sábado, 12 de octubre de 2019

Crítica: DOS PARA EL CAMINO


Clásico peruano revisitado

Escrito por César De María hace más de quince años, Dos para el camino (2002) ya se ha convertido por derecho propio en uno de los clásicos de la dramaturgia peruana, un texto que se estrena cada cierto tiempo en nuestras salas (por ejemplo, la versión de Rodrigo Chávez del 2015) y que además, ya traspasó fronteras, pues acaba de ser presentada en México (en una sugerente puesta en escena dirigida por Adrián Vázquez en 2018). Justamente, la trama de De María, que involucra a siete desdichados personajes en cuatro monólogos y una escena dialogada para ser ejecutados por solo una pareja de intérpretes, les permite a sus directores realizar propuestas muy creativas y de diversos alcances, desde el minimalismo al estilo del stand-up comedy de Chávez hasta la elaborada escenografía y la duplicación de actores de Vázquez. El mes pasado, estuvo en cartelera en el Club de Teatro de Lima una nueva versión, a cargo del director Fito Bustamante, que acaso podría ubicarse, de acuerdo a su particular concepto y estética, en medio de las puestas citadas anteriormente, pero sin perder la fuerza dramática que el autor propuso.

Bustamante, quien ya había dirigido un par de puestas de interés, como Tiernísimo Animal/La Luz de la Lluvia (2015) o ¿Qué tiene Miguel? (2017), respeta y aprovecha al máximo el texto de De María, incluidas sus acotaciones. Desesperanza, violencia, frustración y situaciones extremas planean a lo largo de todo el montaje del director, uno que se pliega a la indicación del autor de contar solo con dos actores (Maryfe Asparria y José Gómez Ferguson), pero en el que ambos interactúan de cierta manera el uno con el otro durante los monólogos, para otorgar continuidad hacia el final. La sencilla propuesta escenográfica suma al montaje para darle fluidez, contando con elementos identificables para cada uno de los cuadros, los cuales incluyen “testimonios” de raptos extraterrestres, invasiones domésticas, asesinatos con insospechados grados de crueldad y peligrosos traumas que podrían desencadenar tragedias, así como varios momentos de humor que no entorpecen sino que enriquecen la puesta.

Las actuaciones son lo suficientemente convincentes y honestas para hacernos cómplices de los particulares dramas de los personajes. Asparria ejecuta en escena con fuerza y versatilidad, especialmente en el monólogo del inicio; mientras que Gómez Ferguson demuestra sus enormes avances, desde su vital papel de apoyo en La ola (2016), consiguiendo equilibrio entre el sentido drama y la cómica desfachatez de sus escenas. Con la producción general de ZipZapBoing, Bustamante no defraudó con su visión de Dos para el camino, obra compuesta por una secuencia de crueles y oscuras historias con personajes que buscan redimirse como sea ante la adversidad, respetando el clásico original de De María en una puesta en escena sencilla pero sobrecogedora.

Sergio Velarde
12 de octubre de 2019 

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