Rachel Corrie, fuente de inspiración
Es un gran acierto que después de trece
años, la obra Mi nombre es Rachel Corrie se reestrene justamente en estos
tiempos que nos encontramos al borde de una crisis mundial; amenazados ante una
posible guerra entre dos países que buscan monopolizar los recursos de otros
para hacerlos suyos y a consecuencia de esto, miles de personas inocentes
mueren luchando por defender una justa y noble causa. Precisamente, es el caso
de Rachel Corrie, una chica norteamericana, de clase media y miembro de ISM
(Movimiento Internacional de Solidaridad) quien con tan solo veintitrés años y movida
por crear un mundo más justo, decide abandonar la comodidad de su país de
origen para trabajar como voluntaria internacional en un lugar lleno de enfrentamientos,
sin imaginar siquiera que jamás volvería a ver a los suyos. Perdió la vida cuando
protestaba contra la destrucción de viviendas en el territorio palestino,
falleció víctima del atropello de un bulldozers, conducidos por la acción
ciega, que finalmente terminan arrastrando vidas, familias y comunidades.
Este unipersonal, protagonizado por Gisela
Ponce de León y dirigido por Nishme Súmar, ambas de ascendencia palestina, nos
hace reflexionar sobre temas primordiales, sumergiéndonos en una problemática
actual que existe no solo en Latinoamérica, sino a nivel mundial y nos confronta
con temas esenciales para nuestra existencia, como la búsqueda de la paz, una
paz que en estos momentos pareciera lejana y difícil de conseguir.
La sala del teatro nos recibe con la luz de
una vela encendida a mitad del escenario, como símbolo de una vigilia en honor
a esta pequeña joven que, en su corta existencia, jamás imaginó que daría tanto
que hablar, logrando cautivar a una población por su valentía y amor hacia un
país que no era el suyo, porque hay que ser valiente para ayudar a gente que no
conoces y ella lo fue.
Mi nombre es Rachel Corrie nos presenta un
escenario minimalista, con pocos elementos y nos traslada por momentos a la zona
de conflicto a través de los cambios de luces y elementos sonoros que
apreciamos durante la obra, generando un trabajo humilde e inteligente
sonoramente. Muy buena elección por parte de su directora Nishme Súmar.
Ponce de León supo representar de manera clara
al personaje durante una hora y veinte minutos, la misma que implicaría una
preparación ardua, no solo por tratarse de un caso muy conmovedor, sino para
mantener al espectador atento durante todo el tiempo que duró esta innovadora
puesta teatral.
Gran trabajo fue el que hicieron Alan
Rickman y Katherine Viner al editar los
diarios de la joven activista, así como sus correos electrónicos,
grabaciones y la correspondencia que Rachel Corrie mantenía con sus padres;
precisamente, ellos fueron los encargados de entregar estas misivas y
documentos, para luego de ser editadas y fueran llevadas al teatro en forma de
homenaje.
Mi nombre es Rachel Corrie es una obra muy humana
e interesante al tratarse de un tema muy común en nuestra sociedad, con una
actuación notable y una dirección muy bien trabajada. Absolutamente
recomendable e interesante de ver. La temporada se inició este 12 de enero de
jueves a martes a las 8 pm y domingos a las 7 pm en el Teatro La Plaza de
Larcomar.
Milagros Guevara
26 de enero de 2020
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