domingo, 23 de noviembre de 2014

Crítica: LA CAUTIVA

Estreno peruano de visión obligatoria

Para el público que acostumbra asistir al Teatro La Plaza, ha debido de ser toda una atípica experiencia el apreciar una obra del calibre de La cautiva, escrita por Luis Alberto León y dirigida con mano firme por Chela De Ferrari. Y es que esta pieza, ganadora del premio especial del jurado Sala de Parto 2013, es una de las poquísimas incursiones de teatro escrito en el Perú en dicho escenario: estuvo nuestro clásico autor Manuel A. Segura con Ña Catita (2004) y el notable contemporáneo Alfonso Santistevan con La puerta del cielo (2010). León, por su parte, constituye una gratísima revelación: La cautiva sí cautiva de verdad, por el perfecto equilibrio conseguido entre los horrores de la guerra interna en nuestro país a mediados de los ochentas, y el lenguaje escénico lleno de “fantasía lírica”, que vuelve inquietante y contundente el resultado final.

La cautiva no sea acaso para todos los gustos, especialmente para aquellos que afirmen que ocuparnos por enésima vez de nuestro particular problema “histórico”, resulta a estas alturas, por lo menos, trillado. Sin embargo, dos excelentes montajes recientes, ambos escritos por Eduardo Adrianzén: La eternidad en sus ojos (2013) y Cómo crecen los árboles (2014), lograron cada uno a su manera, escenificar con momentos de brillantez, el azote terrorista dentro y fuera de la capital. Pues La cautiva nos lleva a su mismísimo centro neurálgico, al Ayacucho de 1984, en donde una jovencita asesinada llamada María Josefa (Nidia Bermejo) es preparada en el depósito de cadáveres por Mauro (Alaín Salinas), antes de ser ultrajada salvajemente por la tropa. María Josefa despierta mágicamente de su trance y entonces Mauro se apiadará de ella, haciéndole creer que se trata de las festividades para celebrar los 15 años de la muchacha.

Toda esta grotesca situación resulta aún más espeluznante, al recordar que todo esto pasó en realidad. De Ferrari, por su parte, corrige en gran medida la esmerada estilización que convirtió a la celda de El beso de la mujer araña (2008) en una confortable e iluminada habitación: el depósito de cadáveres de La cautiva luce oscuro y tétrico; y las imágenes que se logran a lo largo del montaje son sobrecogedoras, especialmente las últimas, cuando se recrean las postales de fiestas patronales. El elenco está soberbio: la actuación de Bermejo es sobresaliente y desgarradora, muy bien acompañada por Salinas (premio El Oficio Crítico 2013 por su participación en Bolognesi en Arica) y por los experimentados Carlos Victoria y Elmiram Cossio. La cautiva le hace sobrada justicia al Festival Sala de Parto y se constituye en un sorprendente montaje que nadie debe perderse.

Dato anecdótico: Mencionábamos anteriormente que para el público recurrente del Teatro La Plaza, este estreno le debe haber parecido un hecho sorprendente. Pues bien, este servidor logró escuchar el siguiente comentario, dicho en voz alta y entusiasta por un elegante caballero a sus también elegantes amigos, al terminar la función: “¡Qué buenos estos actores, seguro los deben haber traído de Yuyachkani!” Como diría Vallejo: “Hay, hermanos, muchísimo que hacer”.

Sergio Velarde
24 de noviembre de 2014

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