lunes, 22 de abril de 2019

Crítica: INVENCIBLE


No somos tan distintos

"Todos tenemos algo en común" bien podría ser el colofón de la obra Invencible (2014), actualmente en cartelera en el Teatro de Lucía. Escrita por el dramaturgo y guionista inglés Torben Betts y dirigida por Rodrigo Falla Brousset, esta comedia nos revela que algunas veces, poner en evidencia nuestras diferencias con el otro resulta ser el espejo en el cual nos vemos reflejados.

En escena, una pareja que atraviesa por problemas económicos –Emilia y Oliver, interpretados por Valeria Escandón y Alfonso Dibós- debe mudarse a un barrio alejado y modesto, abandonando las comodidades que acostumbraban tener; con la finalidad de adaptarse a los cambios, invitan a sus nuevos vecinos –Alan y Daniela, interpretados por Nicolás Fantinato y Lia Camilo- a casa. En medio de las conversaciones, surgen temas controvertidos que versan sobre la política, el arte, los deportes, los secretos íntimos y un gato. Sí, un gato cuyo nombre y figura serán los responsables de generar más de una confusión entre los vecinos.

Apostando por una escenografía funcional (una sala decorada con pinturas y estantería), adaptable a los distintos usos por parte de los actores, el montaje transcurre en dos actos: en el primero, Emilia y Oliver muestran sus discrepancias respecto a la formalidad de su vida en pareja y reciben a sus vecinos, a quienes reconocen como personas distintas a ellos (por su modo de vestir, de hablar, por sus modales, por sus ideas, pasatiempos, entre otros detalles), surgiendo el conflicto cuando Alan le pide a Emilia su opinión acerca de los retratos que él hace de su gato; y en el segundo, se produce un giro hacia el drama, ya que los personajes experimentan una suerte de ‘evolución emocional’, que va desde la burla hasta el dolor más honesto. Este cambio funciona, porque permite al espectador conectarse aún más con la historia, con la situación y con el personaje, por ende, las risas son más genuinas también. Se aprecia el ejercicio hábil de la dramaturgia, que termina convirtiendo un hecho cotidiano en uno teatral.

Mención aparte merecen estos personajes, interpretados con suma verdad y precisión por el elenco, permitiendo que la vulnerabilidad surja naturalmente. Emilia, una mujer de pensamiento libre pero ideas muy fijas, que termina imponiéndose casi con imprudencia; Oliver, intentado ser escuchado y validado por su pareja; Daniela, que guarda un dolor que va más allá de su atractivo físico; y Alan, un hombre sencillo, con sutiles rasgos de inocencia pero incapaz de escuchar a su esposa. Vuelvo a repetir: ver a los personajes evolucionar y transformarse es siempre agradecido.

Invencible, a primera vista, nos acerca a nuestras individualidades como humanos; sin embargo, refleja también la importancia de vernos más allá de las diferencias sociales o económicas, pues a la hora de enfermar, de sufrir o alegrarnos, no somos tan distintos.

Maria Cristina Mory Cárdenas
22 de abril de 2019

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