miércoles, 26 de enero de 2022

Crítica: EL JOKER


Diagnóstico de un hombre atormentado

El grupo teatral “La cuarta pared” de Argentina nos trae una nueva propuesta en el Centro Cultural Ricardo Palma; se trata de la adaptación teatral de la película El Joker, estrenada en 2019. El monólogo está a cargo de Guillermo Ale, tanto en dirección como en la dramaturgia; además de contar con la interpretación de Horacio Rafart para dar vida al famoso personaje de los comics, quien a la vez dice estar representando su propia visión y no una imitación del trabajo del actor hollywoodense Joaquin Phoenix.

La obra relata la vida Arthur Fleck, un aspirante a comediante, incapaz de soportar aquella ciudad hostil que no lo soporta ni lo quiere. Por lo tanto, nacerá dentro de él un antihéroe capaz de combatir todas las injusticias que ha sufrido. Gracias a la estructura del texto podemos observar el deterioro mental del protagonista -aparentemente esquizofrénico-, que mientras cuenta chistes cada vez más oscuros en una tarima al mismo estilo del stand up, también divaga en el mar de sus recuerdos enteramente malos y tristes. Evoca estas escenas de pesadilla en medio de un escenario minimalista donde ubicamos tres áreas centrales: el camerino (un espejo iluminado), la oficina del jefe (donde utiliza una máscara y un bastón para terminar de recrear la situación) y el cuarto de baño donde limpia el cuerpo de su madre (al refregar una tela dentro un balde con agua). Suma a esto una iluminación llena colores de la locura: morados, rojos y verdes; propuesta muy parecida a las secuencias más famosas del film que también son traídas a su versión para las tablas.

Durante la función, por momentos, el ritmo se pierde, sin concluir algunos cuadros relevantes dentro de la trama por dirigirse a otros de forma sorpresiva, dejando el proceso de asimilación del espectador en el aire; esto en parte debido al manejo escénico de Rafart. Si bien el actor construye una idea interesante del personaje al presentarlo en constante tensión a nivel corporal y vocal, muchas veces pareciera ensimismarse en la imagen de lo que podría ser un loco casi caricaturizado. Entonces pasa que cuando nos dirige a textos más íntimos no logra verse conmovedor, sino monótono. Algo muy diferente ocurre cuando rompe la cuarta pared para mostrar al comediante, porque este sí resulta aterrador con una mezcla de carisma jocoso. Quizás esto sea debido a que la dramaturgia no se centra en un tema preciso; no se tiene claro si crítica a la jerarquía social, a la indiferencia, a la salud mental o más. Por ello, vemos al intérprete ir por muchas direcciones, no todo el tiempo bien desarrolladas.  

Al llegar al instante cumbre -su entrevista con Murray tal como en la película- todo cambia: vemos al Joker, un renegado harto de maltratos y libre de pesadillas. Prácticamente, aquí la obra asume la posición de su material base, es decir, deja la premisa del loco para luego convertirse en un vengador social. Siendo el montaje un experimento centrado en la deformación del cuerpo del actor, mas no por completo en su mensaje.

Christopher Cruzado

26 de enero de 2022

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