en general, bien secundados por el músico Armando Abanto, con algunos chispazos notables que nos hacen olvidar los tiempos muertos, los tropiezos y aquellos gags sin remate contundente. La “impro” tiene para largo y La familia Rendija es un digno espectáculo que lo demuestra.
Sergio Velarde
25 de marzo de 2012
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