En primer lugar, se tiene que mencionar que
lo más resaltante de la noche fue la originalidad del montaje. Mientras miraba
la obra pensé que esta era una adaptación de alguna de las famosas tradiciones
de Ricardo Palma o de algún otro literato poco conocido del siglo XIX; sin
embargo, quedé totalmente anonadado al enterarme, luego de hacer una
investigación en redes sociales, que Lima,
déjame que te cuente es una creación original de la productora Tiempo de
Cuentos, dirigido por Yeniffer Díaz. Estoy convencido
que capturar la atención del público fue su mayor logro y esto fue gracias a la
mistura de tres expresiones artísticas que raramente coinciden: el teatro, la
narración oral y la música. De hecho, minutos antes que empiece la función, se
escuchaba que, tras el telón, los actores realizaban ejercicios de trabajo
vocal.
El montaje también me hizo reflexionar sobre
lo desconectado que se encuentra muchas veces el teatro limeño de otras
expresiones artísticas, como por ejemplo el canto y la música, de una manera
profesional. Esto lo menciono con absoluto respeto a otras producciones, en donde
un espectador tiene que hacer un gran esfuerzo por entender las historias y
dejarse absorber por el contexto que nos propone la música que lo acompaña.
Tengo conocimientos básicos de teoría musical y trabajo vocal, pero confieso
que la calidad vista en este montaje, al menos desde el punto de vista musical,
no es muy frecuente verlo en el teatro limeño. Quiero decir que, por ejemplo,
un egresado de la Universidad Nacional de Música (Ex Conservatorio Nacional), como
Hans Meléndez, guitarrista principal de la obra, criticaría de manera nada
complaciente muchos montajes teatrales limeños, solo por la poca o el nulo
énfasis en la calidad de la música en vivo.
Por otro lado, es de felicitar el trabajo
de Díaz como la narradora de la historia. La pasión que pone durante
las diferentes escenas llegó a capturar la atención del público de manera original
y divertida. La tesitura y la cadencia de su voz nos llevaban imaginariamente a
una Lima en donde el chisme, la codicia y la arrogancia era la normalidad. Fue
interesante el diálogo con el público; este se hizo de una manera muy
profesional, sin llegar a invadir el espacio privado de los asistentes. Hay montajes
en los cuales la intervención del público no es respetada y se les exige una participación
para nada democrática y, en la mayoría de las veces, los pone en una situación
incómoda. Este no fue el caso.
Adicionalmente, fue resaltante la calidad
de los materiales de los vestuarios. Estos eran realmente coloridos y
atractivos. Hasta cierto punto llegué a pensar que eran originales. Sin embargo,
el vestuario de los actores correspondía al de habitantes de la Lima virreinal,
mas no del año 1850. En los inicios de la República, la moda y las costumbres
culinarias eran muy diferentes y esto lo pueden leer en los tomos de Historia de la República de Jorge
Basadre. Me apasiona mucho la historia y tengo amigos historiadores, y por esa
razón puedo mencionar esa inconsistencia. Aun así, este pequeño error histórico
no opaca en nada el excelente producto artístico de la función.
Desde el punto de vista escénico, todos los
actores destacaron y ninguno opacó al otro, pero particularmente resaltó
Alessandra Rojas (Julia), pues interpretó a la pregonera, un personaje
secundario y con máscara; y al mismo tiempo, a la protagonista. Nunca había
visto algo así en un montaje, pero realmente me impresionó esa capacidad. Juan
de los Santos (José Antonio) llegó a conmoverme mucho como el protagonista de
esta historia tan trágica. Su papel fue limpio y con mucha presencia escénica. Meléndez
y su guitarra hicieron que la noche pareciera un concierto del recordado Zambo
Cavero. Muchas gracias por hacernos recordar a este entrañable artista
nacional.
Finalmente, quiero felicitar al equipo de Tiempo
de Cuentos por regalar al público este montaje. También por elegir un lugar tan
poco convencional como una librería. Dicho sea de paso, El Virrey no cerró su
atención al público durante la función y algunos transeúntes se quedaban
mirando la obra desde la ventana muy confundidos. Esto fue, sin duda, un
interesante detalle. Felicitaciones a todos.
Enrique
Pacheco
31 de julio de 2022