sábado, 28 de octubre de 2017

Crítica: EL ARCOÍRIS EN LAS MANOS

Después de toda tempestad, sale el arcoíris

“¿Sabes por qué esa bandera está llena de colores? Es por ese arcoíris que siempre perseguimos y siempre se nos escapa”, mencionó una mujer transgénero llamada Vandrea (un inmejorable Miguel Álvarez), mientras señalaba la bandera gay que colgaba en el escenario, dentro de uno de los montajes más sorprendentes, atinados y logrados del año: El arcoíris en las manos, escrito por Daniel Fernández y dirigido por Dusan Fung, cosechó numerosos comentarios positivos de público y crítica durante su temporada setiembre-octubre en el Centro Cultural Ricardo Palma de Miraflores. Es por ello que queda ya poco por agregar a las diversas reseñas que ha generado esta obra, premiada con el tercer puesto en el Concurso Nacional “Nueva Dramaturgia Peruana 2015” del Ministerio de Cultura y producida por Imaginario Colectivo.

Por ejemplo, para Pepe Santana, como anota en su Advenedizo Digital, las fortalezas de El arcoíris en las manos se debilitan con los monólogos explicativos que acompañan la sentida historia de una joven mujer transgénero, que responde al nombre de Marita (un sorprendente Miguel Dávalos), que desea estudiar contabilidad en un instituto, luego de haberse dedicado a la prostitución. Sin embargo, este detalle particularmente no desmereció el ritmo de la puesta, en gran parte por el notable desempeño actoral, que aprovechó dichos momentos para dirigirse al público y mantenerlo a la expectativa de la historia. Así, los espectadores comprendimos un poco más a los personajes que rodean a Marita, como su madre (una excelente Tatiana Espinoza), quien con total naturalidad le recriminaba por su conducta a la vez que le exigía dinero; o como su amante (un convincente Eduardo Ramos), quien luego de verla siempre a escondidas se muestra ante los demás como el “macho” empedernido, además de pedirle dinero también; o como su hermana (una delicada Mariajosé Vega), una auténtica buena para nada, pero noble muy en el fondo a su manera.

Así también, como lo mencionó nuestra colaboradora Stefany Olivos, El arcoíris en las manos representó en realidad, la lucha de cualquier persona, cuando es afectada por una de las sociedades más intolerantes y pacatas, como lo es la limeña. Mérito de Fung el de llevar a buen puerto el valiente texto de Fernández, contando solo con cinco actores de excepción, tres tarimas, un catre y un micrófono. El arcoíris en las manos no solo fue una pertinente y necesaria puesta en escena en tiempos actuales, sino que se convirtió, por derecho propio, en uno de aquellos bienvenidos espectáculos teatrales que aparecen luego de la feliz convergencia de escritura, dirección, producción y actuación de primer nivel. Entre lo mejor del año.

Sergio Velarde
28 de octubre de 2017

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