Digan lo que digan y rajen lo que rajen (y “a quién le importa lo que él haga…” como cantaría Alaska), Richard Torres ya tiene un nombre ganado dentro de nuestro mundillo teatral. Y vaya que lo ha logrado a pulso y tesón. No sólo estrena con cierta regularidad sus muy particulares obras de teatro (todas ellas llenas de psicodelia gay, estrambóticos temas y coloridos excesos), sino que se da el lujo de hacer debutar como actrices a las más cotizadas modelos del medio, como a Viviana Rivasplata en El arte de las putas o a Angie Jibaja en Orgía. Los resultados pueden ser muy controversiales y polémicos, con igual número de detractores y seguidores, por cierto. A Richard o se le ama o se le odia, pero nunca se permanece indiferente a él.
Cuando esto sucede sólo queda ser lo más imparcial y objetivo posible: comentar la puesta en escena de Tacones rotos (su último espectáculo-homenaje al gran cineasta español Pedro Almodóvar presentado en la Casa de España), con total rigurosidad siguiendo los parámetros establecidos: dramaturgia, dirección, actuación, escenografía, vestuario, etc. Pero ¡alto!... No estamos ante una obra de teatro convencional. El mismo director se encarga de promocionar su estilo como un “teatro experimental del laboratorio del surrealismo y del desorden” o como “método de la catarsis” o como “teatro de la crueldad”. Oportuna excusa, dirían algunos. En cualquier caso, basta con esta clarísima señal de alerta para advertirnos que estamos ante una puesta en escena en la que no hay reglas predeterminadas y en la que virtualmente cualquier cosa puede pasar. Y eso, ciertamente, se debe agradecer por el siguiente motivo: Richard Torres no ofrece gato por liebre, como algunos otros directores que se “atreven por atreverse”. Los resultados obtenidos en sus obras son perfectamente consecuentes con sus surreales, desordenados, catárticos y crueles objetivos iniciales.
Tacones rotos, título derivado obviamente de la cinta Tacones lejanos de Almodóvar con un Miguel Bosé travestido, nos presenta a un Richard Torres travestido (salvando las distancias) como una decadente vedette llamada “Divina” y su trágica relación con su madre (otro tópico almodovariano), interpretada por el habitual colaborador de Torres, Carlos Rubín. La música, la danza, los diálogos y las mismas actuaciones mantienen un estilo completamente teatral y antinatural al máximo, pero el giro final (tan trillado como funcional) compensa y justifica hábil y sospechosamente todos los excesos cometidos.
Hay que ver Tacones rotos para descubrir o re-descubrir a un joven y honesto artista con una muy particular visión de hacer teatro. Hay que ver a Richard Torres, ataviado como una diva esperpéntica “al borde de un ataque de nervios”, exigiéndole a su asistente que no le traiga agua en un vaso de plástico. Hay que ver a Carlos Rubín, en inmejorable imitación de Catalina Creel de “Cuna de lobos”, dispararle a su hijo/hija con una pistola de juguete. Hay que ver a la “Divina” destrozar el monólogo de Agrado en Todo sobre mi madre con total desparpajo frente a un atento y sorprendido auditorio. Hay que verla.
Sergio Velarde
1 comentario:
Mañana 23 de agosto Richard Torres como la DIVINA en La obra cómica teatral MONOS CON NAVAJA. Teatro Julieta 8:30 PM
Estas y están completamente invitados.
Precios populares.
No se pierda esta delirante historia.
www.monosconnavaja.tk
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