sábado, 14 de junio de 2008

Crítica: DURMIENTES


Las bellas “durmientes” y las hermosas imágenes  

Eguchi es un anciano lleno de culpas y dudas que se refugia en un exclusivo burdel en donde pasa las noches al lado de virginales jovencitas narcotizadas que nunca sabrán la identidad de su compañero de sueño. Las reglas son sencillas: Eguchi no debe tener sexo, no debe consumir alcohol, no debe despertarlas de su sueño y sólo tendrá a la misma chica por una noche. Esa es la trama de “Durmientes”, un bello y por momentos lánguido montaje de la directora Lourdes Velaochaga con texto de Aldo Miyashiro, quien abandona por un momento sus barras bravas y personajes marginales para abordar una triste y oscura historia sobre la soledad otoñal.

Miyashiro adapta con mucha fidelidad la novela “Las bellas durmientes” del premiado japonés Yasunari Kawabata, al teatro. Muy al margen de si cumple a cabalidad o no con hacerle justicia al autor (pues se trata de una adaptación), la estructura y la acción dramática funcionan con bastante solvencia aunque pierden fuerza hacia el final, sobre todo con un desenlace abrupto y desconcertante. El espectador asiste a las cinco noches en las que Eguchi (limpio trabajo de Carlos Gassols) acude al burdel y es introducido a la habitación de la mano de la regenta del mismo (la dramaturga Mariana de Althaus). La crisis y los escrúpulos de Eguchi son bien equilibrados por la mentalidad de esta misteriosa mujer que otorga diversas “personalidades” a cada una de las chicas narcotizadas. Resulta notable la conversación entre ambos personajes sobre la “promiscuidad”.

La directora Velaochaga se preocupa más por la creación de hermosas imágenes que por el ritmo de la acción. Prefiere los silencios, los ambientes oscuros y los abundantes desnudos femeninos para atraparnos en la historia, que si bien tienen un provocativo comienzo se tornan repetitivos y cansinos conforme avanza la historia. La música y algunos elementos escenográficos nos remiten vagamente al universo oriental, pero que no llegan a involucrarnos del todo. En todo caso, esta “occidentalización” de la historia de Kawabata no afecta para nada el entendimiento del montaje.

A destacar dos interesantes imágenes: la mirada misteriosa e inquietante de Althaus hacia el dormitorio de Eguchi, y a Gassols semidesnudo en cama al lado de los núbiles cuerpos de las intachables Pierina Pierotta y Briscila Degregori. No será el montaje más delicado del año, pero sí una puesta en escena con un puñado de hermosas imágenes que no olvidaremos en mucho tiempo.

Sergio Velarde
13 de diciembre del 2004

4 comentarios:

Anónimo dijo...

si has escuchado a sara joffre haciendo uan critica sabes que no es critica, como le puedes hacer un homenaje por eso, no seas

Sergio Velarde dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Sergio Velarde dijo...

Respeto tu opinión, pero también debes respetar no sólo la trayectoria de Sara, sino también su título de Crítica Teatral otorgado por San Marcos. Es un hecho que no puedes ignorar. Un saludo, Anónimo.

Anónimo dijo...

no puedo ignorar que el oscar existe, tampoco puedo negar que es una farsa. ¿importa mi nombre? ¿has escuchado o no a sara joffre haciendo una critica? por mi esta bien que borres mi comentario