domingo, 10 de agosto de 2008
Colaboración: IL DUCE
IL DUCE O LA NOSTALGIA DE NO HABERNOS COMPROMETIDO
En el Teatro Británico de Miraflores se viene presentando IL DUCE escrita y dirigida por MATEO CHIARELLA. La obra enfoca la vida del dictador italiano con recursos que nos hacen pensar en un juego de intertextualidades escénicas que logran dibujar no sólo el contexto en el cual se inscribe Mussolini sino también las proyecciones que de esa época sobreviven hasta hoy.
IL DUCE necesariamente es una obra que maneja en cierto modo las visiones ideológicas de determinada época. Visiones que más o menos de la misma forma se van desvelando en otras épocas y espacios. El compromiso con la visión del mundo que mueve a Mussolini a hacer lo que hizo es un punto central de la obra de Mateo Chiarella. Este compromiso se ve reforzado por estos personajes iniciales que pretenden recobrar el cuerpo "impoluto" del dictador y se ven sumidos en la más triste desilusión.
El juego de tiempos entre la experiencia del dictador y el otro momento en que buscan su cadáver es muy expresivo de lo que se quiere decir con la pieza. La idea de tratarse de dos tipos de hombres: los que se comprometen y los que no lo hacen, es muy fuerte y se respira hacia el final de la pieza en que el personaje que lucra con la muerte es muerto a su vez por un fascista fanático.
Los personajes tienen una fuerza expresiva sorprendente. Salvo dos de ellos, en los que yo creo faltó sustento dramatúrgico: uno es Grandi, que es ninguneado en todo momento por Mussolini (en impecable interpretación de Coco Chiarella) y otro es el yerno de éste que teniendo que representar lo que una facción católica del fascismo, solamente apenas esboza su contradicción al final de la pieza con un dictador a todas luces decadente.
Digo esto, porque hubiera sido mucho más rico que estos personajes que no tienen el relieve de caricatura que en buena hora tiene el Rey, sean los depositarios de cierta fuerza moral que se va manifestando contraria al dictador y solucionar su apariencia falsamente esquemática.
Con todo la puesta en escena se expresa en su universo de decisiones ideológicas y políticas que se repiten a lo largo de la historia y llega a ser un momento propicio para reflexionar sobre la carga de los acontecimientos si otras hubieran sido las determinaciones y la catadura moral de las personas.
Todo movimiento revolucionario tiene sus propias circunstancias y depende de las personas que lo llevan a cabo. Resolver las distintas disyuntivas de acuerdo a la moral y a los reclamos de las mayorías es siempre una regla que exige sus esfuerzos y no siempre los líderes están a la altura de ese esfuerzo.
Los que se comprometieron con Mussolini quizá tuvieron una expectativa más sana que el propio líder. No haberse comprometido con él o con otro cualquiera no nos exime del juicio de la Historia. Al contrario, nos hace perder la oportunidad de ser partícipes de algún enrumbe nuevo que quizá haga cambiar de signo moral al movimiento.
La política tiene sus "suciedades" como lo manifestó el propio Chiarella (padre) en la versión de LAS MANOS SUCIAS de Sartre. Ensuciarse un poco en ellas no es del todo negativo. Quizá sea más negativo permanecer indiferentes.
Luis Paredes
Asociación Peruana de Crítica e Investigación Teatral
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