domingo, 11 de diciembre de 2011

Crítica: EL ANFITRIÓN

Historia de dioses y cuernos

Se viene presentando en el Instituto Italiano de Cultura, con la producción del Teatro de Cámara y bajo la dirección de Rafael Sánchez Mena, la obra El anfitrión de Plauto. Se trata de una divertida tragicomedia escrita por el autor latino, pero que en esta versión, inexplicablemente, los dioses mantienen sus nombres griegos. Cuenta como el dios Zeus (Júpiter) decide seducir a la bellísima Alcmena, esposa del general Anfitrión, y se hace pasar por éste adoptando sus rasgos físicos. Para lograr su propósito, Zeus cuenta con la ayuda de su hijo Hermes (Mercurio), quien también usurpa la personalidad del criado Sosia. La trama, llena de enredos de alcoba y personalidades intercambiadas, ha sido revisitada muchas veces, especialmente por Moliere, y este montaje en general, logra arrancar más de una carcajada al público, con una escenografía funcional y un cuidado vestuario.

Paco Varela asume su doble papel con bastante aplomo y precisión (su galante dios Zeus contrasta con su iracundo Anfitrión), aunque en el último cuadro su voz en off debe revisarse, para la total comprensión de la conversación entre ambos personajes. Por su parte, Mario Soldevilla resulta sumamente convincente y enérgico como Hermes, especialmente en su monólogo inicial, crucial para entender la dinámica de la puesta en escena. María Carbajal, Salomé Reyes, Mario León y el mismo Sánchez Mena completan el competente elenco. Otro acierto es el de escuchar canciones interpretadas en vivo por los propios actores, hecho que de por sí eleva su espectáculo por encima de otras producciones, empecinadas aún en continuar con el uso del espantoso playback. En este apartado, Varela y Reyes resultan sobresalientes.

Acaso el único serio reparo que se le podría atribuir a este montaje dirigido por Sánchez Mena, sea el de controlar mejor a sus actores cuando dejan de lado sus personajes y comienzan a bromear entre ellos, provocando peligrosamente la risa fácil; por una cuestión de orden, es preferible no caer en lo gratuito (o hasta en lo chabacano) y conseguir un humor fino, de acuerdo a la riqueza de las acciones y los diálogos. El anfitrión constituye una grata sorpresa en nuestra cartelera y es un digno espectáculo de dobles y usurpadores, que bien merece una revisión.

Sergio Velarde
11 de diciembre de 2011

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