sábado, 14 de junio de 2008

Crítica: BAÑO DE DAMAS


¿Semillero de actrices?  

Toda actriz nacional que se precie de tal debe aparecer en “Baño de damas”. Estrenada hace ya algunos años de la mano del exitoso productor Horacio Paredes, la obra se mantiene aún en cartelera, permitiendo que nuevas y entusiastas señoritas de diversas anatomías, talentos y oficios logren el tan ansiado título de actrices. Modelos, vedettes, animadoras, locutoras, dramaturgas, gauchas, travestis, cantantes, bailarinas, porristas y hasta una que otra actriz fueron y siguen siendo cómplices de la versión local de esta obra ganadora del premio Casa de las Américas 2003 del venezolano Rodolfo Santana.

Desde Susan León a Ofelia Lazo, desde Carla Barzotti a Silvia Gálvez, desde Coco Marusix a Andrea Montenegro, pasando por Gloria Klein, Teddy Guzmán, Anita Saravia y hasta Beto Ortiz (!) dieron vida a los pintorescos personajes enfrascados en agobiantes naderías existenciales, que se reúnen en este imposible servicio higiénico de una esperpéntica discoteca, dando pie, en la vida real, a innumerables escándalos en la prensa local y hasta una indescriptible, aunque carnosa, versión cinematográfica.

¿Cuál es el secreto del éxito de esta puesta en escena? ¿Qué hace que en cada función los asientos estén abarrotados de público? Todo hacía suponer que el atractivo de la obra (quizás el único) era el generoso topless que perpetra el superficial y frívolo personaje de Chloe. ¿Pero es posible que el trabajo en conjunto de doce actri… ejem, damas, quede completamente relegado por la aparición de dos bulbosos pechos? ¿Las tribulaciones y conflictos que afectan a estas chicas no tienen tanta importancia como sí lo tiene el tajazo cerca de la aureola del seno izquierdo? Realmente se trata de una situación altamente surrealista y valgan verdades, inquietante.

¿Alguien sabe de qué trata la obra? ¿O lo que es lo mismo: acaso importa? Tal vez sí, si el desarrollo de la trama fuera ejecutado por profesionales de la actuación. Lo que nos lleva a otra interrogante. Así cómo la controversia sobre SEDNA es originada por la definición de lo que es un planeta, ¿cuál es la definición de actriz para el esforzado productor Alex Otiniano? ¿Una señorita de dos metros, guapa, bien despachada por delante y por detrás, con voz audible y que salga en la portada de “El Chino”? Salvo honrosas excepciones (pero vaya manera de honrar esta profesión), todas las chicas están más preocupadas en su maquillaje que en sus líneas.

¿Cuál es la reacción del público? ¡Oh, sorpresa! Los asistentes disfrutan, ríen, se emocionan y vitorean a las chicas durante toda la presentación y llegan al clímax en el saludo final. Les perdonan todos los furcios, lagunas mentales (valga el contrasentido), deslenguadas de traba, olvidos y tropiezos. Celebran las morcillas de Mónica Cabrejos y se ríen del maquillaje robado de Florcita Polo en el camerino. ¡Eso es hacer teatro en el Perú! “Baño de damas” finaliza, pero no dudamos que así como su hermanastra diabólica “La jaula de las locas”, pronto resurgirá de entre las cenizas aportando su obligatoria cuota de nuevas “actrices” a la escena nacional.

Sergio Velarde
24 de octubre del 2004

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