viernes, 11 de julio de 2025

Crítica: LA VISITA DE LA VIEJA DAMA


Una visita inesperada 

La obra, escrita por Friedrich Dürrenmatt, nos presenta una comedia con tintes de drama y novela, en tanto explora un dilema que atraviesa a una comunidad entera. En ella, aunque las personas viven sin mayores ideales, el regreso de la enigmática millonaria Claire Zachanassian termina por remover los cimientos morales de su pueblo natal. Así, a cambio de la muerte de quien alguna vez la maltrató, ella ofrece una recompensa económica muy difícil de ignorar. 

Esmeradamente dirigida por Fito Bustamante, contamos con las actuaciones de Ariana Meléndez, Jesús Núñez, Francis Vega, Noelia Reyes, Maria Paz Vallenas, Nora Salvador, Zamira Sierra y, a quien quisiéramos destacar por su versatilidad, Fernando Huamán. 

Recomendamos La visita de la vieja dama a nuestro público que prefiere obras que abordan temas complejos, a lo que se añade una larga duración, en tanto requiere de buen tiempo para su despliegue. Como podrán adivinar, se exploran cuestiones en torno a la justicia, el dinero y el poder, insertadas en una especie de juego donde los pobladores son simples fichas para la visitante: pueden escoger, o no, vender su lealtad a los valores comunes, pero finalmente deben tomar parte en las decisiones que afectan a todos. 

De este modo, asistimos junto a los personajes a una especie de espectáculo en torno a la venganza, que ya cada uno podrá juzgar por su legitimidad. Por ello, les invitamos a ver y reflexionar en torno a esta propuesta de teatro contemporáneo, que se queda un par de fechas más en el CAFAE.

Barbara Rios

11 de julio de 2025

Crítica: TR3S: MÁS ALLÁ DEL MIEDO


Terror en casa

Tres microobras marcadas por el suspenso y el terror psicológico: un personaje peculiar que nos recibe y advierte sobre lo que va a suceder (resulta que es el director); hay una atmósfera peculiar, la corporalidad, la energía y la voz hielan la piel como una fría noche. Ingresamos a una casa donde hay un colchón, estamos en lo que parece una sala, los primeros atisbos van causando sensaciones en el cuerpo. El personaje que nos recibe hace como una especie de guía, nos anuncia que la obra va a empezar, hay un apagón y una joven aparece sentada en el colchón; su presencia es fuerte, el rostro parece marcado por el dolor, hay un mal presagio.

La historia trata sobre soltar y perdonar, gran labor a la que nos enfrentamos día a día, cuando abordamos un trauma o un mal recuerdo esta situación es más complicada; es una prueba extenuante, pero al descubrir que la única manera de volver a existir y salir de ese lugar que se derrumba y nos aplasta lentamente (con la agonía de un condenado) es perdonar, llega el momento de la purificación y el nuevo comienzo. Las dos actrices usaron muy bien sus recursos, gran diálogo, excelente interacción, buena energía. Personalmente me gustó mucho la presencia de la joven lastimada a la que atendían como paciente, lo que causaba en el lugar funcionaba muy bien con la naturaleza de la creación, gran presencia e interpretación, pero por supuesto su acompañante era la docilidad, el equilibrio necesario para no volver tan densas las cosas.

La segunda historia empieza con un accidente inesperado y termina en un asesinato cruel, aquí se aborda la razón del confiar y cómo nunca terminamos de conocer a las personas que nos rodean. Ambos intérpretes jugaron adecuadamente un diálogo de proximidad, seducción y recuerdos, buen manejo del texto y presencias llamativas en el espacio. La transformación del joven asesino que se encontró con un amor del pasado es inesperada, hay un buen trabajo en cuanto al desarrollo del personaje; al principio, parece inofensivo cuando sucede el encuentro, un joven normal, pero acusa un secreto, algo así como un temor.  Al final manifiesta toda su naturalidad al lograr llevar a la chica a su casa, la joven tiene una energía condensada, como si estuviera marcada por sucesos, un rencor, situaciones sin resolver; sin embargo, todo termina calzando víctima y victimario suelen encontrarse con facilidad. El joven se muestra como es, un asesino; los recursos teatrales son bien usados para marcar este momento tenso y de desenlace; la luz, el cambio de energía y el vestuario, todo termina con un asesinato, la risa del guía retumba el espacio.

En la historia final nos enfrentamos a una especie de conciencia que habla: un joven llega con unas bolsas y hace como si nada pasara, pero sucede que él ha asesinado a su novia, entonces tocan la puerta y es el espíritu o la presencia de ella, que le va increpando algunas cosas. En las bolsas en donde solo aparentemente había basura, ahora está el cuerpo diseccionado de la chica, la conciencia es un fuerte retumbar dentro del ser. En esta puesta lo que nos habla es una culpa, un crimen que se consumó desde el silencio, pero que atormenta a gritos desde voces lejanas. El joven termina torturado por una presencia demoniaca que tiene la imagen de su novia. El buen manejo de la tensión y la energía permite que esta escena se desarrolle adecuadamente; los dos intérpretes conjugan muy bien sus capacidades y la actriz mantiene una gran tensión desde su corporalidad.

Moisés Aurazo

11 de julio de 2025

Crítica: NARANJAS


Conmovedora crónica urbana

En 2019, un puesta teatral ambientada en una zona minera amazónica, sencilla en su ejecución escénica pero contundente en su mensaje social, nos reveló a una prometedora autora y directora. La obra en cuestión fue Este lugar no existe; y su creadora, la joven Alejandra Vieira Aliaga. Seis años después, viene presentándose en el Club de Teatro de Lima la nueva propuesta de Vieira, titulada simplemente Naranjas, que no solo acierta al plasmar una problemática social real y preocupante, sino que lo hace a través de una ingeniosa mezcla de sobriedad y dramatismo, que nunca llega a desbordarse y que cala profundamente en el espectador.

La trama resalta por contener elementos tan reconocibles de nuestra imperfecta sociedad y que acaso, la rutina nos impide medirlos en su real dimensión, cayendo muchas veces en la insensibilidad frente a toda la carga emocional que vivimos día a día. Una madre y su hija adolescente venden jugos de naranja desde muy temprano en una calle limeña; hasta allí llegan otra madre con su hija de la misma edad desde provincia, dedicándose a pedir limosna. Ambas jovencitas entablan una tierna amistad, solo rota cuando se revelan los verdaderos motivos de su viaje a la capital, en el que está involucrado nuestro precario sistema de salud. Personajes y situaciones que seguramente han existido siempre y de manera anónima desde hace mucho tiempo y que Vieira retrata en escena con solvencia, humor, dureza y mucha humanidad, a través de la tierna y conmovedora mirada de esta muchacha que pela y exprime naranjas todas mañanas con su madre.

Nuevamente a la cabeza del elenco de Vieira, la pequeña gran actriz Yaremís Rebaza destaca por su energía, carisma y poder de convencimiento, haciendo creíble el trance adolescente que le toca experimentar; muy bien acompañada por Bea Ureta, como su madre, en una composición llena de detalles. Muy bien, también, Sol Nacarino en una emotiva caracterización; así como los sólidos Astrid Villavicencio y Alain Salinas, ambos en doble papel. Presentada por Onírica Teatro independiente, Naranjas consolida a Vieira Aliaga como una de las voces más interesantes dentro de nuestra dramaturgia joven, capaz de retratar con dignidad a variopintos personajes llenos de esperanza dentro de una sociedad como la nuestra, una que inexplicablemente se resiste a cambiar para bien.

Sergio Velarde

11 de julio de 2025

lunes, 7 de julio de 2025

Crítica: ESPOSADA


Oportunidad perdida

Ya desde el afiche, la obra anticipaba tener ciertas características; pero siempre debe otorgársele el beneficio de la duda. Lamentablemente, estas sospechas iniciales se materializaron. Esposada es una puesta en escena fallida en varios niveles y desde esta tribuna intentaremos explicar el porqué. Con objetivos poco claros (¿se busca denunciar la violencia de género o la corrupción o el machismo o la codicia del hombre o todo junto?), el espectáculo es presentado por el experimentado actor Walter Taiman, de intensa actividad en la década de los ochentas, quien manifestó en la noche de estreno de la mencionada puesta que había tenido que sacarse las “telarañas” del cuerpo para volver, después de tanto tiempo, al ruedo teatral. Aquella declaración no puede ser considerada como una justificación, pero sí acaso como una posible explicación para el estreno de una obra que luce completamente fuera de lugar en medio de nuestra cartelera teatral, con interesantes estrenos que incluso abordan las mismas temáticas que la mencionada puesta.

Quizás los problemas empiecen desde el planteamiento mismo de la historia, con idea original de Taiman y dramaturgia de Enrique Malatesta. La obra, presentada en dos actos, enfrenta a solo dos personajes: el hombre, malvado, machista y corrupto hasta la médula, que agrede física y psicológicamente (literalmente, sin parar) a su mujer, una víctima que pudo y puede escapar de su agresor desde hace un par de décadas en cientos de oportunidades, pero que no lo hace por razones que se nos escapan. No llegan a aparecer en la trama las “esposas” del título: no se mencionan ni chantajes sentimentales, ni hijos secuestrados, ni amenazas familiares; solo una dependencia emocional que se hace inexplicable a pesar de los esfuerzos de los actores, quienes combinan en sus discusiones términos rebuscados con groserías de alto calibre.

Víctor Prada es un excelente actor, de probada eficacia, que hace lo que puede con uno de los personajes más ingratos que le ha tocado interpretar: insulta y violenta a su pareja desde el inicio hasta su previsible final, sin matices, sin transiciones y en el único registro del malo “malísimo” responsable de todas las desgracias del país; mientras que a Marisol Aguirre le tenemos que creer que es agredida psicológicamente y ultrajada con violencia desde hace veinte años hasta la fecha, luciendo siempre radiante y espectacular, dentro de su casa. Muy válida la postura de enfrentar abiertamente, desde el teatro, los grandes lastres que nos mantienen hundidos como sociedad, como la violencia de género, el imperante machismo y la corrupción que vemos en el día a día; pero se hace indispensable el hacerlo utilizando todas las herramientas y posibilidades que proporciona el arte teatral con creatividad, ingenio y coherencia. Lamentablemente, Esposada, estrenada en el maravilloso Teatro Municipal de Surco, constituye una oportunidad perdida, que no cumple con los requisitos mínimos para convertirse en un espectáculo recomendable.

Sergio Velarde

7 de julio de 2025

domingo, 6 de julio de 2025

Crítica: EL ÁRBOL DE HUAYRURO


Selva en peligro

Acérrimo activista en favor de la conciencia ecológica y la defensa del medio ambiente, el actor y director Richard Torres regresa a Lima para presentar su último espectáculo, luego de muchos años de refugiarse en nuestra Amazonía, no solo para seguir casándose con árboles fiel a su estilo, sino también para defenderlos a todos ellos a capa y espada. Esta vez, Torres hace sentir su voz de protesta ante la aprobación de la ley Ley n.º 31973 (¡cuándo no el Congreso!), que modifica a su vez la n.º 29763, la llamada ley forestal y de fauna silvestre, que aprueba disposiciones complementarias orientadas a promover la peligrosa zonificación forestal. Esta norma legal, conocida por sus críticos como la Ley Antiforestal, es el disparador para la creación de esta nueva aventura del conocido medioambientalista, titulada El árbol de Huayruro, puesta en escena que tiene sus objetivos bastante claros y en la que Torres pone de manifiesto su particular (y para muchos, excéntrico) sentido estético y simbólico.

La última obra que Oficio Crítico vio de Torres fue Preciosas Malditas II (¡!) en 2009, espectáculo que ya acusaba los excesos y estridencias que serían sus marcas teatrales características, pero que en la presente puesta en escena se encuentran felizmente mucho más controladas, sin caer en demasiadas exageraciones y sobreactuaciones. La selva peruana se encuentra expuesta a la destrucción, gracias a las terribles leyes perpetradas por el gobierno corrupto, y asistimos a la tala en vivo del longevo Árbol de Huayruro, uno de los pilares naturales de la región. Aparecen los nativos protectores, los taladores despiadados, el ministro inescrupuloso desde Lima; y especialmente, aquellas deidades de la Selva (interpretadas por Rebeca Raez y Edith Tapia), en medio de un coro de seres simbólicos que cuidan la región y que nada pueden hacer contra la codicia del hombre.

Con aspectos meramente formales por pulir, como la dramaturgia demasiado sencilla y a ratos redundante, con algunos personajes estereotipados y unidimensionales, y con filones dramáticos sin explorar a profundidad (como la relación existente entre el talador de niño con el árbol), la puesta sí que exuda compromiso y responsabilidad por exponer al público esta tan necesaria denuncia, apoyada por esmerados vestuarios y maquillaje. Una mención especial para Torres, quien asume el rol del árbol del título, con una pierna fracturada, pero con una energía que comanda toda la propuesta. Producida por Karl Vasquez, El árbol de Huayruro cumple el cometido de convertir el hecho escénico en una pieza que es, acertadamente, mucho más que un mero entretenimiento: es un grito desesperado, coherente y necesario, en contra de la deforestación amazónica. Una responsabilidad, que este montaje de Torres ya la vuelve compartida con todos los espectadores.

Sergio Velarde

6 de julio de 2025

Crítica: UN LUGAR PARA NOSOTROS


Inevitables despedidas

Una brevísima temporada de la obra Un lugar para nosotros, a cargo de Kamill Salinas (parte del elenco), Anyelina Orihuela y Paola Durante, estudiantes de la carrera de Artes Escénicas de la UPC, como parte de su proyecto final como futuros egresados, tuvo lugar en el Teatro Auditorio de Miraflores. 

Bajo la dirección de Sandra Jimena Poma, la historia gira en torno a Fausto, un hombre al borde del divorcio debido a un secreto, enfrentado el dilema de luchar por su matrimonio o aceptar la separación; por otro lado, Ruth lidia con la enfermedad terminal de su padre Ramón, que solo quiere aprovechar el tiempo que le queda a su manera. En determinado momento, los personajes unen sus caminos, compartiendo el dolor y la incertidumbre de la pérdida, así como la esperanza de los nuevos comienzos. 

Las actuaciones de Andrea Vizcarra, Micaela Pérez, Eduard Zapata y Álvaro Cáceda -quien también es el autor de la obra-, revelaron personajes bien construidos, con características específicas acorde a sus personalidades, y correctas caracterizaciones, apoyadas por el vestuario.

El espacio escénico: sencillo y funcional, con elementos precisos, los cambios de luz y la música ensamblan la puesta, que mantiene un ritmo dinámico de inicio a fin. Así, Un lugar para nosotros explora con humor y nostalgia la pérdida de un ser querido, el amor y el dolor que todo ser humano experimenta alguna vez. Sin duda, un inicio auspicioso para este grupo de jóvenes actores.                                                 

Maria Cristina Mory Cárdenas

6 de julio de 2025

viernes, 4 de julio de 2025

Crítica: LA ÓPERA DE LOS TRES CENTAVOS


Brecht se alza sobre las tablas limeña

Brecht escribe La ópera de los tres centavos con la intención de abordar una problemática urgente que no solo habla de su mundo, sino algo que globaliza a toda la humanidad: temas como el cinismo, la explotación laboral y, sobre todo, la corrupción capitalista. Y bajo la dirección de Jean Pierre Gamarra, observamos un punto de vista ácido, crítico hacia nuestra realidad peruana y especialmente, entretenido. Una coproducción entre Teatro Británico y Éxodo Teatro.

En escena, André Silva como el inherentemente encantador Mackie Navaja; María Grazia Gamarra como la inocente y astuta Polly Peachum; Alonso Cano siendo la pragmática Señora Peachum; Leonardo Torres Vilar, el empresario mendigo adulador Señor Peachum; Óscar Yépez encarnando al curioso Tigre Brown y a la seductora Jenny Towler; Amaranta Kun siendo la vehemente Lucy Brown y el gran Bertolt Brecht. Hay mucho que decir de este montaje que para algunos es aberrante y para otros, Brecht lo aplaudiría.

En primera instancia, la obra como texto escrito responde a una lucha que está liderada por masas, es decir, que no solo le pertenece a un individuo, sino a muchos. Esto es el teatro épico, un teatro que propone cuestionar y confrontar al espectador para que despierte ante la mágica teatral que sucede cuando vas al teatro.

Al entrar al Británico, la propuesta escenográfica por Lorenzo Albani te causa cierta inquietud a través de un golpe visual en el buen sentido. La escenografía no busca situar la obra en espacios determinados, sino que alterna y juega lógicamente con los lugares que permiten que los actores entren en un estado de convención en relación al espacio diegético.

Por otro lado, la dirección lúdica de Gamarra permite exponer lo que Brecht quiere lograr, en relación con los personajes que son liderados por actores que, más que actuar, buscan arquetipos: personajes desdibujados que no tienen una identidad concreta. El teatro épico propone personajes que no son buenos ni malos, sino imágenes visuales para que el espectador despierte.

Estos efectos de distanciamiento teatral se observan en toda la obra. Realmente, un montaje muy sólido, lleno de momentos divertidos y grandilocuentes. Eso es lo que esta obra busca: divertir con consciencia para interpelar. En general, un montaje que lleva todo al límite y que pone al espectador como un actor más de la obra.

Continuando con el cuerpo musical de orquesta a cargo de Jaime Bazán, es interesante cómo Gamarra introduce su visión operística para hacerle honor a La ópera de los tres centavos; es decir, no podría faltar ópera. Recordemos que Brecht escribe esta obra con el propósito de interpelar. En ese sentido, la propuesta musical de estilo expresionista es muy oportuna, no solo porque embellece a la obra como tal, sino porque acompaña el ritmo de la obra. Asimismo, deliciosamente se observa cómo el timing está tan cuidado y todo encaja de una manera precisa y directa, como diría Mackie, “justo en el blanco”.

No hay que olvidar a los actores. Es que en escena no se ven actores como tal, y esto le hace honor al pensamiento brechtiano. El elenco está conformado por actores que tienen personalidad. En esencia, la obra no quiere simplemente priorizar el “hacer”, sino que esta propuesta apuesta por mostrar y evidenciar los roles que cumple cada personaje dentro de la historia.

Por un lado, está el encantador Mackie Navaja de la mano de Silva, siendo un aprovechador y encantador que es capaz de sacudir a todo el barrio de Soho. Y seguidamente está Polly Peachum, que para algunos puede ser inocente y virtuosa, pero la señorita Peachum es mucho más que eso; se podría decir que es el personaje que tiene claro lo que sucederá con todos al final, siendo la más astuta, interpretada por María Grazia Gamarra. No hay que olvidar a los padres pintorescos, el señor Peachum y la señora Peachum, haciendo una mención especial, ya que aquellos personajes en los cuerpos de Torres Vilar y Cano se vuelven una dupla totalmente brillante. Kun y Yépez, por su parte, se consolidan como actores completamente versátiles, llenos y dispuestos a evidenciar una denuncia capitalista. 

En general, un montaje que, sobre las tablas, muestra ironía, sátira y una crítica directa hacia las fuerzas autoritarias. Un espectáculo que lleva todo al límite, con una estética brechtiana muy bien cuidada. En esta versión, Gamarra nos convoca a ser espectadores activos, alejados de la ilusión teatral, para pensar en la ópera como un llamado a la acción. Éxodo lo hace una vez más: presenta una puesta de escena muy sólida y osada.

Juan Pablo Rueda

4 de julio de 2025

martes, 1 de julio de 2025

Crítica: BAJO LA BATALLA DE MIRAFLORES


Una batalla moral/ ética: ¿Cuál es la patria?

La obra de Paola Vicente, presentada por El Patio Colectivo, se desarrolla en el contexto de la Guerra del Pacífico y plantea un modo de pensar tal evento desde el lado de protagonistas femeninas, con sus formas de agencia y resistencia. El conflicto se da al interior de una casa, que para tal momento era el ámbito reservado para la mujer, y donde igual se replicaron las luchas que otros libraban fuera. 

Los personajes de Julia (Alexandra Garcés), su madre Doña Clara (Trilce Cavero) y Esperanza (Kattsy Chávez), quien trabaja para ambas, se apoyan y protegen en medio de la que fue una de las fechas más oscuras que se vivió en la capital. Dado tal escenario, surgen tantos problemas como dilemas ante los que deben tomar decisiones difíciles, y que bajo la dirección de Manuel Guerrero se nos presentan cargados de ansiedad, pero también de cierto optimismo. 

En ese sentido, la pluma de Paola destaca por la construcción, muy bien lograda, de personajes femeninos fuertes, pero igualmente comprensivos y nobles. Sumado a ello, la conciencia sobre el impacto y la vivencia de una batalla como aquella debe responder a una sensibilidad e interés por la historia de quienes nos precedieron. 

Asimismo, la dramaturga pone énfasis en los dilemas morales que atraviesan a todos y que, por lo mismo, nos interpelan aún hoy. Nos deja pensando si hubo y si aún existe una patria o, en todo caso, si esta se transforma, presentándose con otro rostro, como algo más para la vida. Por ello, es una obra que deja a todo el auditorio con muchas preguntas y con ganas de seguir revisando la historia, que termina por marcarnos hasta hoy.

Barbara Rios

1º de julio de 2025

domingo, 29 de junio de 2025

Crítica: LA ENTREVISTA y ABUELO


Valorando instantes

La memoria, tan frágil como parece, atesora recuerdos que en algún momento, por más que creamos olvidados, vuelven a nosotros para humedecer nuestro rostro con una lágrima. Quizás sea una frase que resume el tema de estas dos microobras que nos dejan con los ojos inundados, no solo por la temática, también por la interpretación que realizan los actores.

La primera obra fue La entrevista; al iniciar, en esta puesta en escena nos encontramos con Esteban, un reconocido autor, quien es entrevistado por una alumna de periodismo, llamada Lucía. Esta obra, con elementos muy simples en escena, nos brinda esa magia que tiene el teatro de hacernos imaginar objetos y entornos que solo los actores pueden ver, con un excelente juego de luces, nos brinda grandes momentos. Así mismo, los personajes fueron interpretados por Pedro Olortegui y Cielo Abril, respectivamente; experiencia y juventud que logran una combinación que hace sentir el peso de la obra. Ambos, según avanza la entrevista, dejan ver sus discrepancias, las cuales empiezan a perturbar la dinámica; así dejan ver una leve familiaridad con la joven que provoca curiosidad en Esteban, como si la conociera desde tiempos anteriores. Una obra que nos deja una gran lección.

En la segunda puesta en escena, Abuelo, vemos a Antonio junto a su nieto Arturo, personajes que son interpretados por Olortegui y Nicolás Castillo, respectivamente. Un abuelo muy tierno, quien suele jugar junto a su nieto; todo esto se va transformando cuando Arturo empieza a crecer y desea abandonar su hogar. Antonio hace todo lo posible para interrumpir esos momentos en los que comparten las tardes juntos. Intenta alejarlo de los riesgos y de la terrible realidad que se oculta en el exterior, una realidad que Antonio no está preparado para admitir. Sin duda, en la actuación se nota la evolución de los personajes y en ambos se percibe muy claramente su objetivo. Con una escenografía básica pero que toma relevancia, al ser aprovechada en su totalidad, no es solo un elemento decorativo, también forma parte de las acciones de la obra. 

Al ver estas piezas de teatro nos queda una sensación de nostalgia, pero al mismo tiempo nos hace sentir la importancia de valorar cada momento. Sin duda, dos obras cortas con mucha reflexión.   

Javier Gutiérrez

29 de junio de 2025

Crítica: LA FARSA DE PATHELIN


El arte de engañar con elegancia: Pathelin en clave de farsaw

La noche del 24 de junio se presentó La Farsa de Pathelin, una divertida comedia medieval adaptada y dirigida por Claudia Montalvo, que contó con las actuaciones de Lua Rodriguez, Cristina León, Ariana Guerra, Yhanira Noruzka y Mayte Montalva. Desde el primer momento, la obra estableció una relación lúdica con el público, anticipando el tono festivo y exagerado característico del género farsesco.

La escena inicial, con la aparición de la esposa de Pathelin (León), mostró una construcción graciosísima del personaje: su uso del cuerpo y del gesto lograba captar la atención incluso en los momentos de mayor caos. Su dinámica con Pathelin (Rodriguez) fue uno de los pilares de la función: Rodriguez ofreció una interpretación que oscilaba entre la picardía y el absurdo, llevando con gran precisión la gestualidad bufonesca del personaje. Su capacidad para el engaño no solo descansó en el texto, sino en una fisicidad que amplificaba el efecto cómico de cada trampa.

El personaje de la relojera (Guerra) aportó un ritmo particular, construyendo una figura exagerada que encajaba a la perfección con la estética farsesca. Por su parte, la criada (Noruzka) logró algo sumamente difícil: hacer reír desde el silencio. Su manejo del tiempo, la mirada y el cuerpo fue uno de los momentos más celebrados por el público. Finalmente, la abogada (Montalva) combinó elegancia y ridiculez con un equilibrio notable, elevando su personaje a una parodia de solemnidad, en consonancia con el tono crítico de la farsa medieval hacia las figuras de poder.

El uso del gesto fue central en toda la puesta. Los cuerpos de las actrices no solo encarnaban personajes, sino que delineaban situaciones, relaciones jerárquicas y giros argumentales, muchas veces incluso por encima del texto. La dirección de Montalvo apostó por una farsa ágil, visualmente intensa y expresiva, donde el exceso era una herramienta crítica y no solo decorativa.

En suma, La Farsa de Pathelin fue una celebración del teatro físico y del humor inteligente, que recordó que la risa, cuando es bien dirigida, puede ser también un acto de resistencia.

Daniela Ortega

29 de junio de 2025