lunes, 6 de octubre de 2025

Crítica: COMEDIA AL CUADRADO


Entre pelotazos y puntuaciones

Comedia al cuadrado es un proyecto de dos microobras: Pelotazo y Al pie de la letra, ambas escritas por Luisito Fernández y dirigidas por Tommy Párraga, en las que actúan Samir Sayac y Jeff Bello, en la primera; mientras que, en la segunda, Walter Escobar, Nicolas Bullón y Jesús Romero.

Pelotazo, una comedia breve que parte de un simple golpe de pelota en el parque para detonar una historia de encuentro entre dos jóvenes opuestos: uno lector e introspectivo, el otro un “FIFA” apasionado por el fútbol. Lo que empieza como un malentendido se transforma en un retrato sensible sobre la curiosidad, el afecto y la ruptura de prejuicios. 

La química entre los actores sostiene la obra con naturalidad y humor, logrando que lo cotidiano adquiera una ternura inesperada. Con pocos elementos (una pelota, un banco y un libro), la puesta construye un universo íntimo donde el humor y la vulnerabilidad masculina conviven con honestidad.

La dirección apuesta por un tono sencillo y cercano, dejando que los silencios y las miradas hablen tanto como las palabras. Algunos pasajes podrían condensarse para mantener el ritmo, y el cierre ganaría fuerza con un remate más simbólico, pero el resultado final emociona. Pelotazo es una pieza cálida y sincera que demuestra que lo pequeño también puede tocar fibras profundas: un juego entre risas, torpeza y amor que termina revelando la belleza de atreverse a sentir.

Al pie de la letra, una comedia metateatral que se mete de lleno en uno de los dilemas más sabrosos del oficio: ¿cuánto puede cambiar lo escrito cuando llega al escenario? Lo que arranca como un ensayo cualquiera pronto se convierte en un campo minado de instrucciones, tonos y puntuaciones, cuando una presencia sobrenatural irrumpe y desordena todo. Literalmente. Cada indicación se vuelve trinchera: “más dramático”, “menos dramático”, “di la coma”, “no digas la coma”. Y así, el ensayo se transforma en una guerra de interpretaciones.

El ritmo es clave, y aquí los intérpretes lo sostienen con precisión: órdenes y contraórdenes se encadenan como un contrapunto musical, donde los gags no solo hacen reír, sino que revelan manías reconocibles del mundo teatral. La risa no viene del chiste fácil, sino del espejo que la obra pone frente a quienes viven entre guiones, ensayos y cabinas.

Uno de los aciertos es que el conflicto no se queda en lo técnico. La obra plantea una pregunta que cualquiera puede entender: ¿de quién es el texto cuando se ensaya? ¿Del papel o del cuerpo que lo encarna? Incluir a luces y sonido en el juego escénico amplifica el caos y le da ritmo al absurdo. 

Hay, sin embargo, momentos que podrían afinarse. El ingreso sobrenatural necesita un pulso más claro para que el golpe cómico no se pierda entre gritos. Y algunas repeticiones, como la secuencia del “más/menos dramático”, podrían compactarse para que el gag no se desgaste. El cierre, aunque gracioso, ganaría fuerza si dejara una última imagen que resuma la tesis: una desobediencia final del texto, un accidente escénico que diga, sin decir, que el teatro siempre negocia entre lo que se escribe y lo que se vive.

En resumen, Al pie de la letra convierte la trastienda del ensayo en espectáculo. Y lo hace con humor, inteligencia y una pregunta que sigue resonando después del aplauso: ¿quién tiene la última palabra cuando el teatro empieza?

Milagros Guevara

6 de octubre de 2025

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